La lepra, considerada durante mucho tiempo una enfermedad traída a América por los colonizadores europeos, en realidad puede tener una historia mucho más antigua en el continente americano. Científicos del Instituto Pasteur, del CNRS y de la Universidad de Colorado (EE.UU.), en colaboración con varias instituciones de América y Europa, revelan que una segunda especie de bacteria recientemente identificada, responsable de la lepra, Mycobacterium lepromatosis, ha estado infectando a humanos en América durante al menos 1.000 años, varios siglos antes de la llegada de los europeos. Estos hallazgos se publican en la revista Science.
La lepra es una enfermedad desatendida, causada principalmente por la bacteria Mycobacterium leprae, que afecta a miles de personas en todo el mundo: cada año se reportan aproximadamente 200,000 nuevos casos de lepra. Si bien M. leprae sigue siendo la causa principal, este estudio se centró en otra especie, Mycobacterium lepromatosis, descubierta en Estados Unidos en 2008 en un paciente mexicano y posteriormente, en 2016, en ardillas rojas de las Islas Británicas.
Dirigido por científicos del Laboratorio de Paleogenómica Microbiana del Instituto Pasteur, también asociado al CNRS, y de la Universidad de Colorado, en colaboración con comunidades indígenas y más de 40 científicos de instituciones internacionales, incluidos arqueólogos, este estudio analizó el ADN de casi 800 muestras, incluidos restos humanos antiguos (de excavaciones arqueológicas) y casos clínicos recientes que presentan síntomas de lepra. Los resultados confirman que M. lepromatosis ya estaba muy extendida en América del Norte y del Sur mucho antes de la colonización europea y proporcionan información sobre la diversidad genética actual de las micobacterias patógenas.
“Este descubrimiento transforma nuestra comprensión de la historia de la lepra en América”, afirmó la Dra. Maria Lopopolo, primera autora del estudio e investigadora del Laboratorio de Paleogenómica Microbiana del Instituto Pasteur. “Demuestra que una forma de la enfermedad ya era endémica entre las poblaciones indígenas mucho antes de la llegada de los europeos”.
El equipo empleó técnicas genéticas avanzadas para reconstruir los genomas de M. lepromatosis a partir de individuos antiguos hallados en Canadá y Argentina. A pesar de la distancia geográfica de varios miles de kilómetros, se descubrió que estas cepas antiguas, que datan de períodos similares (hace aproximadamente 1000 años), presentaban una sorprendente similitud genética.
Aunque pertenecen a dos ramas distintas del árbol evolutivo del género Mycobacterium, estas ramas son genéticamente más cercanas entre sí que cualquier otra rama conocida. Esta proximidad genética, sumada a su distancia geográfica, implica necesariamente una rápida propagación del patógeno por el continente, probablemente en tan solo unos pocos siglos.
Los científicos también identificaron varios linajes nuevos, incluida una rama ancestral que, a pesar de haberse separado del resto de la diversidad de especies conocidas hace más de 9.000 años, continúa infectando a los humanos hoy en día en América del Norte, un descubrimiento que sugiere una diversificación antigua y duradera en el continente, así como una diversidad en gran parte inexplorada que probablemente aún queda por descubrir.
Cabe destacar que los análisis también sugieren que las cepas halladas en ardillas rojas del Reino Unido en 2016 pertenecen a un linaje americano que se introdujo en las Islas Británicas en el siglo XIX, donde posteriormente se propagó. Este descubrimiento destaca la reciente capacidad del patógeno para cruzar continentes, probablemente mediante intercambios humanos o comerciales.
“Estamos empezando a descubrir la diversidad y los movimientos globales de este patógeno recientemente identificado. El estudio nos permite plantear la hipótesis de que podría haber reservorios animales desconocidos”, afirmó Nicolás Rascovan, autor principal del estudio y jefe del Laboratorio de Paleogenómica Microbiana del Instituto Pasteur.
Este estudio ilustra claramente cómo el ADN antiguo y moderno puede reescribir la historia de un patógeno humano y ayudarnos a comprender mejor la epidemiología de las enfermedades infecciosas contemporáneas. El proyecto se llevó a cabo en estrecha colaboración con las comunidades indígenas, que participaron en las decisiones sobre el uso de los restos ancestrales y la interpretación de los resultados. El ADN antiguo y los materiales restantes fueron devueltos cuando se solicitó, y los datos generados se compartieron a través de plataformas éticas y adaptables diseñadas para permitir el intercambio de datos que satisfaga las expectativas específicas de las comunidades indígenas.
Fuente: Phys.org.