Como personas ocupadas, hacemos malabares con muchas tareas, mantenemos muchas pelotas en el aire y tratamos de evitar que se caiga ninguna. En clase, los instructores lanzan ideas; a veces pasan por encima de nuestras cabezas, pero otras veces las captamos rápidamente.
Las oraciones anteriores contienen metáforas familiares, a veces llamadas clichés: palabras o frases comunes tomadas de acciones físicas para transmitir conceptos abstractos. Los poetas y escritores pueden crear metáforas nuevas y convincentes, pero todos usamos cientos de estas metáforas cotidianas en conversaciones habituales.
Un equipo de científicos de Princeton ha encontrado una forma de medir el impacto de este lenguaje metafórico. Al rastrear la dilatación de la pupila en una fracción de segundo como respuesta a una experiencia impactante, han descubierto que nuestros cerebros prestan constantemente más atención a las metáforas convencionales que a alternativas similares. Por ejemplo, “captar una nueva idea” desencadena una respuesta mayor que el equivalente literal de “aprender una nueva idea” o la frase concreta “agarrar el pomo de una puerta”.
“La investigación del lenguaje se encuentra en la intersección de la ciencia y las humanidades”, dijo Adele Goldberg, profesora de psicología en Princeton, quien también es miembro asociado de la facultad en el Programa de Lingüística. “Los términos concretos utilizados en las metáforas nos ofrecen una forma de basar nuestros pensamientos abstractos en el mundo físico. El trabajo actual nos anima a apoyarnos en las metáforas para relacionarnos más estrechamente entre nosotros”. Ella es la autora principal de un artículo que aparece en la edición de diciembre de Journal of Memory and Language.
Su investigación ofrece una posible explicación de por qué las expresiones metafóricas son tan comunes en todos los idiomas conocidos: las expresiones metafóricas son más atractivas y transmiten un significado más rico que las frases literales que expresan el mismo contenido básico, o descripciones concretas que usan palabras con imágenes similares.
Goldberg y sus colegas planean investigar si las metáforas cotidianas evocan el mismo efecto en los niños y las personas neurodivergentes (personas cuyos cerebros procesan de manera diferente a lo que se considera típico, incluidos aquellos en el espectro del autismo), con el objetivo de comprender mejor el papel del lenguaje metafórico en la comunicación en general. Los investigadores también consideraron las implicaciones para los maestros y los padres y cómo el lenguaje metafórico podría ayudarlos a comunicarse de manera más efectiva con los estudiantes y los niños.
“Estamos interesados en por qué las personas en el espectro del autismo a menudo luchan con el lenguaje”, dijo Goldberg. “Es la única población que a menudo aprende el lenguaje tarde y, a veces, no lo aprende en absoluto. Cuando las personas con autismo aprenden el lenguaje, pueden tener problemas para comprender el sarcasmo y el lenguaje metafórico. Nos gustaría evaluar a un grupo de personas con autismo altamente verbales para ver si muestran el mismo efecto que las personas neurotípicas del estudio actual”.
Fuente: Medical Xpress.