En un laboratorio de la Universidad del Sur de California, un ratón se da cuenta de que algo no va bien. Su compañero de jaula yace inmóvil, sin responder. Sin dudarlo, el ratón empieza a olfatear, a acicalarse y luego, con sorprendente determinación, le saca la lengua de la boca a su compañero inconsciente. No se trata de un acto de agresión, sino de un acto de cuidado.
Esta observación, junto con otros casos similares, demuestra que los ratones, a los que a menudo se considera como simples criaturas, muestran un notable instinto para ayudar a sus compañeros en apuros. Esto podría significar que el impulso de ayudar a otros necesitados puede estar profundamente arraigado en nuestra herencia mamífera.
“Comienzan olfateando, luego acicalándose y luego con una interacción física muy intensa”, dijo a New Scientist Li Zhang, fisiólogo de la USC y uno de los autores del estudio. “Realmente abren la boca de este animal y le sacan la lengua”.
Este comportamiento, que los investigadores describen como una forma de “primeros auxilios”, es un esfuerzo deliberado por ayudar a un compañero inconsciente a recuperarse. En más del 50% de los casos, los ratones lograron despejar las vías respiratorias de sus compañeros tirando de su lengua, lo que permitió que el ratón que no respondía se despertara más rápido que los que se quedaban solos.
Una pata que ayuda, impulsada por el instinto
El estudio, dirigido por el neurocientífico de la USC Wenjian Sun, implicó presentarles a los ratones compañeros inconscientes, anestesiados o inmóviles. Algunos de estos compañeros eran compañeros de jaula conocidos, mientras que otros eran desconocidos. Los ratones eran mucho más propensos a intentar la reanimación de individuos conocidos, lo que sugiere que sus acciones no eran puramente reflexivas.
Los investigadores también descubrieron que los cerebros de los ratones se iluminaron con actividad durante estos intentos de rescate. Específicamente, la amígdala medial, una región involucrada en los comportamientos sociales, se activó. También hubo un aumento de oxitocina, la llamada “hormona del amor” vinculada con el vínculo y el cuidado.
Esta respuesta neurológica refleja lo que se ha observado en mamíferos con cerebros más grandes, como los delfines y los elefantes, que son conocidos por ayudar a miembros de su especie en dificultades. Por ejemplo, se ha visto a delfines empujando a compañeros de manada enfermos a la superficie para ayudarlos a respirar. Y se ha visto a elefantes ayudando a parientes heridos.

Uno podría preguntarse si los ratones simplemente sienten curiosidad por sus compañeros inconscientes. Pero la evidencia sugiere lo contrario. Durante cinco días de experimentos repetidos, los ratones continuaron intentando rescatarlos, incluso cuando sus esfuerzos no dieron resultados inmediatos.
En una prueba, los investigadores colocaron una pelota de plástico no tóxica en la boca de un ratón inconsciente. En el 80% de los casos, los ratones que ayudaron lograron sacar el objeto con éxito. Sin embargo, cuando los objetos se colocaron en otras áreas, como el recto o los genitales, los ratones los ignoraron. Esto refuerza el argumento de que las acciones de los roedores estaban motivadas por ayudar a la recuperación.
“Si ampliáramos la ventana de observación, tal vez la tasa de éxito podría ser incluso mayor”, dice Huizhong Tao, otro miembro del equipo de la USC.
Más instinto que intención
“Estos hallazgos se suman a la evidencia de que el impulso de ayudar a otros en estados de extrema angustia es compartido por muchas especies”, escriben los neurocientíficos William Sheeran y Zoe Donaldson en un comentario que acompaña al estudio.
Al mismo tiempo, los investigadores advierten contra la antropomorfización del comportamiento de los ratones. Si bien las acciones se parecen a los primeros auxilios humanos, es probable que estén impulsadas por el instinto en lugar de una intención consciente.
Aun así, el descubrimiento de tal comportamiento en ratones, una especie que no suele asociarse con el cuidado social complejo, sugiere que las raíces del altruismo pueden ser más profundas de lo que pensábamos. “Este comportamiento instintivo desempeña un papel en la mejora de la cohesión grupal y puede estar más ampliamente presente entre los animales sociales de lo que hemos visto hasta ahora”, dijo Zhang.
Si los ratones, con sus cerebros relativamente simples, pueden exhibir tales comportamientos, ¿qué dice eso sobre la universalidad del impulso de ayudar a los demás? Por ahora, los investigadores se centran en comprender los mecanismos neuronales detrás de estos comportamientos. Pero una cosa está clara: incluso en las criaturas más pequeñas, el impulso de cuidar a los demás está vivo y coleando.
Los hallazgos aparecieron en la revista Science.
Fuente: ZME Science.