Según múltiples fuentes y comunicaciones internas de la NASA, altos funcionarios de la administración Trump han ordenado a la NASA que se prepare para la terminación (y destrucción literal) de los Observatorios Orbitales de Carbono, OCO-2 y OCO-3. Estos satélites son ampliamente utilizados por agricultores, la industria petrolera y diversos científicos y ONG. Su misión es medir el dióxido de carbono y rastrear el crecimiento de las plantas, y lo llevan haciendo durante años. Se encuentran entre las mejores herramientas que tiene la Tierra para comprender el cambio climático, lo que hace que esta decisión sea aún más extraña.
No hay ninguna razón técnica para finalizar ninguna de las misiones. No se han producido fallos importantes ni sobrecostos. El equipo en el espacio es de última generación. De hecho, la propia revisión de la NASA de 2023 determinó que los datos procedentes de los satélites eran de una calidad excepcionalmente alta. Se recomendó que las misiones continuaran al menos hasta 2026, y probablemente más allá.
Pero la actual administración estadounidense quiere que desaparezcan. Esto no tiene ninguna razón aparente, salvo simplemente ocultar datos climáticos y, según los críticos, es ilegal.
Trump está descuartizando a la NASA
Estos dos satélites son los únicos instrumentos de gestión federal diseñados específicamente para rastrear el dióxido de carbono que calienta el planeta desde el espacio. Mapean el flujo de CO₂ a través de la atmósfera terrestre , mostrando cuánto se emite, de dónde proviene y cuánto absorben los bosques, océanos y campos. También se utilizan para monitorear la salud de las plantas midiendo la fluorescencia inducida por el sol (FIS), un tenue brillo que emiten las plantas durante la fotosíntesis.
Estos datos son prácticos y se utilizan en múltiples campos. Los agricultores utilizan los datos de OCO para monitorear la salud de sus cultivos. El USDA los utiliza para la planificación a largo plazo. Incluso las compañías de petróleo y gas dependen de estos datos para modelar los sumideros de carbono y los riesgos para la infraestructura. David Crisp un físico atmosférico retirado de la NASA que fue el investigador principal de la misión OCO original y líder del equipo científico de OCO-2, dice que varios empleados de la NASA lo llamaron y le hicieron preguntas indicando que estaban buscando formas de apagar los satélites.
“Lo que he escuchado son comunicaciones directas de las personas que elaboraban esos planes, a quienes no se les permitió decirme que eso era lo que se les había ordenado hacer. Pero sí se les permitió hacerme preguntas”, dijo Crisp. “Me hacían preguntas muy agudas. Lo único que pudo haber motivado esas preguntas fue que alguien les hubiera dicho que elaboraran un plan de despido”.
Esta no es la primera vez que Trump ataca a la división científica de la NASA.
Luchando con el presupuesto
En 2018, durante su primer mandato, Trump intentó cancelar el programa original del Observatorio Orbital de Carbono junto con otras cuatro misiones de ciencias de la Tierra. Fracasó. El Congreso restableció la financiación. Pero ahora, con un Congreso que parece plegarse a los caprichos de Trump, menos controles y un equipo de leales en puestos clave de la agencia, la dinámica es muy diferente.
En lugar de una disputa pública sobre el presupuesto del próximo año, los funcionarios de Trump supuestamente intentan cerrar prematuramente misiones ya financiadas para 2025. Según una carta de julio firmada por 64 congresistas, ese tipo de medida viola la ley federal. Se denomina incautación, cuando el poder ejecutivo se niega a gastar dinero que el Congreso ya ha aprobado.
“Esto es ilegal”, dice la representante Zoe Lofgren, demócrata de California. “El Congreso tiene el control del presupuesto, no Trump ni Vought [de la Oficina de Administración y Presupuesto]”.
Eliminar fondos o reducir las operaciones de los satélites de observación de la Tierra sería catastrófico y perjudicaría gravemente nuestra capacidad de pronosticar, gestionar y responder a desastres climáticos y meteorológicos severos.
El senador Chris Van Hollen, un alto funcionario encargado de la asignación de fondos, fue igual de contundente: “Rechazamos recortes que habrían devastado la ciencia de la NASA en un 47%. Eliminar los satélites de monitoreo terrestre sería catastrófico”.
Se está cayendo a pedazos
El borrador del presupuesto del Senado para 2026 rechaza explícitamente la propuesta de la administración Trump de terminar con las ciencias de la Tierra. También incluye una directiva sutil pero crucial: la NASA debe “conservar la propiedad pública de las tecnologías, los datos científicos y los descubrimientos realizados con fondos públicos”. En otras palabras: no privatizar las ciencias de la Tierra. No desechar los satélites construidos con el dinero de los contribuyentes. Y no desperdiciar los datos que necesitamos para sobrevivir.
Sin embargo, la Casa Blanca se está moviendo para hacer precisamente eso. No se trata sólo de dos satélites. Se trata de la confianza, los datos y el papel de la NASA en ayudar a las personas, y esto se está desmantelando poco a poco. Recientemente, la NASA de Trump se negó a publicar un informe sobre el cambio climático que ya había completado, alegando que no tenía obligación legal de hacerlo. Los satélites aún podrían salvarse, pero no será fácil.
El Congreso puede intervenir. Ya lo ha hecho, en parte. Pero el tiempo apremia. El año fiscal 2025 termina el 30 de septiembre. Si el Congreso no aprueba un nuevo presupuesto (o una resolución de continuidad), la administración Trump podría arrogarse la facultad de comenzar a cerrar misiones de forma preventiva. Ya han mostrado su disposición a hacerlo.
La estrategia de la administración Trump es clara: actuar con rapidez y destruir todo lo que no le gusta. Hacerlo discretamente y sin pedir permiso. En este caso, simplemente desmantela la infraestructura de la ciencia climática, pieza por pieza.
Para un país que se autoproclama líder en ciencia e innovación, eliminar sus satélites de monitoreo de carbono en medio de una crisis climática es un acto de autosabotaje inimaginable. Los datos son valiosos y los costos son bajos, pero Trump ha expresado repetidamente su negación del cambio climático, y estos satélites representan un obstáculo importante para ese argumento.
Al final, aunque se derriben todos los satélites del cielo, el carbono seguirá aumentando. El planeta seguirá calentándose. Esconder la cabeza bajo la arena no cambiará nada.
Fuente: ZME Science.