Las rocosas colinas de Ítaca, hogar de olivares y antiguas leyendas griegas, han revelado su secreto más evocador: el posible santuario de Odiseo. En un sitio conocido durante más de dos siglos como la “Escuela de Homero”, los arqueólogos han desenterrado evidencia convincente de un culto a un héroe que persistió durante más de mil años, dedicado al mismísimo rey mitológico de Ítaca y protagonista de la Odisea de Homero.
El descubrimiento fue anunciado por el Ministerio de Cultura griego a principios de junio, pero representa la culminación de décadas de trabajo. El proyecto, con sede en el yacimiento de Agios Athanasios, en el norte de Ítaca, está dirigido por el profesor emérito Giannos G. Lolos e incluye el trabajo de la Dra. Christina Marambea, de la Universidad de Ioánina.
Aunque los historiadores coinciden en que Odiseo era un personaje ficticio, estos hallazgos revelan cuán real era su recuerdo para los antiguos griegos, quienes lo adoraron, lo invocaron y grabaron su nombre en piedra durante generaciones. Este es el indicio más fuerte hasta ahora de que las leyendas de la Odisea de Homero no sólo se preservaron en verso, sino que quedaron grabadas en las vidas, los rituales y la identidad cívica de las personas que vivieron donde comienza la historia.
El santuario de Odiseo

Para entender el descubrimiento, vale la pena recordar quién era Odiseo, al menos en el mito. Fue el astuto rey de Ítaca, el estratega tras el Caballo de Troya y el héroe reticente de la Odisea, el poema épico de Homero del siglo VIII a. C. Tras luchar en la Guerra de Troya, Odiseo vagó por los mares durante diez años, sobreviviendo a naufragios, monstruos y tentaciones. Cegó al cíclope Polifemo, resistió la tentación de las sirenas y desafió la ira de los dioses, todo ello en un prolongado viaje de regreso a casa con su fiel esposa Penélope y su hijo Telémaco.
Al igual que Heracles o Perseo, Odiseo pertenece al vasto panteón de la mitología griega; un repertorio de personajes que encarnan valores culturales más que biografías reales. Sin embargo, con el paso de los siglos, muchos griegos llegaron a venerarlo como algo más que una simple historia. Lo consideraban un símbolo de perseverancia, astucia y añoranza del hogar. Algunos incluso le rezaban.
De la roca y la ruina, un mito cobra vida

Ahora, los arqueólogos han descubierto lo que creen que es una prueba física de esa reverencia. En Agios Athanasios, un yacimiento escarpado del norte de Ítaca conocido desde el siglo XIX como la «Escuela de Homero», un equipo dirigido por el profesor emérito Giannos G. Lolos ha hallado evidencia de un culto heroico dedicado a Odiseo. El equipo lleva estudiando la zona desde 2018, basándose en décadas de excavaciones previas.
La topografía del yacimiento es espectacular: un afloramiento rocoso que domina una ladera surcada por manantiales, dividido en dos terrazas principales unidas por escaleras talladas. En la terraza superior se alzan los restos de una torre helenística del siglo III a. C. La terraza inferior contiene una gran estructura rectangular rodeada de nichos, probablemente utilizados para ofrendas votivas.
Bajo estas capas arquitectónicas, los arqueólogos encontraron algo más antiguo y raro. Una cisterna de piedra con ménsulas, excavada profundamente en la roca, data del siglo XIV o XIII a. C. Esta es la época micénica, la época que los estudiosos asocian tradicionalmente con la Guerra de Troya y el mundo descrito por Homero.
Según el Dr. Marambea, la cisterna es una de las pocas de su tipo conocidas en el Egeo. Su artesanía y los fragmentos de cerámica circundantes sugieren que el sitio fue un importante centro regional, probablemente encargado de supervisar los puertos cercanos y controlar los recursos de agua dulce. En otras palabras, era más que un simple asentamiento. Era un centro de poder antiguo.

El mito hecho materia
Pero fueron las inscripciones las que transformaron esta excavación en algo mucho más impactante. Los arqueólogos descubrieron catorce tejas estampadas y fragmentos con inscripciones que contienen rastros inconfundibles del nombre de Odiseo. Un fragmento dice “ΟΔΥCCEOC”, la forma genitiva del griego antiguo, lo que sugiere posesión, quizás “de Odiseo”. Otro dice “ΟΔΥCCEI”, probablemente una dedicatoria: “a Odiseo”.
Hace casi un siglo, en una cueva de la bahía de Polis, también en Ítaca, una máscara votiva llevaba la inscripción «ΕΥΧΗΝ ΟΔΥCCΕΙ», o «un voto a Odiseo». Ahora, estas nuevas inscripciones confirman que la gente regresaba una y otra vez para honrar a la figura que, míticamente, los abandonó.

Hay más. Se encontró en el sitio un busto de bronce en miniatura que se asemeja a representaciones de Odiseo en monedas de los siglos IV-III a. C. Los arqueólogos creen que el santuario funcionó desde el período helenístico hasta principios del romano, aproximadamente entre el siglo III a. C. y el siglo II d. C. Este era un lugar donde la gente venía a dar gracias, a hacer votos, a recordar a un rey que nunca dejaba de viajar a casa.

Los hallazgos también incluyen vasijas rituales, pesas de telar y más de 100 monedas procedentes de ciudades de los mundos griego y romano. Estas monedas son particularmente reveladoras: hablan no sólo de la devoción local, sino también de viajeros lejanos. Ítaca, al parecer, se convirtió en un destino de peregrinos. El culto a Odiseo no era una práctica local pintoresca. Tenía gran alcance.
Entre las ofrendas de arcilla se encontraban 34 fragmentos votivos, probablemente dedicados en momentos de oración personal o gratitud. Las manivelas de huso y las pesas de telar insinúan el papel de las mujeres en estos ritos, quizás invocando a Penélope, la sufrida esposa de Odiseo.
La búsqueda del verdadero Odiseo
Esta no es la primera vez que los arqueólogos buscan al verdadero Odiseo. Durante siglos, los estudiosos han debatido si fue una figura histórica o una pura invención. Al igual que el Rey Arturo o Gilgamesh, vive en una zona intermedia entre la literatura y la memoria. Pero esa distinción puede no importar.
Incluso si Odiseo nunca hubiera vivido, estos hallazgos demuestran que la gente actuaba como si lo hubiera hecho. Grabaron su nombre en piedra. Lo honraron con rituales y ofrendas. Y construyeron, mantuvieron y viajaron a su santuario durante generaciones.
El Ministerio de Cultura griego afirma que el sitio ahora puede identificarse con seguridad con el Odysseion, un santuario heroico dedicado a Odiseo mencionado en un decreto del siglo II a. C. procedente de Magnesia, en Asia Menor. Dicho decreto también hace referencia a la Odysseia, competiciones atléticas y culturales celebradas en su nombre.
Estos juegos, al igual que el propio santuario, sirvieron para arraigar el mito en la vida cotidiana. Transformaron a Odiseo de una figura literaria a una figura cívica.
Un sitio más antiguo que la Odisea
Sorprendentemente, las raíces del yacimiento se remontan a mucho antes de Homero. Los primeros artefactos —herramientas de sílex y fragmentos de cerámica— datan del Neolítico Final, en algún momento entre finales del V y el IV milenio a. C. Esto sugiere que la colina donde un día se veneraría a Odiseo ya era sagrada en la prehistoria.
Y eso importa. El mito a menudo reutiliza la memoria. Construye nuevas historias sobre viejos cimientos. El hecho de que esta terraza rocosa ya fuera importante antes de que se soñara con Odiseo no hace más que acrecentar su poder. La Odisea puede ser ficción, pero surgió de un terreno ya rico en significado. Este reciente hallazgo nos recuerda en última instancia cómo los humanos conectan el mito con el lugar, y cómo los lugares, a su vez, dan forma a nuestra comprensión de la historia.
Odiseo era un vagabundo. Descubrir ahora un santuario que llevó su nombre y acogió a sus fieles a lo largo de los siglos es comprender que el mito no siempre es abstracto. A veces, tiene una dirección.
Fuente: ZME Science.