Otra forma de posponer potencialmente la aparición de la demencia y reducir el riesgo de padecerla es cultivar una vida social activa. Un nuevo estudio descubrió que reunirse con otras personas regularmente se asoció con un retraso de la demencia de hasta cinco años. El equipo responsable del estudio, de la Rush University en los EE. UU., hizo un seguimiento de 1.923 adultos mayores durante un período de casi siete años en promedio, comparando los casos de demencia y el momento en que fueron diagnosticados con los hábitos de socialización.
Lo que encontraron los investigadores fue una diferencia de aproximadamente cinco años en la edad promedio de diagnóstico de demencia entre los participantes más y menos activos socialmente. Podría ser una forma barata, fácil y accesible de protegerse contra el deterioro cognitivo.

“Este estudio es una continuación de trabajos anteriores de nuestro grupo que mostraban que la actividad social está relacionada con un menor deterioro cognitivo en los adultos mayores”, dice el epidemiólogo Bryan James, de la Rush University.
“En este estudio, demostramos que la actividad social está asociada con un mayor riesgo de desarrollar demencia y deterioro cognitivo leve”.
El estudio preguntó a los participantes con qué frecuencia participaban en distintos tipos de actividades sociales. Esa lista incluía salir a comer, asistir a eventos deportivos, jugar al bingo, hacer excursiones de un día o de una noche, visitar a familiares y amigos, asistir a servicios religiosos y hacer trabajo voluntario.
Además de registrar los casos de demencia, la investigación también midió las habilidades cognitivas a lo largo del tiempo a través de 21 pruebas diferentes. En el análisis se tuvieron en cuenta ciertos factores clave que pueden haber influido en los resultados, como la edad y la salud física. Además del retraso en la aparición de la demencia, el equipo descubrió que las personas más activas socialmente tenían un 38% menos de probabilidades de desarrollar demencia y un 21% menos de probabilidades de desarrollar un deterioro cognitivo leve durante el período del estudio, en comparación con las menos activas socialmente.
“La actividad social desafía a los adultos mayores a participar en intercambios interpersonales complejos, lo que podría promover o mantener redes neuronales eficientes en un caso de ‘úsalo o piérdelo'”, dice James.
Los datos no son suficientes para demostrar una causa y efecto directos. Es probable que también intervengan otros factores: por ejemplo, quienes visitan a amigos y familiares con más frecuencia probablemente también sean más activos físicamente.
Sin embargo, existe un fuerte vínculo aquí, y encaja con lo que ya sabemos sobre el aislamiento social y el aumento del riesgo de demencia. Incluso se ha demostrado que tener mascotas cerca marca la diferencia. Plantear los cambios de estilo de vida y el riesgo de demencia en términos simples y breves (como un retraso de cinco años en la aparición de la demencia para las personas socialmente activas) puede ayudar a aumentar la conciencia sobre estas afecciones y cómo se puede prevenirlas, según los investigadores.
“Nuestras estimaciones sobre el grado en que la actividad social se relaciona con la edad de aparición de la demencia proporcionan una perspectiva única para comprender la importancia de la actividad social para la salud pública”, escriben los investigadores en su artículo publicado.
“Teniendo en cuenta los posibles impactos negativos de la pandemia de COVID-19 en la participación social, ahora es importante desarrollar y probar iniciativas dirigidas a la actividad social entre los adultos mayores”.
La investigación se ha publicado en Alzheimer’s & Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association.
Fuente: Science Alert.