El extraño mundo de los inventos de Einstein: Desde refrigeradores hasta blusas

Tecnología

El nombre de Albert Einstein se ha convertido en sinónimo de genio en física teórica. Solemos imaginarlo garabateando ecuaciones sobre el espacio y el tiempo, no haciendo experimentos en un taller. Sin embargo, junto a sus avances en relatividad y física cuántica se esconde un legado menos conocido: más de 50 patentes.

Creció rodeado de dinamos, lámparas y medidores eléctricos de la fábrica de su padre y su tío. Más tarde, mientras trabajaba en la Oficina Suiza de Patentes, agudizó su visión del funcionamiento de las máquinas y de cómo podían mejorarse.

Al final de su vida, Einstein tenía su nombre en docenas de patentes en varios países. Ninguna llegó a comercializarse, pero revelan una curiosidad incansable por la tecnología práctica y aplicada. Desde electrodomésticos hasta cámaras, Einstein intentó resolver problemas cotidianos, algunos de los cuales literalmente mataban gente. Abramos la puerta del taller y conozcamos a Einstein, el inventor.

El refrigerador que intentó salvar vidas

Refrigerador Einstein-Szilard, número de patente GB282428.

En 1926, un periódico berlinés publicó una historia espeluznante. Una familia de cuatro personas se asfixió mientras dormía después de que su refrigerador perdiera un gas venenoso. Los primeros refrigeradores solían usar amoníaco, dióxido de azufre o cloruro de metilo. Si se rompía un sello, esos gases podían ser mortales.

Einstein quedó conmocionado por el informe y llamó a su amigo Leo Szilard, un físico húngaro con un don para los gadgets. Juntos, construyeron una alternativa más segura: un refrigerador sin piezas móviles, sin sellos y con muchas menos posibilidades de fugas. En lugar de un compresor mecánico ruidoso, diseñaron lo que se conoce como un refrigerador de absorción.

Su prototipo funcionaba con un principio simple: los líquidos hierven a temperaturas más bajas cuando la presión del aire disminuye. El sistema utilizaba butano como refrigerante y amoníaco como gas portador. Un circuito de cámaras y tubos cuidadosamente diseñado permitía que el butano se evaporara y condensara, enfriando los alimentos de forma segura.

El corazón de la máquina era su bomba electromagnética. Einstein explicó en una ocasión: “Una corriente alterna produce un campo magnético alterno que mantiene en movimiento una aleación fluida de potasio y sodio. Esta aleación fluida realiza un movimiento alterno dentro de una carcasa cerrada y actúa como el pistón de una bomba”.

Bomba electromagnética de Einstein-Szilard.

Fue brillante para su época. Al no tener piezas móviles, nada podía tener fugas ni romperse. Además, era ruidoso: un ingeniero dijo que la bomba “aullaba como un chacal”. Y para cuando llegaron las patentes, el químico Thomas Midgley introdujo el freón, un refrigerante no tóxico que parecía una solución más segura. El refrigerador Einstein-Szilard cayó en el olvido, aunque décadas después los ingenieros descubrieron que el diseño de su bomba tenía aplicaciones en reactores nucleares.

Un sistema de sonido para personas con dificultades auditivas

Dispositivo de reproducción de sonido Einstein-Goldschmidt, número de patente DE590783.

La vena inventiva de Einstein fue más allá. En 1928, su amiga Olga Eisner, cantante, empezó a perder la audición. Einstein recurrió al ingeniero Rudolf Goldschmidt y juntos diseñaron un nuevo tipo de audífono.

Utilizaron la magnetostricción, el fenómeno en el que un campo magnético modifica ligeramente la longitud de una varilla metálica. Al mantener la varilla bajo tensión, pequeños cambios en la longitud permitían rastrear las señales eléctricas del sonido. Su patente de 1934 lo describía como un “aparato de reproducción electromagnética de sonido”.

Einstein incluso escribió un verso divertido para Goldschmidt durante su trabajo:

Un poco de técnica de vez en cuando
también puede divertir a los pensadores.
Por eso, con audacia, pienso a largo plazo:
algún día haremos algo bueno juntos.

El audífono nunca llegó al mercado: los amplificadores electrónicos rápidamente sustituyeron su método.

La cámara que podía ajustar la luz automáticamente

Cámara autoajustable Einstein-Bucky, número de patente US2058562.

Una década después, Einstein unió fuerzas con Gustav Bucky, un radiólogo germano-estadounidense. Idearon una cámara que se ajustara automáticamente a las condiciones de luz.

Su patente de 1936 describía una “cámara autoajustable en la intensidad de la luz”. Se basaba en el efecto fotoeléctrico, el mismo fenómeno que le valió a Einstein el Premio Nobel. La idea era sencilla: una célula fotoeléctrica mediría la luz entrante y ajustaría una pantalla en consecuencia, evitando fotos sobreexpuestas o subexpuestas.

No está claro si su prototipo se construyó. Pero el concepto prefiguró las cámaras automáticas que posteriormente inundarían el mercado. Kodak lanzaría posteriormente la Super Six-20, celebrada como la primera cámara automática. Pero el diseño de Einstein y Bucky fue anterior. Fue otro ejemplo de su intento de eliminar la fricción de la vida cotidiana, convirtiendo los complejos ajustes manuales en experiencias fluidas.

La patente más inesperada: una blusa

Diseño de una blusa de Einstein.

Quizás la entrada más extraña en el registro de patentes de Einstein sea el diseño de una blusa, presentada en 1936. Nadie sabe con certeza por qué. Quizás era un favor para un amigo. Quizás se estaba divirtiendo. En cualquier caso, nos recuerda que incluso el hombre que nos dio la relatividad podía incursionar en la moda cuando le apetecía.

“El diseño se caracterizaba por las aberturas laterales que también servían como sisas; un panel central trasero se extendía desde el canesú hasta la cintura, como se indica en la figura”, escribió el historiador de la ciencia Asis Kumar Chaudhuri.

Einstein: No tan exitoso en inventos como en física

El tío de Einstein, Jakob, fue inventor en Múnich. A finales del siglo XIX, patentó lámparas de arco, medidores eléctricos y dinamos. El joven Albert creció en este mundo de aparatos y cables, rodeado del taller eléctrico de su familia.

Esa experiencia le resultó muy útil cuando Einstein trabajó como examinador de patentes en Berna, de 1902 a 1909. Su trabajo consistía en examinar las solicitudes y evaluar su novedad. Fue durante este período que publicó sus artículos del “año milagroso” en 1905. Estos artículos explicaron el efecto fotoeléctrico, aportaron pruebas de la realidad de los átomos al explicar el movimiento browniano, introdujeron la teoría de la relatividad especial y establecieron la equivalencia de masa y energía con la icónica ecuación E=mc².

El historiador Matthew Trainer señala en un artículo de 2006 que esta doble vida (empleado de patentes y físico teórico al mismo tiempo) le proporcionó “una gran experiencia en esta profesión y debe haber sido muy consciente de los beneficios potenciales del sistema de patentes”.

A finales de la década de 1920, con la fama consolidada y las tensiones políticas en aumento en Alemania, Einstein volvió a la invención. Unió fuerzas con colaboradores que eran prolíficos inventores por derecho propio.

Pero las patentes de Einstein nunca se convirtieron en productos para el hogar. La Gran Depresión, el ascenso del nazismo y la posterior Segunda Guerra Mundial, y los rápidos avances industriales marginaron sus diseños. Sus colaboradores —Szilard, Goldschmidt y Bucky— a menudo lograron otros avances, pero las invenciones conjuntas permanecieron en los archivos.

Y, sin embargo, siguen siendo importantes. Como dijo Trainer, el trabajo de Einstein sobre patentes demuestra cómo “las patentes son una valiosa fuente de información para construir perfiles históricos de sus colegas”. También demuestran el afán de Einstein por resolver problemas del mundo real, desde la seguridad alimentaria hasta la accesibilidad.

Fuente: ZME Science.

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