La ciencia lo confirma: la jardinería es buena para tu salud

Salud y medicina

Pasar tiempo entre la tierra y los brotes podría ser más beneficioso para tu salud de lo que crees. Un nuevo y exhaustivo estudio de estudios (una “revisión general”) confirma lo que los jardineros saben desde hace mucho tiempo: que ensuciarse las manos puede hacerte sentir mejor, pensar con más claridad e incluso vivir más.

Para millones de personas, la jardinería es un pasatiempo relajante y gratificante. Pero según los científicos, es más que un simple pasatiempo: es una “intervención multicomponente”. En términos científicos, esto se refiere a algo que funciona de muchas maneras a la vez.

La jardinería combina actividad física ligera, exposición a la naturaleza, objetivos estructurados y, a menudo, interacción social. Cada uno de estos elementos se ha relacionado de forma independiente con un mayor bienestar. Pero cuando se combinan, como ocurre en la jardinería, los efectos pueden ser significativos.

Investigadores de la Universidad de Ciencias Agrícolas de Cluj (Rumanía) y del King’s College de Londres analizaron cuatro décadas de literatura científica. Extrajeron conclusiones de 40 revisiones sistemáticas y metaanálisis con miles de participantes de todo el mundo, y el mensaje es claro: ya sea que se planten plantas en macetas en el alféizar de una ventana o se cultive un huerto comunitario, la jardinería ofrece beneficios medibles.

La jardinería es buena para la mente.

La jardinería se asoció consistentemente con menores tasas de depresión y ansiedad, mejor estado de ánimo y autoestima, mayor función cognitiva y mayor satisfacción vital. Un hallazgo clave fue un aumento del 55% en el bienestar general de los participantes que participaron en intervenciones de jardinería. Eso no es un pequeño golpe. Es un cambio de vida.

Entonces, ¿cómo exactamente plantar tomates o cuidar un jardín beneficia a la mente humana? Los investigadores señalan varios mecanismos que se superponen.

En primer lugar, está la actividad física, aunque sea suave. Cavar, agacharse y regar mantienen el cuerpo en movimiento, lo que aumenta las endorfinas y reduce la inflamación. El riesgo de lesiones en la jardinería es mínimo. En segundo lugar, la exposición a espacios verdes tiene su propio efecto positivo. Se ha demostrado que la naturaleza tiene un efecto calmante, reduciendo el cortisol (la hormona del estrés) a la vez que mejora la atención, la creatividad y la regulación emocional. Los científicos la denominan “teoría de la restauración de la atención“, que sugiere que los entornos naturales nos ayudan a recuperarnos de la fatiga mental.

En tercer lugar, la jardinería fomenta la atención plena. Cuando te concentras en cuidar un ser vivo, es menos probable que te obsesiones con arrepentimientos del pasado o preocupaciones futuras. Esa presencia, según los investigadores, desarrolla resiliencia emocional. Y, por último, está la conexión. Ya sea compartiendo verduras sobrantes, charlando con los vecinos en una parcela comunitaria o simplemente recordando los ritmos más amplios de la vida, la jardinería fomenta un sentido de conexión, ya sea con la naturaleza o con la comunidad local.

La jardinería parece ser útil para todos.

Créditos de la imagen: Markus Spiske.

Los adultos mayores experimentaron algunos de los efectos más profundos en la investigación. La jardinería les ayudó a mantener la función física, mejorar la memoria y combatir la soledad. En el caso de las personas con demencia, la terapia hortícola mejoró el estado de ánimo y la interacción social.

Los adultos con problemas de salud mental, como depresión y ansiedad, también experimentaron mejoras significativas. Experimentaron una reducción de los síntomas y una mayor sensación de propósito. Si bien las reducciones numéricas específicas en las puntuaciones de depresión o ansiedad variaron según el estudio, la tendencia constante en múltiples revisiones mostró que las intervenciones de jardinería generaron mejoras mensurables en la salud mental.

Incluso personas con enfermedades crónicas, como cardiopatías o diabetes, mostraron mejoras. La jardinería se asoció con una alimentación más saludable (más frutas y verduras frescas), un mejor control del peso y una presión arterial más baja. Los niños no fueron incluidos en este estudio, pero investigaciones anteriores han sugerido que la jardinería también puede ayudarlos a mantenerse más concentrados y a tener un mejor desempeño en la escuela.

La evidencia es prometedora, pero no perfecta

Si bien los hallazgos son abrumadoramente positivos, los investigadores recomiendan cautela. No todos los estudios incluidos en la revisión general fueron de alta calidad. De hecho, el 71 % de ellos se calificaron como “críticamente baja” según una herramienta estándar de evaluación de calidad. Esto no significa que los hallazgos sean erróneos, sino que sugiere que necesitamos investigaciones más rigurosas y de mayor calidad para confirmarlos.

Por ejemplo, muchos estudios carecían de grupos de control o se basaban en datos autodeclarados. Otros no definían claramente qué se consideraba “jardinería” o no consideraban variables como la frecuencia o la duración de la actividad. Los estudios también tienden a analizar correlaciones, sin establecer una causalidad. Quienes cultivan un huerto suelen ser más propensos a adoptar otros hábitos saludables, como cocinar en casa, caminar con regularidad o reducir el tiempo frente a pantallas. Por lo tanto, algunos de los beneficios para la salud mental podrían derivar de estos hábitos asociados. Dicho esto, el número más pequeño de ensayos controlados aleatorios (el estándar de oro en la investigación médica) aún encontró resultados positivos consistentes.

Los autores de la revisión instan a una mayor inversión en la jardinería como herramienta de salud pública. Al igual que una dieta saludable se utiliza cada vez más como intervención sanitaria, hábitos saludables como la jardinería también podrían ser útiles.

Incluso existe un movimiento creciente para incorporar la jardinería en los planes de tratamiento de salud mental, especialmente para la depresión, la ansiedad y la recuperación de traumas. Conocida como “terapia hortícola”, este enfoque combina psicología, terapia ocupacional y ciencias ambientales. No se necesita tener buena mano para la jardinería ni ninguna habilidad especial. Incluso una sola planta de interior, unas cuantas hierbas en el alféizar de la ventana o el voluntariado en un huerto local pueden generar un cambio positivo. En un mundo que a menudo se siente rápido, fragmentado y desconectado, la jardinería nos arraiga —literal y figurativamente— en algo más lento, más constante y profundamente humano.

El estudio fue publicado en BMC Systematic Reviews.

Fuente: ZME Science.

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