La imaginación se basa en la capacidad de diferenciar entre lo real y lo ficticio. Ahora, los científicos han descubierto posibles mecanismos cerebrales que hacen posible esta distinción. Estos, según la hipótesis, podrían ser significativos en afecciones como la esquizofrenia, que puede afectar la percepción de la realidad.
Un artículo publicado el 5 de junio en la revista Neuron exploró estos mecanismos. Los científicos saben, gracias a investigaciones previas, que una región cerebral específica —la circunvolución fusiforme, una gran cresta que recorre dos lóbulos cerebrales— se activa tanto al ver algo en la realidad como al imaginarlo, según explicó a Live Science la primera autora del estudi, Nadine Dijkstra, neurocientífica del University College de Londres.
“Pero lo que descubrimos fue que los niveles de actividad en esa región predicen si crees o no que algo es real, independientemente de si lo ves o lo imaginas”, explicó.
La circunvolución fusiforme participa en el procesamiento visual de alto nivel, como la identificación de objetos y rostros a partir de su apariencia. El estudio sugiere que durante la imaginación, la intensidad de la señal es menor que durante la percepción. Esta diferencia en la intensidad de la señal permite al cerebro distinguir entre ambas. Es decir, si la actividad supera cierto umbral, el cerebro la interpreta como real.
Para llegar a esta conclusión, los científicos utilizaron la resonancia magnética funcional (fMRI), una técnica que rastrea el flujo sanguíneo como medida indirecta de la actividad cerebral. En una serie de experimentos, se pidió a 26 participantes que buscaran líneas diagonales en una pantalla con ruido dinámico (como la estática de un televisor) e indicaran si las líneas estaban presentes. La mitad de las veces, las líneas se mostraban en la pantalla; la otra mitad, no.
Al mismo tiempo, se pidió a los participantes que imaginaran líneas que discurrieran en la misma dirección que las líneas reales o perpendiculares a ellas, según la ronda. También informaron sobre la intensidad de las imágenes percibidas.
“El truco residía en que a veces los participantes imaginaban las mismas líneas [que veían en pantalla] y a veces imaginaban líneas diferentes”, explicó Dijkstra. “Descubrimos que, cuando imaginaban las mismas líneas, afirmaban con mayor frecuencia que veían líneas reales, incluso cuando no las veían”.
En otras palabras, imaginar la imagen que esperabas ver puede engañar al cerebro y hacerle creer que está ahí. Las resonancias magnéticas funcionales ayudaron a los investigadores a monitorear los patrones de actividad en partes específicas del cerebro asociadas con la percepción y la imaginación. El giro fusiforme se activaba tanto cuando las líneas eran imaginarias como reales. Sin embargo, cuando la actividad superaba cierto umbral, los participantes del estudio asumían que era real, explicó Dijkstra.
“En general, la activación durante la imaginación [sola] no es lo suficientemente fuerte como para cruzar este umbral”, añadió.
Cuando la actividad en la circunvolución fusiforme aumentó, también lo hizo la actividad de la ínsula anterior, una región de la corteza prefrontal cerebral, responsable en gran medida de conductas cognitivas como la toma de decisiones y la resolución de problemas. Es casi como si la ínsula anterior “leyera” una señal de realidad proveniente de la circunvolución fusiforme, señalaron los investigadores en su artículo. Sin embargo, el mecanismo subyacente a esta conexión entre ambas áreas cerebrales aún no está claro. Una de las limitaciones del estudio fue que los investigadores utilizaron estímulos muy simples, que no reflejaban lo que la gente encuentra en la vida real, dijo Dijkstra.
“Actualmente estamos desarrollando paradigmas para incluir estímulos más complejos, como objetos, rostros o animales”, afirmó. “Otra dirección a considerar es si podemos lograr que las personas confundan sus imágenes [imaginarias] con la percepción, por ejemplo, estimulando el cerebro en el momento oportuno”.
Thomas Pace, neurocientífico de la Universidad de Sunshine Coast en Australia que no participó en el estudio, dijo que el trabajo de Dijkstra y su equipo proporciona una explicación notablemente simple de cómo distinguimos la realidad de las imágenes mentales.
El estudio sugiere que “nuestra percepción de la realidad se basa en la intensidad de la señal y, por su propio diseño, este sistema puede verse influenciado por el poder de nuestra mente”, declaró a Live Science por correo electrónico. Se trata de un “hallazgo que ayuda a explicar cómo puede fallar el monitoreo de la realidad y sienta las bases para comprender experiencias complejas como las alucinaciones”.
Las investigaciones futuras deberán analizar estímulos más complejos, como los rostros, para determinar cómo funciona este sistema basado en umbrales en diferentes tipos de procesamiento visual, afirmó. Las experiencias del mundo real también suelen ser consistentes en múltiples sentidos y se ajustan a nuestras expectativas de cómo los eventos se desarrollan en secuencias lógicas; estas señales se omitieron en la tarea visual enfocada del estudio.
“Lo más importante”, dijo Pace, “es que examinar este sistema en poblaciones clínicas donde el control de la realidad se ve alterado —como en la esquizofrenia— podría brindar información sobre la solidez de estos mecanismos y su relevancia clínica”.
Fuente: Live Science.