La terraformación de Marte podría funcionar. Y los científicos tienen un plan para intentarlo

Astronáutica

Marte es una sombra congelada de lo que fue. Sus cauces fluviales están secos, su aire es enrarecido y está repleto de dióxido de carbono, y su suelo está empapado de sales hostiles a la vida. Sin embargo, bajo el polvo rojo yace un potencial planetario: un planeta que una vez tuvo lagos y cielos, y quizás las condiciones ideales para el surgimiento de la vida.

Ahora, un equipo de investigadores quiere devolver a Marte esa posibilidad perdida, no por nostalgia, sino para plantear una pregunta más profunda: ¿es posible devolver la vida a un mundo muerto?

Estos científicos no proponen una colonia ni un biodomo. Hablan de algo mucho más audaz: transformar el clima de un planeta, manipular su composición química y sembrarlo con vida terrestre. Quieren terraformar Marte.

En un nuevo artículo, un grupo de científicos planetarios, biólogos e ingenieros defiende la idea de que Marte sea el experimento ecológico definitivo. El estudio, dirigido por Erika Alden DeBenedictis, de Pioneer Research Labs, describe un plan por etapas para lograr la habitabilidad de Marte a lo largo de los siglos.

Durante décadas, la idea de terraformar Marte perteneció al ámbito de la ciencia ficción. Ahora, los científicos afirman que es hora de abordarla como ciencia.

“Hace treinta años, terraformar Marte no solo era difícil, sino imposible”, declaró DeBenedictis a Space.com. “Pero nuevas tecnologías como Starship [de SpaceX] y la biología sintética lo han convertido en una posibilidad real”.

Un nuevo caso para la terraformación

El artículo propone que los avances recientes en ingeniería climática, biología sintética y vuelos espaciales justifican una nueva agenda de investigación. Marte es frío. Su temperatura media ronda los -70°C, y su atmósfera, extremadamente fina (apenas un 0,6 % de la presión de la terrestre), no puede albergar agua líquida durante mucho tiempo. El primer paso hacia la terraformación es calentarla.

El estudio describe un enfoque por fases. La primera fase es abiótica: calentar la superficie marciana mediante nuevas técnicas como velas solares, aerosoles artificiales o recubrimiento de superficies con aerogeles de sílice ultraligeros. Estos métodos buscan elevar la temperatura superficial en al menos 30°C, suficiente para derretir parte del hielo atrapado en el suelo congelado de Marte. Esto desencadenaría un ciclo de retroalimentación que provocaría la emisión de aún más gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Actualmente, Marte recibe solo unos 130 vatios de energía solar por metro cuadrado, mucho menos que la Tierra. Sin embargo, su tenue atmósfera implica que incluso pequeños cambios en la entrada de calor podrían alterar drásticamente su clima.

“Juntos, los avances en la capacidad de lanzamiento de la Tierra, combinados con las nuevas técnicas de calentamiento propuestas, podrían potencialmente elevar la temperatura de Marte en 30°C dentro de este siglo”, escriben los autores.

De la biología a la biosfera

En la segunda fase, el enfoque se centraría en la vida. Se introducirían microbios extremófilos genéticamente modificados —diseñados para sobrevivir al frío, la radiación y las sales tóxicas de Marte— para establecer las primeras bases biológicas. Algunos incluso podrían utilizar sales de perclorato, comunes en Marte, como fuente de energía metabólica.

“Ahora sabemos que Marte fue habitable en el pasado, gracias a los datos proporcionados por los exploradores marcianos”, afirmó el coautor Edwin Kite, de la Universidad de Chicago. “Por lo tanto, reverdecer Marte podría considerarse el mayor desafío para la restauración ambiental”.

Estos organismos ayudarían a iniciar la sucesión ecológica, creando materia orgánica, liberando oxígeno y cambiando lentamente la química de la superficie y la atmósfera.

La tercera fase sería la más larga y ambiciosa: construir una biosfera estable que incluya aire rico en oxígeno, potencialmente respirable para los humanos. El objetivo es una atmósfera de oxígeno de 0,1 bares, suficiente para sustentar la vida humana sin trajes presurizados.

“La vida es preciosa; no conocemos ningún otro lugar del universo donde exista”, afirmó Robin Wordsworth, científico planetario de Harvard. “Tenemos el deber de conservarla en la Tierra, pero también de considerar cómo podríamos empezar a propagarla a otros mundos”.

Riesgos, recompensas y ética

Terraformar Marte no se trata solo de lo posible. También se trata de lo correcto.

“Si decidimos terraformar Marte, lo transformaremos de maneras que podrían ser reversibles o no”, advirtió la coautora Nina Lanza, científica planetaria del Laboratorio Nacional de Los Álamos. “Marte es un planeta único y tiene su propia historia”.

“Si modificamos el entorno de Marte, con el tiempo cambiaremos la química de la superficie y del subsuelo”, dijo Lanza. “Estas acciones podrían borrar cualquier rastro de vida en Marte”.

Por eso, los autores piden un aumento significativo en la exploración de Marte. Esto incluye la misión de Retorno de Muestras de Marte de la NASA y futuras investigaciones del subsuelo. Antes de introducir vida terrestre, argumentan, debemos hacer todo lo posible por detectar vida marciana autóctona, si es que existe.

Aun así, los autores del estudio sugieren que Marte podría ser el lugar ideal para probar nuevas ideas sobre ingeniería planetaria. A diferencia de la Tierra, Marte no tiene industrias consolidadas ni restricciones políticas. Ya está muerto y estéril. Además, quién sabe qué podemos aprender de la transformación de Marte. Las tecnologías verdes desarrolladas para Marte, como los cultivos resistentes a la desecación o las biosferas de ciclo cerrado, podrían algún día ayudarnos a adaptarnos al cambio climático en nuestro país.

“Desarrollar tecnologías verdes para el espacio es una estrategia poderosa para que maduren y se puedan usar en la Tierra”, afirmó DeBenedictis. “Marte es un mercado objetivo único porque no tiene petróleo, ni infraestructura existente, ni un statu quo”.

De la teoría a la acción

Aunque construir un Marte verde podría llevar siglos o más, los autores argumentan que debemos empezar ya. Esto no significa lanzar grandes proyectos de geoingeniería hoy. Significa prepararse.

“Las próximas misiones a la superficie de Marte en 2028 o 2031 deberían incluir experimentos a pequeña escala para reducir el riesgo de las estrategias de terraformación, como el calentamiento de regiones localizadas”, dijo DeBenedictis.

El camino técnico a seguir incluye modelar la retroalimentación climática, diseñar nuevos materiales que sustenten la vida y crear microorganismos resistentes en cámaras terrestres similares a las de Marte. El equipo también solicita estudios de laboratorio exhaustivos de aerosoles y reflectores solares antes de realizar futuras pruebas de campo. Cualquier tecnología implementada, señalan, debe ser reversible, controlable y biológicamente segura.

“Realmente deberíamos seguir haciendo ciencia: es transformadora”, dijo Lanza.

En definitiva, el artículo sugiere que el futuro de Marte podría depender no sólo de cohetes y microbios, sino también de nuestra disposición a aprender. La terraformación, desde esta perspectiva, no es una evasión temeraria de los problemas de la Tierra. Es una invitación a comprender mejor nuestra propia biosfera, intentando construir una desde cero.

“Ni siquiera sabemos qué es física o biológicamente posible… Si la gente puede aprender a terraformar un mundo como Marte, este podría ser el primer paso hacia destinos más allá”, escriben los autores.

Los hallazgos aparecieron en la revista Nature Astronomy.

Fuente: ZME Science.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *