Los científicos han encontrado evidencia de que algunos humanos se han adaptado genéticamente al buceo al estudiar a los Bajau, un grupo de personas indígenas de partes de Indonesia. Los Bajau, también conocidos como ‘nómadas marinos’, tienen bazos agrandados que les permiten sumergirse a profundidades de hasta 70 m.
La genética de la inmersión perfecta
Melissa Ilardo pasó varios meses en Jaya Bakti, Indonesia, tomando muestras genéticas y realizando ecografías de los bazos tanto de los bajau como de sus vecinos terrestres, los saluan. Tenía el presentimiento de que los Bajau se habían adaptado genéticamente para poder sumergirse a profundidades asombrosas. Con solo una lanza, algunas pesas y gafas de madera, algunos buzos de Bajau pueden permanecer bajo el agua de manera rutinaria durante 15 minutos. Han estado viviendo esta forma de vida de cazadores-recolectores durante miles de años.
El bazo está directamente relacionado con el tiempo que una persona puede bucear. Cuando el cuerpo humano se sumerge en agua fría, incluso durante unos pocos segundos, desencadena la llamada “respuesta de inmersión humana”. Durante este estado, el ritmo cardíaco se ralentiza, los vasos sanguíneos de las extremidades se contraen y el bazo se contrae. Esta última acción del bazo le da al cuerpo un impulso de oxígeno (hasta un 9% de O2 adicional) al expulsar glóbulos rojos oxigenados al torrente sanguíneo, lo que prolonga el tiempo de inmersión.
“No hay mucha información sobre los bazos humanos en términos de fisiología y genética”, dijo Ilardo, “pero sabemos que las focas que se sumergen en las profundidades, como la foca de Weddell, tienen bazos desproporcionadamente grandes. Pensé que si la selección actuaba sobre las focas para darles bazos más grandes, podría potencialmente hacer lo mismo en los humanos”.
Ilardo emprendió este estudio para su Ph.D. en la Universidad de Copenhague, donde sus supervisores, el profesor Eske Willerslev y el profesor Rasmus Nielsen le desaconsejaron. Los dos profesores eran de la opinión de que Ilardo se arriesgaba a no encontrar nada. “Ella dijo que quería hacerlo de todos modos y eso valió la pena. Melissa tenía razón y nuestras preocupaciones estaban equivocadas”, dijo el profesor Willerslev.
El estudio primero mostró que los Bajau tienen un tamaño medio del bazo un 50% más grande que los Saluan. Los bazos agrandados eran visibles en individuos de Bajau que no buceaban, así como en aquellos que practicaban buceo libre regularmente, lo que eliminó la objeción de que todo era solo una respuesta plástica al buceo.
La secuenciación genética de los individuos Bajau reveló que portan un gen llamado PDE10A que los Saluan no tienen. Ilardo y sus colegas dicen que el gen PDE10A controla los niveles de la hormona tiroidea T4. Son estos niveles elevados de hormona tiroidea los que hacen que el bazo crezca mucho más que el de probablemente todas las demás personas en el resto del mundo.
“Se ha demostrado en ratones que las hormonas tiroideas y el tamaño del bazo están conectados. Si alteras genéticamente a los ratones para que no tengan la hormona tiroidea T4, el tamaño de su bazo se reduce drásticamente, pero este efecto en realidad es reversible con una inyección de T4”, dijo Ilardo.
Hasta ahora, los científicos no estaban seguros de si los nómadas marinos estaban genéticamente adaptados a su estilo de vida extremo. El nuevo estudio ahora proporciona la primera evidencia de que tal adaptación genética ha sido rastreada en humanos. Anteriormente, los investigadores también estudiaron la visión subacuática superior de los niños nómadas del mar tailandeses, pero descubrieron que se trataba de una respuesta plástica al entrenamiento en lugar de una adaptación genética.
Los hallazgos podrían tener implicaciones importantes para la investigación médica. Está bien establecido que la respuesta de buceo humano esencialmente simula la hipoxia aguda, que es la respuesta del cuerpo a un rápido agotamiento de oxígeno. La hipoxia aguda es una de las principales causas de complicaciones en la atención de emergencia, por lo que cualquier medio alternativo para tratarla podría salvar vidas humanas. Por ejemplo, el nuevo estudio podría conducir algún día a una asociación entre la genética y la respuesta fisiológica a la hipoxia aguda.
Tal vez los estudios sobre otros buceadores prolíficos puedan proporcionar aún más pistas. Además de los nómadas del mar, otras poblaciones con destrezas de buceo similares incluyen la población tailandesa Moken y las mujeres buceadoras Haenyeo de Jeju en Corea del Sur.
“Este estudio es un maravilloso ejemplo del valor de estudiar estas pequeñas poblaciones que viven en condiciones extremas”, dijo el profesor Eske Willerslev. “Muchos de ellos están amenazados y esto no es solo una pérdida cultural y lingüística, sino para la genética, la medicina y las ciencias en general. Todavía hay mucha información por recopilar de estas poblaciones poco estudiadas”.
Fuente: ZME Science.