Los chimpancés de Ngogo, en el Parque Nacional de Kibale de Uganda, son conocidos desde hace mucho tiempo por sus violentos enfrentamientos con grupos vecinos, que a menudo resultan en muertes; un fenómeno que a veces se describe como “guerra de chimpancés”. Un nuevo estudio, liderado por el antropólogo Brian Wood de la UCLA, en colaboración con John Mitani de la Universidad de Michigan, proporciona la evidencia más clara hasta la fecha de que la expansión territorial tras un conflicto letal puede aumentar directamente el éxito reproductivo. Tras una serie de ataques coordinados que se cobraron al menos 21 vidas, el territorio del grupo Ngogo creció un 22%. En los años posteriores, las hembras parieron con mayor frecuencia y sus crías tuvieron muchas más probabilidades de sobrevivir. Publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, el estudio proporciona valiosa evidencia sobre las raíces evolutivas de la agresión intergrupal y sus consecuencias para la aptitud biológica de los chimpancés.
“Nuestros hallazgos proporcionan la primera evidencia directa que vincula la matanza cooperativa entre grupos con la ganancia territorial y un mayor éxito reproductivo en los chimpancés”, dijo Wood.
Las conquistas territoriales propician el baby boom
Las cifras cuentan una historia sorprendente. En los tres años previos a la expansión territorial, las hembras Ngogo dieron a luz a 15 crías. En los tres años posteriores, dieron a luz a 37, duplicando con creces su tasa de fertilidad. La supervivencia infantil también mejoró drásticamente: de un 41% de probabilidad de muerte antes de los 3 años a tan solo un 8% después.
“En retrospectiva, sabíamos lo que había pasado. Estábamos observando todos esos nacimientos y existen buenas razones teóricas y empíricas para pensar que algo así podría ocurrir”, dijo Mitani, profesor emérito de antropología de la Universidad de Michigan. Aun así, la magnitud del aumento de las tasas de natalidad y supervivencia fue una sorpresa. “Lo que vimos fueron cifras muy elevadas”, afirmó Mitani.
Mitani forma parte de un equipo que ha observado a este grupo de chimpancés durante más de tres décadas. Hace unos 15 años, los investigadores presenciaron cómo los chimpancés se apoderaban del territorio de otros chimpancés vecinos a los que habían matado. La incógnita persistía sobre qué ventaja evolutiva podría proporcionar este comportamiento, que el equipo ha demostrado ahora que se trata de beneficios reproductivos.
Descartando otras posibles explicaciones
Tras descartar otras explicaciones, el equipo de investigación, que también incluye a David P. Watts de la Universidad de Yale y a Kevin E. Langergraber de la Universidad Estatal de Arizona, concluyó que la expansión territorial mejoró la nutrición y la salud general de las hembras, lo que condujo a mayores tasas de fertilidad y supervivencia entre sus crías. El equipo también puso a prueba hipótesis alternativas. Una posibilidad era que las hembras se reprodujeran con mayor frecuencia debido a la alta mortalidad infantil —un patrón que a veces se observa en primates—, pero los datos mostraron lo contrario: tanto la fertilidad como la supervivencia infantil mejoraron. Otra posibilidad era que los cambios en la disponibilidad de alimentos pudieran explicar los resultados, pero la abundancia de fruta en el territorio central de Ngogo (antes de la expansión) se mantuvo estable o incluso disminuyó ligeramente después de la expansión.
Implicaciones para la evolución de los chimpancés y los humanos
“Estos hallazgos nos ayudan a comprender por qué los chimpancés, y quizás nuestros propios ancestros primitivos, desarrollaron la capacidad de ejercer violencia coordinada. Cuando escasea el alimento, las ganancias territoriales pueden traducirse en ventajas reproductivas reales. Afortunadamente, los humanos hemos desarrollado una extraordinaria capacidad para resolver y evitar tales conflictos, lo que nos ofrece una manera de escapar de los ciclos de escasez de alimentos, violencia territorial y competencia de suma cero entre grupos vecinos”, afirmó Wood.
La investigación se realizó con el permiso de la Autoridad de Vida Silvestre de Uganda, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Uganda y la Estación Biológica de Campo de la Universidad de Makerere.
Fuente: Phys.org.
