Este investigador no quiere viajar en avión para reducir sus emisiones. Su universidad lo despidió

Política y sociedad

Nota de la fuente: este artículo se publicó inicialmente hace más de una semana y posteriormente se actualizó con nueva información.

Gianluca Grimalda, investigador del Instituto Kiel para la Economía Mundial en Alemania, ha pasado los últimos seis meses estudiando los impactos del cambio climático en las Islas Salomón. Una vez terminado, ha sido despedido tras negarse a regresar a Alemania a corto plazo, lo que va en contra de su objeción a volar.

Volar tiene un gran impacto en el medio ambiente debido a sus emisiones de gases de efecto invernadero. Los aviones queman combustibles fósiles, que luego liberan dióxido de carbono (CO2). Las emisiones de la aviación han aumentado más rápido que las de cualquier otro modo de transporte, razón por la cual los defensores del medio ambiente frecuentemente argumentan a favor de otras formas de transporte.

Grimalda no es ajeno a la controversia. El año pasado, Grimalda se pegó al suelo de una fábrica de Porsche como parte de una protesta climática, lo que le llevó a ser arrestado. Desde entonces trabaja en zonas rurales de Bougainville, una isla en medio del Océano Pacífico. Se suponía que su investigación habría terminado en julio, pero le llevó 45 días más completarla.

“Tuve que interrumpir la investigación dos veces por graves amenazas a la seguridad. En una ocasión, excombatientes del conflicto civil de 1990-8 organizaron un control de carretera, nos tomaron como rehenes a mí y a mi asistente bajo amenaza de machete, confiscaron todas mis pertenencias y pidieron un rescate por su liberación”, explicó en una carta abierta publicada anteriormente esta semana.

Ahora, el Instituto Kiel le pidió a Grimalda que regresara a Alemania con poca antelación. Hacerlo implicaría tomar un avión, algo que el investigador “desprecia” ya que produciría alrededor de cuatro toneladas de CO2. En cambio, planeaba viajar por tierra y por mar, como hizo en su viaje de ida, ahorrando así en sus emisiones.

Pero esto llevaría demasiado tiempo, argumenta la universidad, lo que llevó a la decisión de despedir a Grimalda. Le dijo a The Guardian que está considerando apelar la decisión y que ha pedido ayuda al sindicato. Sin embargo, reconoce que las acciones de la universidad parecen justificadas desde el punto de vista jurídico.

El coste climático de volar

En su carta abierta, el investigador reconoce que ya debería haber regresado a Kiel y que habló de su retraso en el regreso al jefe del área y no al departamento de personal. Pero cree que esto no es motivo suficiente para perder su trabajo, sobre todo teniendo en cuenta que en Kiel no hay “nada” que requiera su presencia.

“No enseño, no tengo que asistir a seminarios ni a otras reuniones. Cuando estoy en Kiel, paso la mayor parte de mis días de trabajo solo en mi oficina. No hay nada que deba hacer en Kiel que no pueda hacer en un barco o en tren mientras viajo. Saben que en realidad soy muy productivo cuando viajo”, escribió Grimalda, diciendo que ha tenido un año “prolífico”.

El investigador se enfrentó a un dilema, tal y como explica en su carta. Ya sea manteniendo su trabajo mientras reniega de sus principios, o perdiendo su trabajo mientras se aferra a sus principios. Si bien dice que muchos optarían por la primera opción, cree que hemos llegado al punto en el que la racionalidad instrumental “ya no es aplicable” y no volará.

Grimalda dijo que si bien dejará de investigar, lo que “más ama” y por lo que “ha sacrificado mucho”, está de acuerdo con “pagar el precio”, ya que ayudaría a crear conciencia sobre la crisis climática. Lo describe como su “acto de amor” a las generaciones actuales y futuras y a las especies animales en peligro de extinción.

Otros investigadores han expresado su apoyo en las redes sociales por su valentía de ir en contra de “lo de siempre”. La historia sirve como un conmovedor recordatorio de la compleja interacción entre las elecciones individuales y el cambio sistémico. La negativa de Grimalda a volar de regreso a Alemania no es sólo un acto de convicción personal. Es un desafío para las instituciones y sistemas que aún no han integrado plenamente la sostenibilidad en sus valores operativos. En un mundo que lucha contra la amenaza existencial del cambio climático, tal vez sea hora de que todos consideremos a qué estamos dispuestos a renunciar (y qué podemos ganar) en la lucha por un futuro sostenible.

Fuente: ZME Science.

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