Científicos identifican variaciones cerebrales en niños con desórdenes alimenticios restrictivos

Salud y medicina

Los niños con un trastorno alimentario restrictivo muestran cambios reconocibles en la estructura cerebral, según un nuevo estudio. Identificar las causas de estos cambios podría ayudar a los investigadores a comprender cómo se relacionan estas afecciones con otros trastornos del desarrollo neurológico y cómo podrían tratarse mejor.

Un grupo internacional de investigadores analizó exploraciones de resonancia magnética de 174 niños menores de 13 años a quienes se les había diagnosticado un trastorno alimentario restrictivo de aparición temprana (rEO-ED) y las comparó con exploraciones de 116 niños sin diagnóstico. Las motivaciones detrás del estudio fueron buscar diferencias entre los tipos de trastornos y ver si había alguna relación con las estructuras cerebrales asociadas con afecciones neurológicas como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC).

Se compararon los cerebros de niños con trastornos alimentarios con los de controles sanos. Moreau et al., Nat. Mental Health, 2025.

“Los trastornos alimentarios restrictivos de aparición temprana abarcan un grupo heterogéneo de afecciones, entre las que se incluyen la anorexia nerviosa de aparición temprana y los trastornos de ingesta alimentaria evitativa/restrictiva (ARFID)”, escriben los investigadores en su artículo publicado.

“Sin embargo, el impacto del rEO-ED en la morfometría cerebral sigue siendo en gran medida desconocido”.

Los investigadores detectaron algunas diferencias en la estructura cerebral tanto en la anorexia nerviosa de aparición temprana (incluida una corteza más delgada y más líquido cefalorraquídeo) como en los pacientes con bajo peso y ARFID (incluido un área de superficie reducida y un volumen cerebral general reducido). Como este estudio se limita a una instantánea en el tiempo, es difícil confirmar si las variaciones estructurales del cerebro son una causa o una consecuencia de estos trastornos.

Entre los niños con anorexia nerviosa de aparición temprana, los cambios en el grosor cortical estaban más estrechamente relacionados con el índice de masa corporal (IMC), lo que sugiere que las diferencias en neurología pueden ser una consecuencia de conductas alimentarias restrictivas. Para rastrear cualquier solapamiento entre los trastornos alimentarios restrictivos y otros trastornos del neurodesarrollo, se obtuvieron imágenes de diversos conjuntos de datos externos. El equipo encontró similitudes en las características del grosor cortical entre la anorexia nerviosa de inicio temprano y el TOC, y entre el ARFID y el autismo. De manera un tanto sorprendente, dadas las investigaciones previas, hubo poca superposición entre la anorexia nerviosa y el autismo, o entre el ARFID y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad.

“En general, esta superposición multiescala (a nivel clínico, cerebral y genético) sugiere mecanismos compartidos subyacentes a los trastornos psiquiátricos que son independientes del IMC”, escriben los investigadores.

Los hallazgos refuerzan la importancia de tratar la anorexia nerviosa de aparición temprana y el ARFID como trastornos distintos, al tiempo que enfatizan las similitudes y diferencias con otros trastornos de salud mental. Los hallazgos mejoran nuestra comprensión de la relación entre las conductas alimentarias y las estructuras cerebrales, lo que fundamenta el desarrollo de posibles tratamientos. Actualmente, estos trastornos se abordan de diversas maneras, incluyendo tratamientos dietéticos y psicológicos como la terapia cognitivo-conductual (TCC). Sabemos que la relación entre el cerebro y nuestras conductas, incluidos los hábitos alimentarios, es compleja y multifacética, y los investigadores están interesados en seguir estudiando cómo se aplica esto a los trastornos alimentarios, lo que podría incluir la recopilación de datos de muestras más grandes de personas y el seguimiento de los cambios cerebrales a lo largo del tiempo.

La investigación ha sido publicada en Nature Mental Health.

Fuente: Science Alert.

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