Un extraño huracán que azotó las alturas del Polo Norte de la Tierra en 2014 tuvo un impacto sorprendente y puede ser incluso más extraño de lo que los científicos pensaron en un principio. El fenómeno, llamado “huracán espacial”, desató intensos efectos climáticos espaciales que normalmente sólo se ven durante grandes tormentas solares, a pesar de que el Sol estaba inusualmente tranquilo ese día, según un nuevo estudio.
El informe ofrece el primer análisis detallado de la tempestad de casi ocho horas, que se supo por primera vez que ocurrió el 20 de agosto de 2014. Los investigadores descubrieron que interrumpió las señales del GPS, sacudió el campo magnético de la Tierra y llenó la atmósfera superior con electrones adicionales.
“Nuestro estudio demuestra que los huracanes espaciales pueden provocar efectos climáticos espaciales significativos, incluso durante lo que generalmente se considera períodos extremadamente tranquilos”, escribió el autor principal del estudio, Sheng Lu, científico del Instituto de Ciencias Espaciales de la Universidad de Shandong en China, y sus colegas en el estudio, que se publicó en julio en la revista Space Weather.
Una tormenta furtiva en el espacio
El huracán espacial de 2014, descrito formalmente por primera vez en 2021, fue detectado inicialmente por el satélite DMSP F17 del ejército estadounidense, que monitorea las condiciones meteorológicas espaciales. Minutos después, el satélite Swarm B de la Agencia Espacial Europea sobrevoló una región cercana, recopilando datos clave que confirmaron la estructura y el tamaño de la tormenta, según el nuevo estudio.
El huracán medía más de 1000 kilómetros de diámetro y se arremolinaba sobre el casquete polar, una zona de alta latitud donde el campo magnético terrestre canaliza partículas solares y cósmicas hacia la atmósfera. Al igual que su homónimo atmosférico, el huracán espacial presentaba un centro tranquilo, u “ojo”, y brazos espirales arremolinados, claramente visibles en las observaciones satelitales. Pero en lugar de vientos aullantes y lluvias torrenciales, expulsó corrientes de electrones de alta energía a la atmósfera superior. Aunque son invisibles a simple vista, los huracanes espaciales pueden ser detectados por satélites e instrumentos sensibles en la Tierra, gracias a las auroras brillantes y en forma de espiral que estas tormentas producen.
En este caso, los datos de varias naves espaciales y estaciones geomagnéticas en Groenlandia y el Ártico canadiense mostraron interrupciones en la señal GPS, fluctuaciones del campo magnético y densidades de electrones elevadas, todo lo cual puede interferir con la navegación por satélite, las comunicaciones y los sistemas de transmisión de radio, explicaron los científicos en el estudio. La abundancia de mediciones permitió a los investigadores reconstruir la tormenta con un detalle sin precedentes, algo que no había sido posible en décadas anteriores. Desde finales de la década de 1960, los investigadores habían sospechado la posible existencia de huracanes espaciales, pero hasta ahora carecían de las herramientas para confirmar su existencia.
“En aquella época, aunque había muchas naves espaciales en el espacio, no contaban con la instrumentación necesaria para comprender realmente lo que estaba ocurriendo”, declaró a Eos John Foster, investigador del Observatorio Haystack del MIT, quien recordó haber presenciado un evento similar hace más de 50 años. “Lo que hace que este evento sea realmente especial es la amplia variedad de instrumentación disponible en el espacio para observar las características de este fenómeno”.
Inicialmente considerado una anomalía rara, el huracán espacial de 2014 ha abierto la puerta a nuevos descubrimientos. Estudios de seguimiento recientes han revelado que estas tormentas no sólo son más frecuentes de lo que se creía, sino que también ocurren en ambos hemisferios, generalmente durante los meses de verano y posiblemente hasta diez veces al año. A pesar de las posibles interrupciones en los satélites y los restos de basura en órbita, los huracanes espaciales no representan un peligro para la vida en la Tierra.
Fuente: Live Science.