El verano del 2023 batió récords en muchas partes del mundo. Este calor incomparable no es sólo una anomalía fugaz, es una tendencia constante que indica los graves impactos del cambio climático impulsado por las actividades humanas.
Un nuevo estudio publicado por los investigadores Jan Esper, Max Torbenson y Ulf Büntgen pone meticulosamente este verano en contexto. Utilizando una combinación de datos de observación y indicadores climáticos, muestran que el calor del verano no tenía precedentes en al menos 2.000 años. En el hemisferio norte, las temperaturas registradas ya superaban en más de 2°C la media preindustrial.
Es de esperar que ahora todos sepamos que las temperaturas globales están aumentando como resultado de los gases de efecto invernadero producidos por el hombre. Este aumento no es lineal. Todavía puede haber algunos días fríos o incluso años fríos, pero en general, la tendencia es clara: hace cada vez más calor.
Naturalmente, a medida que las temperaturas continúan subiendo, también aumentan las probabilidades de que se produzcan fenómenos meteorológicos increíblemente calurosos. Esto fue evidente en 2023. El año pasado fue el más caluroso de la historia registrada, y por un amplio margen. Rompió récords… y luego los volvió a romper. El nuevo estudio continúa demostrando que durante miles de años, nuestro planeta no ha estado tan caliente.
“Estamos situando la temperatura extrema de 2023 en un contexto a largo plazo, es decir, los últimos 2.000 años”, dijo Esper en una sesión informativa para el periódico. “Si se quiere hacer eso, se necesitan reconstrucciones anuales de temperatura resueltas, y el único indicador que puede proporcionarlas son los anillos de los árboles”.
Un problema creciente
Los anillos de los árboles son herramientas valiosas para estudiar el clima pasado. Cada anillo representa un año de crecimiento, y el ancho y la densidad de los anillos varían según las condiciones ambientales como la temperatura y la precipitación. Durante las temporadas de crecimiento favorables, los árboles producen anillos más anchos, mientras que durante los períodos estresantes se forman anillos más estrechos. Al examinar estos patrones, los científicos pueden reconstruir las condiciones climáticas históricas, ampliando nuestra comprensión de la variabilidad climática a lo largo de cientos o miles de años. Esto permite a los investigadores obtener un registro continuo y de alta resolución de los cambios climáticos pasados incluso antes de que existieran los registros.
En este estudio, Esper y sus colegas combinaron cientos de estas mediciones de nueve regiones. Descubrieron que el verano más frío fue el año 536, durante un período de actividad volcánica que cubrió la Tierra con una capa de polvo y reflejó gran parte del calor. El verano preindustrial más cálido ocurrió durante el período cálido tardorromano. Esta fue una fase de condiciones climáticas relativamente cálidas en Europa y la región del Atlántico Norte, que ocurrió aproximadamente entre el 250 y el 400 d.C.
Pero el verano de 2023 superó eso. Lo superó en más de 0,5°C y fue 3,93°C más caluroso que el verano más frío. Los investigadores también calcularon la temperatura media del verano en el hemisferio norte en la época preindustrial. Descubrieron que el verano de 2023 fue 2,07 °C más caluroso que los promedios instrumentales entre 1850 y 1900 d.C.
Esta es la primera reconstrucción que utiliza anillos de árboles que se remontan a 2.000 años atrás, afirma Esper. Los demás son un poco más cortos o utilizan diferentes tipos de proxies. El estudio también es notable porque destaca los cambios anuales, lo que significa que los indicadores están fechados con precisión.
Desafíos en la medición del calor
Los indicadores de temperatura sólo cubren masas de tierra, dijo Torbenson en la misma sesión informativa. Es mucho más difícil evaluar cómo eran las temperaturas en los océanos en la época anterior a la instrumentación, y también es difícil evaluar las temperaturas en el hemisferio sur, cuando hay menos indicadores.
Hay una reconstrucción de la temperatura de los últimos 2.000 años realizada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, el organismo de la ONU que evalúa la investigación científica sobre el cambio climático, pero esa investigación utiliza indicadores mucho más variados, algunos de los cuales no están fechados con precisión. Por lo tanto, es posible que veas una indicación de temperatura, pero no estés seguro de de qué año es exactamente. También en los trópicos, donde no hay invierno, los anillos de los árboles son mucho más difíciles de analizar.
Los autores reconocen que el calentamiento observado en este estudio no es directamente aplicable a las condiciones globales. No obstante, enfatizan que sus hallazgos resaltan la naturaleza excepcional de las tendencias actuales de calentamiento y subrayan la necesidad crítica de medidas inmediatas para reducir las emisiones de carbono.
Sin embargo, a pesar de estas pequeñas incertidumbres, una cosa está clara: 2023 fue el año más caluroso registrado, con el verano más caluroso registrado, durante al menos 2.000 años (y probablemente mucho más).
Afrontar el problema climático
Este calor sin precedentes tiene implicaciones de largo alcance para nuestra comprensión del cambio climático y la urgencia de abordarlo. Estos hallazgos refuerzan la necesidad de realizar esfuerzos inmediatos y sostenidos para reducir las emisiones de carbono y mitigar los impactos del calentamiento global. La desviación del verano de 2023 con respecto a la variabilidad climática natural es un recordatorio claro y severo de que la temperatura de nuestro planeta está entrando en territorio inexplorado.
Abordar el cambio climático es uno de los mayores desafíos de nuestra sociedad, si no el mayor. Requiere un esfuerzo concertado tanto de la sociedad como de los individuos. A nivel social, los gobiernos y las organizaciones deben implementar políticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, hacer la transición a fuentes de energía renovables e invertir en infraestructura sostenible. Mientras tanto, a nivel individual, todos podemos generar un impacto adoptando estilos de vida sostenibles: reduciendo el consumo de energía, utilizando el transporte público, reciclando y apoyando productos y empresas ambientalmente responsables. La educación y la concientización también son cruciales, ya que es más probable que los ciudadanos informados aboguen por la acción climática y participen en ella.
El estudio fue publicado en Nature.
Fuente: ZME Science.