Nuestras preferencias y aversiones por ciertos olores son en gran medida universales, encontró un nuevo estudio realizado por investigadores en Suecia y el Reino Unido. Si bien existe cierta variación en la percepción del olfato entre las poblaciones, la cultura no parece tener ninguna influencia en la percepción del olfato. En cambio, lo que nos gusta o no nos gusta está determinado principalmente por la química de un olor. La vainilla y los melocotones fueron algunos de los olores más apreciados mientras que, como era de esperar, el sudor de los pies fue el que olía peor.
“Queríamos examinar si las personas de todo el mundo tienen la misma percepción del olor y les gustan los mismos tipos de olores, o si esto es algo que se aprende culturalmente”, dice Artin Arshamian, investigador del Departamento de Neurociencia Clínica del Instituto Karolinska en Suecia. “Tradicionalmente se ha visto como cultural, pero podemos demostrar que la cultura tiene muy poco que ver con eso”.
“Las culturas de todo el mundo clasifican los diferentes olores de manera similar sin importar de dónde provengan, pero las preferencias de olor tienen un componente personal, aunque no cultural”, agregó el Dr. Arshamian.
El equipo internacional de investigadores de Arsharmian, que incluía a colegas de la Universidad de Oxford y la Universidad de Estocolmo, realizó experimentos con 235 personas que tenían que clasificar varios olores en una escala de agradable a desagradable. Los participantes fueron seleccionados de nueve comunidades que representan diferentes estilos de vida. Cuatro de las comunidades estaban formadas por grupos de cazadores-recolectores con poco o ningún contacto con los alimentos y artículos domésticos occidentales. Las otras cinco comunidades empleaban diferentes formas de agricultura y pesca y estaban bien acostumbradas al tipo de olores que se encuentran fácilmente en las sociedades industrializadas.
Como resultado de estos experimentos de campo, los investigadores encontraron que había bastante variación entre los individuos dentro de cada grupo al evaluar los olores. Alrededor del 41% de esta variación se debió a la estructura molecular del olor, mientras que el resto del 54% fue preferencia personal. Los investigadores encontraron pocos indicios de transmisión cultural de la preferencia por los olores, ya que los miembros del mismo grupo tenían preferencias personales.
“La preferencia personal puede deberse al aprendizaje, pero también podría ser el resultado de nuestra composición genética”, dijo el Dr. Arshamian.
Los olores mejor calificados en todos los ámbitos fueron la vainilla y el butirato de etilo (el olor de los melocotones), mientras que los olores menos agradables fueron los del queso, la leche de soya, el jugo de manzana, pero también el sudor de los pies. A pesar de las preferencias individuales, la mayoría de las personas parecen gravitar hacia los mismos olores cuando se trata de los olores más atractivos o, por el contrario, los olores más desagradables. Esto tiene sentido ya que el sentido del olfato es un sensor de supervivencia esencial que puede detectar amenazas como comida envenenada o depredadores cercanos. Es simplemente una ventaja evolutiva detectar estas amenazas, por lo que la mayoría de las personas han afinado sus narices para detectarlas.
“Ahora sabemos que existe una percepción universal del olor que está impulsada por la estructura molecular y que explica por qué nos gusta o nos disgusta cierto olor”, continúa el Dr. Arshamian. “El siguiente paso es estudiar por qué esto es así al vincular este conocimiento con lo que sucede en el cerebro cuando olemos un olor particular”.
Los hallazgos aparecieron en la revista Current Biology.
Fuente: ZME Science.