¿Por qué la tasa de natalidad japonesa se desplomó en 1966 y podría volver a desplomarse en 2026?

Política y sociedad

Corría el año 1966. Japón, en pleno auge económico de posguerra, se transformaba rápidamente. Las ciudades brillaban con luces de neón y los trenes bala pasaban velozmente por extensas zonas urbanas. Todo apuntaba a un futuro brillante y prometedor.

O eso parecía. En 1965, de repente y de forma aparentemente inexplicable, la tasa de natalidad se desplomó. No sólo un poco, sino casi medio millón de nacimientos.

La tasa de fertilidad descendió de sus habituales 2,0-2,1 hijos por mujer a 1,6. La tasa de natalidad se redujo un 26% en un solo año. No hubo guerra, ni hambruna, ni crisis económica. Todo parecía ir bien, como si una mano invisible hubiera puesto en pausa la procreación. Resulta que esa mano era la superstición.

Hinoe-Uma: El miedo al caballo de fuego

La culpable era una antigua creencia conocida como Hinoe-Uma, o Caballo de Fuego. Según el zodíaco tradicional chino, adoptado por Japón hace siglos, cada 60 años se celebra el Año del Caballo de Fuego, cuando el signo elemental del fuego coincide con el signo animal del caballo.

El sistema combina dos ciclos: uno de doce animales (como el caballo, el dragón o el tigre) y otro de cinco elementos (madera, fuego, tierra, metal y agua). A cada año se le asigna un animal y un elemento, y el ciclo completo se repite cada 60 años. Cuando el elemento “fuego” se alinea con el signo “caballo”, formando el inusual y temido año del Caballo de Fuego, se cree, especialmente en el folclore japonés, que las niñas nacidas bajo este signo serán peligrosamente testarudas y traerán desgracias a sus familias.

El último antes de 1966 había sido en 1906. Y en ambas ocasiones, las tasas de natalidad japonesas cayeron.

La superstición es la siguiente: se cree que las niñas nacidas en el año del Caballo de Fuego son testarudas, desventuradas y malditas, y que traerán desgracias, especialmente a sus maridos. “Tendrán grandes dificultades para encontrar marido”, escribió el sociólogo Koya Azumi en un artículo de 1968, “y los japoneses simplemente no estaban dispuestos a correr ese riesgo”.

En la época anterior a la determinación prenatal del sexo, no había forma de saber si un bebé sería niña. Así que, en lugar de arriesgarse, las parejas optaban por no tener hijos.

La anticoncepción moderna ya estaba muy extendida en Japón, al igual que el aborto. “Durante la segunda mitad de 1965, el número de abortos inducidos aumentó drásticamente”, señaló Azumi. “La gente seguía manteniendo sus relaciones sexuales habituales, pero, por alguna razón, estaba decidida a no tener hijos”.

Pero todo se pone aún más extraño.

Una anomalía estadística

Esa determinación de seguir la superstición dejó una huella visible en los registros demográficos del país. Las pirámides de población muestran una marcada disminución entre los nacidos en 1966. Datos de las Naciones Unidas confirman que la tasa de natalidad en Japón se redujo en más del 20%, de 18,5 nacimientos por cada 1.000 personas en 1965 a tan solo 14,5 en 1966.

Sin embargo, no se trataba solo de menos bebés. Había otras distorsiones.

Victor Grech, pediatra y demógrafo, descubrió que la proporción de sexos —la proporción de nacimientos de varones respecto al total de nacimientos— aumentó significativamente en 1966. El número de niños nacidos ese año fue inusualmente alto. ¿Por qué? Grech sugiere que los padres podrían haber “atribuido erróneamente, deliberadamente, el año de nacimiento de las niñas” a 1965 o 196. En esencia, se intentaba engañar al zodíaco. También señala que el aborto probablemente también contribuyó a la reducción del total de nacimientos.

El patrón repitió lo ocurrido en 1906, el año anterior del Caballo de Fuego. En esa época, el número de nacimientos de varones también aumentó, mientras que el de niñas pareció disminuir. Se sospecha que, en aquella ocasión, muchas familias simplemente falsificaron actas de nacimiento para que pareciera que sus hijas nacieron en años más seguros.

¿Qué pasará en 2026?

El próximo año del Caballo de Fuego será 2026. ¿La maldición atacará de nuevo?

Para 1966, Japón era una sociedad industrial avanzada. El analfabetismo prácticamente había desaparecido. La urbanización había transformado la fuerza laboral. Sin embargo, muchas familias aún actuaban como si el año de nacimiento de una mujer pudiera determinar su destino. Incluso cuando los matrimonios concertados disminuyeron —del 70% en la década de 1940 a tan solo el 5% en 2010—, la memoria cultural persistió.

Muchas familias japonesas modernas han abandonado en gran medida estas creencias. La mayoría de los matrimonios se basan ahora en el amor, más que en el emparejamiento parental. Pero la superstición no ha desaparecido. La gente también puede encontrar datos para justificar tales creencias.

Esa anticipación colectiva de la discriminación creó una profecía autocumplida. Las mujeres nacidas en 1966 se han enfrentado a desventajas mensurables, como menores niveles de ingresos y peores resultados educativos en comparación con las mujeres nacidas en años cercanos. Es más probable que esto se deba a la discriminación que a cualquier otra cosa, pero aun así es un impacto medible. Se supone que vivimos en la era de la ciencia y la razón, pero ese también era el caso en 1966. La saga del Caballo de Fuego es un recordatorio de que las creencias antiguas pueden sobrevivir a la lógica y que la cultura, no sólo el conocimiento, a menudo determina las decisiones que tomamos sobre la vida, la muerte y el futuro.

Fuente: ZME Science.

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