Mucho antes de la era de la electricidad y los frigoríficos congeladores, la carne se conservaba mediante humo. Un nuevo estudio sugiere que esta práctica podría remontarse a casi dos millones de años, e incluso podría ser una de las principales razones por las que nuestros antepasados empezaron a hacer fuego.
Si bien la generación de llamas está inextricablemente ligada al auge de la humanidad, en sus inicios, encender y mantener el fuego habría requerido un tiempo y esfuerzo considerables. Los beneficios de conservar la carne podrían haber sido una razón clave por la que ese tiempo y esfuerzo valieron la pena. El estudio es obra de dos investigadores de la Universidad de Tel Aviv, en Israel, y surge a raíz de estudios previos que vinculaban la evolución humana con la caza de animales grandes y la disminución del tamaño de esos animales a lo largo del tiempo.

Para el estudio, se analizaron nueve sitios históricos diferentes en Sudáfrica, Kenia, Israel, Etiopía y España. Los investigadores analizaron el tamaño de los restos animales hallados en los lugares y su edad estimada. Se cree que algunos huesos tienen casi dos millones de años.
“El proceso de recolectar combustible, encender un fuego y mantenerlo en el tiempo requería un esfuerzo significativo, y necesitaban un motivo convincente y energéticamente eficiente para hacerlo”, afirma el paleoantropólogo Miki Ben-Dor.
“Hemos propuesto una nueva hipótesis respecto a ese motivo”.
Los investigadores señalan que dondequiera que se encontrara fuego en estos yacimientos, también se encontraron restos de animales grandes, no solo plantas y presas pequeñas. Es más, calcularon el aumento de energía al cocinar y consumir esta carne de caza mayor directamente, en comparación con su conservación.

La combinación de estos factores proporciona una sólida evidencia de que estos fuegos no se encendían solo para calentarse ni para cocinar a los animales grandes de inmediato, argumentan los investigadores. La energía necesaria para mantener un fuego encendido habría superado la energía de una o dos comidas de carne cocida. Las llamas no sólo podrían haber ahumado y secado más carne para que durara más tiempo, sino que también mantendrían alejados a otros carroñeros ansiosos de darse un festín con la comida que los primeros humanos habían atrapado, como un hipopótamo o un rinoceronte.
“Para los primeros humanos, el uso del fuego no era algo habitual, y en la mayoría de los yacimientos arqueológicos de hace más de 400.000 años no hay evidencia de su uso”, afirma Ben-Dor. “Sin embargo, en varios yacimientos antiguos, existen claros indicios de su uso, pero sin huesos quemados ni evidencia de asado de carne”. Sabemos que los primeros humanos de aquella época —principalmente el Homo erectus— no utilizaban el fuego con regularidad, sino solo ocasionalmente, en lugares específicos y con fines específicos.
Un elefante antiguo, por ejemplo, podría alimentar a un par de docenas de personas hasta por tres meses, calcularon los investigadores. Vale la pena preservar esos millones de calorías, ya que es un retorno a la inversión de salir a cazar.
“En este estudio, proponemos una nueva comprensión de los factores que motivaron a los primeros humanos a comenzar a utilizar el fuego”, afirma el arqueólogo Ran Barkai.
Es probable que, una vez producido el fuego para estos fines, también se utilizara ocasionalmente para cocinar, con un coste energético marginal nulo.
La investigación ha sido publicada en Frontiers in Nutrition.
Fuente: Science Alert.