Todavía no sabemos cómo curar la enfermedad de Alzheimer, pero los científicos están aprendiendo más sobre lo que aumenta o disminuye nuestro riesgo de desarrollarla, y uno de esos factores de riesgo parece ser la dieta a la que nos hemos acostumbrado en el mundo occidental. Una nueva revisión de 38 estudios previos de los últimos cinco años identifica el patrón de dieta occidental como un factor de riesgo para desarrollar la enfermedad de Alzheimer en casos leves a moderados de la enfermedad.
Por otro lado, la dieta mediterránea, la dieta cetogénica y la suplementación de la dieta con ácidos grasos omega-3 y probióticos parecen proteger contra la enfermedad, pero solo en aquellos casos leves a moderados. Investigadores de varias instituciones en China proponen que los cambios en la dieta podrían ser una forma de reducir el riesgo de desarrollar Alzheimer y otros tipos de demencia y limitar el daño que causa a nuestras capacidades cognitivas.
“Ciertas intervenciones nutricionales pueden retrasar la progresión de la enfermedad de Alzheimer y mejorar la función cognitiva y la calidad de vida”, escriben los investigadores en su artículo publicado.
En los estudios analizados, estas “intervenciones nutricionales” mejoraron la función cognitiva y la calidad de vida de las personas con alzhéimer de leve a moderado. También parecían retrasar la progresión de la enfermedad.
Si bien no sabemos qué causa el Alzheimer, sí sabemos que provoca la acumulación de péptidos beta-amiloides (Aβ) y grupos de proteína tau en el cerebro, lo que lleva a la descomposición de las neuronas clave para pensar y recordar. Según la investigación, la forma en que las elecciones dietéticas afectan la inflamación podría ser clave aquí: las dietas occidentales ricas en grasas saturadas, azúcar y sal podrían estar sometiendo a nuestros cuerpos a un estrés adicional, lo que de alguna manera nos hace más vulnerables a la demencia.
“Los principales mecanismos se basan en la reducción del estrés oxidativo y la inflamación y una menor acumulación de péptidos Aβ”, escriben los investigadores.
La dieta mediterránea es alta en granos integrales, frutas, verduras y mariscos, mientras que la dieta cetogénica es un enfoque de alimentación muy específico, alto en grasas y bajo en carbohidratos. Como señalan los investigadores, la dieta cetogénica no está exenta de riesgos en términos de salud general y debe usarse con la consulta de un médico.
Se cree que la demencia afecta a más de 50 millones de personas en todo el mundo a partir de 2020, y ese número aumenta constantemente. Descubrir formas de reducir el riesgo mientras continúa la búsqueda de una cura podría marcar una diferencia significativa. El trabajo continúa para comprender cómo la dieta está relacionada con la enfermedad de Alzheimer y los mecanismos en juego, pero este estudio y otros similares están ayudando a brindar a los científicos una imagen más precisa de cómo lo que comemos afecta el cerebro.
“Los resultados mostraron que las intervenciones nutricionales son capaces de ralentizar la tasa de progresión de la enfermedad de Alzheimer, mejorar la función cognitiva y mejorar la calidad de vida de estos pacientes”, escriben los investigadores.
“Sin embargo, quedan muchas lagunas de conocimiento por investigar. Por lo tanto, se recomienda un estudio más profundo sobre la asociación entre la nutrición y la enfermedad de Alzheimer”.
La investigación ha sido publicada en Frontiers in Neuroscience.
Fuente: Science Alert.