Por: Miguel Moreno
No son tipos locos, solitarios y virginales detrás de un computador. Tampoco es esa tía histérica y ultraconservadora que comparte cadenas de WhatsApp ni el progresista de universidad pública con la camiseta del Che Guevara. No son ellos, sino algo con mucho más poder. Y esta pandemia ha demostrado su alcance y su influencia.
No importa si son financiados por gobiernos o dictaduras bananeras, tampoco importa que sean comerciales y que detrás de ellos hayan grandes capitales dispuestos a financiarlos para obtener dividendos con suscripciones o publicidad. Pueden sesgarse hacia la izquierda o hacia la derecha, incluso el centro, pueden ser periódicos, cadenas de televisión, radio, revistas o estar en Internet.
Son los maestros perfectos del engaño, confunden la estética y la seducción literaria con el morbo. Se enfrascan en peleas absurdas y sus lectores se lanzan a lanzar improperios en los comentarios de redes sociales. Para ellos el progresista es el mismo Stalin al que hay que quemar antes de que mate ucranianos de hambre, el conservador es Hitler al que hay que apuñalar en la calle antes de que mate una pareja de homosexuales o apuñale a la entrada de su casa testigos de Jehová. No hablemos de los liberales, libertarios o anarquistas, egoístas degenerados que viven en una utopía imposible. Las amas de casa y los obreros se apresuran a opinar de lo que no saben tras ver a estos personajes poner en marcha la maquinaria de la verborrea traducida en ondas electromagnéticas, que a su vez se traducen en letras, sonidos o imágenes.
Cuando en 1844 Samuel Morse descubrió con éxito el poder del electromagnetismo para transmitir información de manera rápida y a grandes distancias usó como prueba el mensaje bíblico “¿Qué ha creado Dios?”. Quizás debió preguntarse “¿Qué ha creado el hombre?”. Ya poco nos queda de esa visión esperanzadora de progreso de esos años. Estamos bombardeados de información, la pedimos, la necesitamos. Si por nosotros fuera conectaríamos electrodos al cerebro ¡Esperen! un multimillonario sudafricano ya está intentando algo.
Pero ustedes lo quisieron así y nosotros también. Ustedes crearon ese monstruo, lo hicieron suyo y ahora quieren desentenderse de él. Ya no queda tiempo para levantar los edificios pisoteados por este. Nosotros, los youtubers, los divulgadores de ciencia y los influencers sabemos que a ustedes les gusta dar de comer al monstruo. Por eso ponemos títulos llamativos a los artículos y a los vídeos. Hacemos animaciones simpáticas y publicamos memes banales y tweets simples en forma de aforismo gracioso. Ahora depende de ustedes, no de los monstruos que han ayudado a crear si parar o no. Pero la ley de la entropía dice que los sistemas siempre tienden al desorden, y este parece no ser la excepción.
Este es un artículo de opinión cuya responsabilidad recae exclusivamente en su autor. En ningún caso se debe tomar como parte de la línea editorial de Einsteresante.
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