La dislexia es un trastorno del desarrollo neurológico que afecta a entre el 5% y el 10% de las personas que viven en la mayoría de los países, independientemente de su nivel educativo y cultural. Las personas con dislexia experimentan dificultades persistentes para leer y escribir, y a menudo les cuesta identificar palabras y escribirlas correctamente.
Estudios previos con gemelos sugieren que la dislexia es en gran parte hereditaria, lo que significa que su aparición está parcialmente influenciada por factores genéticos heredados de padres y abuelos. Sin embargo, las variantes genéticas exactas (es decir, pequeñas diferencias en las secuencias de ADN) asociadas con la dislexia aún no se han definido con claridad.
Investigadores de la Universidad de Edimburgo, el Instituto Max Planck de Psicolingüística y otros institutos llevaron a cabo recientemente el mayor estudio de asociación genómica hasta la fecha, que explora las bases genéticas de la dislexia. Su artículo, publicado en Translational Psychiatry, identifica varios locus genéticos previamente desconocidos que se relacionaron con una mayor probabilidad de padecer dislexia.
“Esta investigación fue motivada por el desafío de larga data de identificar la base genética de la dislexia, una diferencia de aprendizaje común y a menudo hereditaria, caracterizada por dificultades con la lectura, la ortografía o la escritura”, dijo a Medical Xpress Hayley Mountford, investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad de Edimburgo.
Aunque estudios previos habían revelado algunas asociaciones genéticas, la investigación sobre la dislexia aún está muy por detrás de la del autismo o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), y los mecanismos biológicos seguían siendo inciertos. La reciente disponibilidad de estadísticas resumidas de dos grandes estudios de asociación del genoma completo (GWAS) nos permitió combinarlas en un metaanálisis más potente.
Los objetivos principales del reciente estudio de Mountford y sus colegas fueron descubrir nuevos genes relacionados con la dislexia, a la vez que se obtenía nueva información sobre la base biológica de las diferencias en la capacidad lectora. Además, los investigadores deseaban explorar la posibilidad de que las puntuaciones genéticas de las personas (también conocidas como índice poligénico) pudieran predecir las dificultades lectoras.
Como parte de su estudio, también intentaron determinar si existe una selección evolutiva reciente en la dislexia. Finalmente, el equipo esperaba reducir el estigma asociado a la dislexia al arrojar nueva luz sobre sus procesos biológicos subyacentes.
“Comenzamos reuniendo dos grandes conjuntos de datos genéticos de estudios previos: uno del Consorcio GenLang, que incluye datos detallados de pruebas de capacidad de lectura, y otro de 23andMe, que incluía a más de 50.000 personas con diagnóstico de dislexia. En total, analizamos datos genéticos de más de 1,2 millones de personas”, explicó Mountford.
“Utilizamos un método llamado MTAG (Análisis Multirasgo de GWAS), que permite analizar conjuntamente rasgos relacionados, como la capacidad de lectura y el diagnóstico de dislexia, para detectar más asociaciones genéticas que las que se podrían encontrar analizándolos por separado”.
Tras identificar las variantes genéticas asociadas, los investigadores intentaron comprender mejor su contribución a la biología de la dislexia mediante herramientas bioinformáticas. Además, crearon un índice poligénico que estima el riesgo genético de que una persona desarrolle una afección específica.
Posteriormente, Mountford y sus colegas intentaron determinar la precisión con la que estas estimaciones predecían el rendimiento lector de un grupo de niños. Finalmente, examinaron ADN antiguo recopilado durante los últimos 15.000 años para explorar cómo estos genes han evolucionado con el tiempo.
“Nuestro estudio representa el análisis genético más amplio y potente de la dislexia hasta la fecha”, afirmó Mountford. “Identificamos 80 regiones asociadas con la dislexia, incluyendo 36 regiones que no se habían reportado previamente como significativas. De estas 36 regiones, 13 eran completamente nuevas y no presentaban una asociación previa sugestiva con la dislexia. Esto amplía significativamente nuestra comprensión de la arquitectura genética de los rasgos relacionados con la lectura”.
Curiosamente, los investigadores descubrieron que muchos de los genes descubiertos están activos en regiones cerebrales que se sabe que aún se están desarrollando en las primeras etapas de la vida. Además, parecían contribuir a la señalización y al establecimiento de puntos de comunicación (es decir, sinapsis) entre neuronas.
“Nuestro índice poligénico logró explicar hasta el 4,7% de la varianza en la capacidad lectora en una muestra independiente, y aunque modesto, este es un paso significativo hacia la posible identificación temprana de dificultades lectoras”, afirmó Mountford. “No encontramos evidencia de selección evolutiva reciente a favor o en contra de los genes asociados a la dislexia, lo que sugiere que esta no se ha visto afectada por ningún cambio social importante ocurrido en los últimos 15.000 años en el norte de Europa”.
El reciente trabajo de Mountford y sus colegas contribuye significativamente a la comprensión de la dislexia y de las habilidades lectoras en general, arrojando nueva luz sobre sus fundamentos biológicos. Los investigadores lograron identificar 13 nuevos loci genéticos vinculados a la dislexia, implicados en los procesos tempranos del desarrollo cerebral.
Como parte de sus próximos estudios, planean realizar análisis genéticos de rasgos cruzados. Estos análisis les permitirían, por ejemplo, determinar si algunos genes relacionados con la dislexia se superponen con genes asociados con el TDAH, los trastornos del lenguaje y otros trastornos del desarrollo neurológico, además de identificar genes específicos de cada trastorno.
“También planeamos explorar cómo el riesgo genético de dislexia influye en los resultados a lo largo de la vida, incluida la educación, la carrera profesional y la salud mental”, agregó Mountford.
“Simultáneamente, intentaremos mejorar las puntuaciones poligénicas incorporando muestras más diversas e integrando factores ambientales como la educación temprana y la alfabetización en el hogar. Finalmente, planeamos realizar un estudio de seguimiento para investigar cómo los genes recién identificados influyen en el desarrollo cerebral, utilizando modelos celulares y genética de imágenes”.
Fuente: Medical Xpress.