No hay un lado oscuro de la Luna. Pero hay manchas oscuras en él, específicamente en el fondo de los cráteres a los que nunca llega la luz solar, sin importar hacia dónde mire la Luna.
Estas áreas han intrigado a los científicos durante décadas, en gran parte porque la falta de luz solar significa una temperatura más baja, lo que permite que los materiales congelados permanezcan congelados. En otras palabras, puede haber agua en los cráteres. Y el agua será el elemento vital de cualquier futura misión lunar permanente con tripulación. Desafortunadamente, la falta de luz solar también significa que es un desafío ver qué hay en el fondo de esos cráteres.
Lo más cerca que han estado los científicos fue cuando LCROSS, una misión lunar de la NASA, disparó un proyectil al cráter Cabeus y analizó la nube de polvo resultante, que contenía una cantidad relativamente alta de agua. Pero hasta ahora, nadie ha podido imaginarse qué agua hay en esos cráteres directamente.
Eso no quiere decir que los cráteres estén iluminados en absoluto. Incluso cuando no están bajo la luz solar directa, la luz solar reflejada, parte de la cual podría haber rebotado en las colinas cercanas, todavía se canaliza hacia el cráter.
Pero las imágenes capturadas con esa luz reflejada son demasiado “ruidosas” para distinguir características detalladas. Ingrese a una nueva técnica desarrollada por científicos del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar (MPS) en Alemania.
Utilizaron un algoritmo de inteligencia artificial llamado software U-net de eliminación de nOise hiper-efectivo (HORUS). El objetivo principal de HORUS es “limpiar” las ruidosas imágenes del fondo de los cráteres sin iluminación recogidas por otras naves espaciales, como la Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO).
Además de eliminar el ruido, el software también debe corregir otros factores, como el movimiento del propio LRO. A pesar de tales dificultades, los investigadores utilizaron 70.000 imágenes de LRO para calibrar el software, que luego se desató en 17 regiones diferentes permanentemente oscuras en el polo sur lunar.
El área más grande estudiada fue de 54 kilómetros cuadrados, mientras que la más pequeña fue de apenas 0,18 kilómetros cuadrados. Con el nuevo software, la imagen del fondo del cráter se mejora significativamente. Desafortunadamente, las fotos no muestran ninguna evidencia directa de agua, como manchas brillantes que indicarían hielo. Sin embargo, cualquier misión con tripulación que quiera buscar agua dentro o debajo del regolito de estos cráteres primero necesitará saber en qué terreno está entrando.
Definir tal terreno es donde brilla HORUS: los investigadores pudieron distinguir características geológicas de unos pocos metros de ancho, que podrían ser potencialmente peligrosas para un módulo de aterrizaje o un rover. Este fue el primer paso hacia la exploración de estas partes previamente invisibles de la Luna. Con suerte, algún día, los humanos podrán explorar estas áreas de forma segura y, con aún más suerte, podrían encontrar una fuente de un ingrediente esencial de toda la vida en la Tierra.
Fuente: Universe Today.