Hace doce mil años, en las profundidades de una cueva de piedra caliza en el norte de Vietnam, un hombre fue alcanzado por una flecha de cuarzo. Pero no murió de inmediato. Su cuerpo intentó sanar la herida supurada, pero la lesión propagó la infección a sus huesos. Meses después, sucumbió.
Los arqueólogos lo llaman TBH1, en honor a la cueva de Thung Binh 1 donde encontraron sus restos en 2018. Su esqueleto, conservado con notable detalle, ahora está cambiando lo que sabemos sobre el conflicto y la violencia letal al final de la última Edad de Hielo.
Violencia en los albores del Sudeste Asiático
Cuando los investigadores levantaron cuidadosamente los huesos del suelo de la cueva, encontraron al hombre enterrado en posición fetal, con el rostro apoyado en las manos. Una roca caída le había aplastado el cráneo. Sin embargo, su esqueleto estaba lo suficientemente completo como para reconstruir su rostro, medir su estatura e incluso recuperar parte de su ADN.
TBH1 medía unos 174 centímetros de altura y tenía alrededor de 35 años cuando falleció. Salvo una lesión leve en el tobillo, sus huesos presentaban pocos signos de enfermedad. Pertenecía a una población de cazadores-recolectores nativa del Sudeste Asiático. Su ADN mitocondrial lo vinculaba a un linaje genético conocido como haplogrupo M, compartido por los primeros recolectores del sur y sudeste asiático.
Pero los investigadores también notaron algo extraño. Cerca del cuello, tenía una costilla extra, una variante congénita poco común llamada costilla cervical. Esta costilla tenía una fractura. La fractura no había sanado completamente. En cambio, el hueso mostraba evidencia de infección: un conducto de drenaje por donde antes se filtraba pus.
Junto a la costilla, en el mismo bloque de sedimento, los arqueólogos descubrieron un diminuto fragmento de cuarzo. De apenas 18 milímetros de largo, había sido cuidadosamente tallado. Para los investigadores, parecía una micropunta, probablemente fijada en un dardo o una flecha.
“El trauma y la infección posterior son la causa probable de muerte y, hasta donde sabemos, el primer indicio de conflicto interpersonal en el sudeste asiático continental”, escribieron los autores del estudio.
Un arma exótica

La punta de cuarzo plantea tantas preguntas como respuestas. “No coincide con ninguna otra herramienta de piedra de Thung Binh 1 ni con sitios cercanos, lo que plantea interrogantes sobre quién la fabricó y su procedencia”, declaró Benjamin Utting, del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano.
Su naturaleza exótica sugiere conexiones —o conflictos— entre grupos distantes de cazadores-recolectores. Los arqueólogos han documentado armas microlíticas de este tipo con mayor frecuencia en las islas del Sudeste Asiático, donde aparecen puntas de obsidiana en conjuntos del mismo período. Si el fragmento hallado en Vietnam realmente formaba parte de un proyectil, podría representar un momento en el que los contactos a larga distancia transmitieron no solo ideas y herramientas, sino también violencia.
Aun así, algunos expertos son más cautelosos. “Este proyectil de cuarzo podría haber sido el culpable de la infección de una costilla, pero, en mi opinión, es difícil determinar si se trató de un acto violento o de una lesión accidental”, declaró a Live Science en un correo electrónico Michael Rivera, bioarqueólogo de la Universidad de Hong Kong, quien no participó en el estudio.
Supervivencia y cuidados
Lo que está claro es que TBH1 sobrevivió lo suficiente como para que se produjera la infección. Esa supervivencia probablemente requirió ayuda. Con una costilla rota cerca del cuello, actividades cotidianas como cargar cargas o incluso respirar profundamente habrían sido dolorosas. Rivera señaló que TBH1 “probablemente recibió cuidados de su comunidad”, quienes lo ayudaron a vivir durante meses después de la herida inicial.
Su entierro también sugiere respeto. Aunque no está marcado por ajuar funerario, la cuidadosa colocación de su cuerpo en la cueva concuerda con otras evidencias de que las colinas calizas de Thung Binh se utilizaron como cementerio durante siglos.
El hallazgo forma parte de un registro creciente, pero aún poco común, de violencia prehistórica. Fosas comunes en Europa de hace 6.000 años y esqueletos del lago Turkana de Kenia, de unos 10.000 años de antigüedad, muestran masacres entre cazadores-recolectores. En el valle del Nilo, en Egipto, los esqueletos de Jebel Sahaba revelan algunas de las evidencias más antiguas del mundo de conflicto organizado.
TBH1 ahora añade el Sudeste Asiático a esa historia. Su herida podría representar la primera señal directa de violencia interpersonal en el continente de la región. Al mismo tiempo, su supervivencia nos recuerda que las sociedades de la Edad de Hielo eran capaces de compasión, así como de conflicto.
“Este es un nuevo y apasionante informe de un tiempo y lugar en el que tenemos muy pocos esqueletos bien conservados para estudiar”, dijo Rivera.
Al final, el hombre de Thung Binh 1 vivió lo suficiente para que su historia perdurara miles de años. Una costilla fracturada y un diminuto trozo de cuarzo ofrecen ahora una visión excepcional del drama humano —violencia, resiliencia y cuidados— al borde del Pleistoceno.
Los investigadores publicaron sus hallazgos en la revista Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences.
Fuente: ZME Science.