Cuando la pandemia del COVID-19 golpeó a Estados Unidos y Europa los científicos del Centro de Investigación y Estudios Avanzados de México (Cinvestav) pasaron a la acción. Rápidamente convirtieron sus laboratorios de investigación y a mediados de marzo, cuando los casos aumentaban, lanzaron otros proyectos relacionados con la investigación del coronavirus.
Pero las cosas empezaron a ir mal cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el fin de los fondos fiduciarios, con los que se costeaban los proyectos especiales o a largo plazo del Cinvestav. Después anunció un recorte de presupuesto sobre varias agencias federales del 75% que pudo haber causado el cierre del Cinvestav, de acuerdo a su director José Mustre de León.
Otro problema surgió cuando el 14 de mayo el Concejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) le pidió a los científicos que donaran su suplemento federal mensual, que suele ser una parte normal de los ingresos de los investigadores de ese país, a la emergencia del COVID-19.
“No solo no tendríamos dinero, sino que tendremos que sacar dinero de nuestros propios bolsillos”, dice Gabriela Olmedo, ingeniera genética y directora del campus de Cinvestav Irapuato.
Los científicos mexicanos no son los únicos latinoamericanos que la está pasando mal. En toda la región, se afronta la peor crisis sanitaria en un siglo y se intenta demostrar que varias décadas de investigación han valido la pena. “Básicamente demostramos que tenemos conocimientos en el país que se pueden poner a trabajar en beneficio de la sociedad en su conjunto”, dice Aisén Etcheverry, quien dirige la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile. La pandemia ha provocado una recesión económica con una contracción del 5,3% en el PIB, lo que ha resultado en recortes de presupuesto para la investigación científica.
Si bien Latinoamérica sólo comprende el 10% de la población mundial, un tercio de los casos de COVID-19 han sido reportados en la región. En muertes y casos confirmados Brasil es el más afectado, sólo superado a nivel continental por Estados Unidos. Colombia, México, Chile y Perú también han sido golpeados muy duro. De acuerdo con la ONU, la recesión podría hacer que 16 millones de personas caigan en la extrema pobreza.
La investigación científica en la región ha mostrado mejoras debido a la inversión en esta, de acuerdo a Hernando García Martínez, director del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt en Bogotá, Colombia. “No hubiéramos tenido la capacidad de responder a un problema tan directo y real para la sociedad como el COVID-19”.
En abril los investigadores colombianos estuvieron entre los primeros en comenzar las terapias de plasma convaleciente, el suero rico en anticuerpos, extraído de pacientes recuperados de COVID-19. Más de 190 ensayos clínicos se están llevando a cabo. Los investigadores de Brasil, México y Argentina se han unido a la carrera para desarrollar la vacuna y están en las fases II y III de ensayos.
En Argentina y Chile la ciencia se ha convertido en un asunto político. El presidente argentino Alberto Fernández ha prometido mayor inversión en el área, un cambio frente a la política de su sucesor Mauricio Macri, quien llevó a cabo enormes recortes de presupuesto e hizo del antiguo Ministerio de Ciencia una rama del Ministerio de Educación. Ahora, la gente parece ver a la ciencia como una prioridad al ver el avance de la pandemia, según Juan Pablo Paz, secretario de coordinación científica y tecnológica. “Por supuesto, la pandemia significa que sufriremos retrasos y otros desafíos”, dice, “pero creo que la ciencia seguirá en una posición más fuerte que antes”.
En Chile Etcheverry ha emprendido la redirección de la agencia, que apenas tiene 3 meses de fundarse y forma parte del recién creado Ministerio de Ciencia, con el fin de llevar a cabo pruebas de COVID-19 y puso a disposición $3 millones para rastrear los impactos sociales de la crisis, como aumentos en la violencia doméstica y retrocesos en el aprendizaje de los estudiantes. Mostrar que la ciencia podría ayudar “generó una conversación dentro del gobierno que nunca antes había sucedido”, dice Etcheverry. “Definitivamente es un punto de inflexión en cómo se percibe el sector”.
Aún así, la crisis económica no ha dejado de lado a la ciencia chilena. Becas Chile, un programa de becas que financia estudios internacionales para aspirantes a investigadores — a cambio de su promesa de traer experiencia al país — que ha impulsado el crecimiento de muchos campos científicos, ha sido parcialmente suspendido. “Tener eso congelado o cuestionado solo porque estamos en una crisis no es la decisión correcta porque este es el tipo de cosas que te preparan para la próxima”, dice César Fuentes, astrónomo de la Universidad de Chile.
El panorama es más oscuro en Perú, dice Gisella Orjeda, ex presidenta del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC) del país. Durante su mandato, Orjeda ayudó a impulsar el presupuesto anual de CONCYTEC de solo $ 5 millones a aproximadamente $ 40 millones, pero “todavía no es suficiente”, dice que los proyectos críticos en conservación, salud y prevención de desastres siguen sin recibir fondos suficientes. Ahora, el gobierno detuvo ciertos programas de financiamiento; al cierre de julio, CONCYTEC había gastado solo el 16% de su presupuesto de 2020.
En el vecino Ecuador, los investigadores han aprendido durante mucho tiempo a no depender de fondos federales impredecibles. La pandemia parece empeorar las cosas, dice Diego Quiroga, decano de investigación de la Universidad San Francisco de Quito. Le preocupa que una fuente de ingresos para su universidad, las tasas de matrícula, pueda caer si la crisis económica suprime la inscripción de estudiantes. Las nuevas amenazas de recortes a la educación superior y la crisis económica han llevado a los científicos a intensificar sus esfuerzos para asegurar el financiamiento mediante la colaboración con investigadores de Estados Unidos y la Unión Europea, dice. “Si no buscamos financiamiento en el exterior, no tendremos nada”, dice Quiroga, quien predice que la pandemia provocará un éxodo de científicos jóvenes. Como dice Mustre de León: “Estamos perdiendo toda una generación de científicos”.
En México, luego de una protesta de investigadores, estudiantes y medios de comunicación, el presidente ordenó a los funcionarios del Conacyt que retiraran su petición de donaciones. Al Cinvestav se le permitió mantener sus fondos fiduciarios públicos por ahora y está negociando un recorte presupuestario menor. Pero otras instituciones federales aún verán recortes, y el episodio dejó a los científicos conmocionados y preocupados. “Si no hubiéramos tenido este ambiente de recorte presupuestario, podríamos haber hecho mucho más”, dice Mustre de León. El latigazo puso de manifiesto la facilidad con que años de promoción de la financiación de la ciencia en México podrían deshacerse de repente. “Todavía tenemos mucha fragilidad”, dice. Y la pandemia ha empeorado una relación ya tensa entre la comunidad científica y la directora del Conacyt y bióloga del desarrollo María Elena Álvarez-Buylla Roces, quien se ha movido para silenciar las voces independientes en lo que algunos ven como un esfuerzo autoritario por centralizar la política científica. “Elena no tiene ningún liderazgo porque no se lo ha ganado”, dice Olmedo. (Conacyt, que financia hasta el 77% de la ciencia mexicana, no respondió a las múltiples solicitudes de comentarios de la revista Science).
En otros lugares, también, la pandemia ha profundizado las divisiones entre científicos y políticos. El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ha cuestionado repetidamente la experiencia científica, minimizando la gravedad de la pandemia y promoviendo tratamientos que carecen de evidencia. En Venezuela, las alarmas de los científicos provocaron amenazas de funcionarios gubernamentales de alto nivel. Y en Colombia, siete senadores enviaron al presidente Iván Duque el 27 de julio una carta en la que se quejaban de la falta de liderazgo durante la pandemia de Mabel Torres Torres, quien dirige el nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y que anteriormente estuvo envuelta en escándalos por su ascenso, de un tratamiento contra el cáncer no probado. “Es un ministerio ausente”, dice la inmunóloga Gabriela Delgado Murcia de la Universidad Nacional de Colombia. “Nos sentimos desolados”. Dos días después, el Ministerio de Hacienda propuso un recorte del 35% para el presupuesto científico del país para 2021.
A pesar de los desafíos que ha traído la pandemia, García Martínez mantiene la esperanza. Años de escasez de fondos han enseñado a los investigadores latinoamericanos a hacer mucho con muy poco, dice, una habilidad especialmente útil en estos días. “Somos muy adaptativos”.
Fuente: Science.