Los caballos no solo cambiaron la forma de viajar de las personas. Reconfiguraron el curso de la civilización. Sin embargo, los científicos siempre se han preguntado cómo, exactamente, los animales salvajes de las estepas se transformaron en los compañeros montables que tiraban de carros, transportaban guerreros y, con el tiempo, impulsaron imperios.
Ahora, un nuevo y exhaustivo estudio del ADN de caballos antiguos ofrece una respuesta precisa: una peculiaridad genética en un solo gen, llamado GSDMC, contribuyó a que los animales asustadizos se convirtieran en criaturas que los humanos podían ensillar y montar. Una vez que esa variante genética se propagó, la historia de la humanidad despegó a toda velocidad.
Descifrando el código de la domesticación de caballos
Investigadores dirigidos por Xuexue Liu y Ludovic Orlando analizaron genomas de caballos a lo largo de miles de años, rastreando 266 marcadores genéticos vinculados a rasgos como el comportamiento, el tamaño corporal y el color del pelaje. Sus resultados, publicados en Science, sugieren que la domesticación temprana no comenzó con pelajes llamativos ni complexiones más altas. En cambio, los primeros criadores, como era de esperar, seleccionaron por temperamento.
Una de las primeras señales de selección apareció en el gen ZFPM1, vinculado en ratones con la ansiedad y la tolerancia al estrés. Ese cambio genético, ocurrido hace unos 5000 años, pudo haber hecho a los caballos un poco más tranquilos, lo suficientemente mansos como para que las personas pudieran mantenerlos cerca.
Pero el verdadero punto de inflexión llegó unos siglos después. Hace unos 4200 años, los caballos portadores de una versión particular del gen GSDMC comenzaron a predominar. En humanos, las variantes cercanas a este gen se asocian con dolor de espalda crónico y problemas de estructura espinal. Pero en caballos y ratones de laboratorio, la mutación remodela las vértebras, mejora la coordinación motora y aumenta la fuerza de las extremidades. En resumen, hizo que los caballos fueran montables.
El auge del caballo montable

Las cifras son asombrosas. La frecuencia de la variante GSDMC se disparó del 1% a casi el 100% en tan solo unos siglos. Laurent Frantz, de la Universidad Ludwig-Maximilians de Múnich, quien escribió un comentario acompañante, califica esta selección de “casi sin precedentes en la evolución”. En comparación, la mutación humana que permite a los adultos digerir la leche —un rasgo con enormes ventajas para la supervivencia— se propagó mucho más lentamente, con una fuerza de selección de tan solo el 2-6%.
“Las condiciones propicias para el auge del caballo montable se materializaron hace unos 3500 años en la estepa euroasiática, al norte del mar Caspio”, explicó Frantz. Fue entonces cuando las culturas locales comenzaron a buscar animales para la guerra y el transporte, en lugar de para la alimentación. La genética se alineó: las raras mutaciones ya presentes en los caballos salvajes satisficieron la ambición humana.
El resultado fue transformador. Los caballos portadores de la variante GSDMC se extendieron rápidamente por Eurasia, desplazando a casi todos los demás équidos domésticos, excepto a los burros. La evidencia arqueológica demuestra que la equitación, y no el tiro de carros, fue el principal impulsor de esta revolución. En cuestión de siglos, se podían encontrar jinetes desde las estepas del Volga hasta los confines de China.
No sólo caballos, sino la historia misma
Los autores del estudio también encontraron cambios en otros rasgos. Desde la Edad de Hierro, la gente crió animales para alcanzar mayor tamaño, creando monturas de caballería más robustas. Las preferencias por el color del pelaje fueron variables (castaño, marcas blancas, patrones plateados), pero estas fueron selecciones estéticas comparadas con la potencia bruta de la montabilidad.
Es fácil olvidar lo contingente que fue esto. Mutaciones como la variante GSDMC ocurren raramente, y la mayoría desaparece antes de siquiera ser importantes. Si los caballos portadores de esta variante se hubieran extinguido, o si ninguna comunidad hubiera intentado montarlos, la historia de la humanidad podría ser muy diferente. “Lo que es cierto es que estos primeros jinetes iniciaron una revolución que cambió el mundo, demostrando cómo las inmensas corrientes de la historia pueden desencadenar los cambios biológicos más pequeños”, escribió Frantz.
A partir de ese momento, el vínculo entre caballo y jinete impulsó imperios, guerras y migraciones. Los arqueros montados redefinieron el combate en Asia. Los viajes de larga distancia se hicieron posibles. Incluso los sistemas agrícolas cambiaron gracias a los arados tirados por caballos. Hasta la llegada del motor de combustión, los caballos eran el medio de transporte terrestre más rápido de la humanidad. Y todo dependía de un pequeño tramo de ADN que doblaba la columna vertebral, fortalecía las piernas y nos permitía subirnos al lomo de un caballo.
Fuente: ZME Science.