Después de recibir un disparo en la cabeza en 1938 durante la Guerra Civil española, un soldado comenzó a ver el mundo al revés y de cabeza. Según un nuevo informe del caso histórico, publicado el 1 de abril en la revista Neurologia, cuando los médicos examinaron al soldado español de 25 años, conocido como Paciente M, encontraron heridas directas donde la bala entró y salió de su cráneo. Estas heridas no requirieron cirugía.
Sin embargo, fue cuando el soldado salió de la inconsciencia que las cosas se torcieron. El Dr. Justo Gonzalo Rodríguez-Leal, un neurólogo que se desempeñó como médico consultor en el Hospital Militar de Salud Godella en Valencia, documentó originalmente el extraño caso del Paciente M. Había estado examinando a pacientes con lesiones cerebrales para comprender mejor la organización funcional del órgano.
En sus notas traducidas, Gonzalo escribió: “Al recuperarse de este estado, [el paciente M] se dio cuenta de que casi había perdido la vista. [Dijo]: ‘Estaba notando algo con el ojo derecho, pero nada con el izquierdo’.
El paciente M también observó personas y objetos que aparecían en el lado opuesto de su campo de visión, en lugar de donde realmente estaban ubicados. Esta extraña inversión similar a un espejo de la casa de la diversión también se tradujo en ruidos y tacto. Podía leer números y letras hacia adelante y hacia atrás con facilidad y, a menudo, veía cosas por triplicado y con colores que parecían estar separados de los objetos, según el informe del caso.
A Gonzalo también le pareció peculiar que “M mirara su reloj de pulsera desde cualquier dirección para comprobar la hora”, según un artículo de El País.
Estaba particularmente intrigado por cómo el hombre podía “leer el periódico con fluidez y con la misma facilidad en la posición normal y boca abajo”, escribió Gonzalo en su libro de dos volúmenes Brain Dynamics (Instituto S. Ramón y Cajal, 1945).
“[M] había encontrado sus anomalías extrañas cuando, por ejemplo, vio a hombres trabajando boca abajo en un andamio”, escribió. En general, las alteraciones pasan completamente o casi completamente desapercibidas tanto para el Paciente M como para otros pacientes que han sufrido lesiones similares, observó Gonzalo. Luego, cuando los pacientes los descubren, no parecen preocuparse, sino que los consideran como algo temporal que no afecta ni compromete su vida diaria, escribió.
De hecho, Gonzalo notó que el Paciente M restó importancia a sus síntomas de visión invertida y dijo: “Son cosas que a veces aparecen en mi visión”.
Gonzalo continuó estudiando al Paciente M durante décadas, creando su teoría de la dinámica cerebral en el proceso. Sin embargo, en ese entonces, el campo de la neurología permaneció estancado en el pasado y poco receptivo a las nuevas ideas de Gonzalo.
En los años 30, “el cerebro se veía como cajitas”, cuenta a El País Alberto García Molina, neuropsicólogo del Institut Guttmann de Barcelona. “Cuando alterabas una caja, supuestamente había un déficit concreto. Para el Dr. Gonzalo, las teorías modulares no podían explicar los interrogantes que surgían con el Paciente M, por lo que comenzó a crear su teoría de la dinámica cerebral, rompiendo con la visión hegemónica sobre cómo funciona el cerebro”.
Al estudiar al Paciente M y a cientos de otros pacientes con lesiones cerebrales, Gonzalo propuso que los síntomas del daño cerebral dependían de la “magnitud y posición” de la lesión, o lesión dentro del órgano.
Luego identificó tres síndromes generales que podrían ocurrir después de una lesión cerebral: central (alteraciones que afectan múltiples sentidos), paracentral (similar al central pero los efectos no se distribuyen uniformemente entre los sentidos) y marginal (que afecta las vías del cerebro solo para ciertos sentidos). Encontró que la “alteración patológica que se observa después de una lesión cerebral es el resultado de un juego de gradientes. En el síndrome central, la lesión involucra el área donde la superposición de los gradientes visual, táctil y auditivo es mayor, de ahí su carácter simétrico multisensorial”, según el nuevo informe del caso.
Sin tratamiento, el Paciente M vivió el resto de su vida dentro de esta percepción alternativa, hasta su muerte a finales de los 90, según El País.
Fuente: Live Science.