Imagínate esto: estás disfrutando de un tranquilo picnic junto al mar en algún lugar de la pintoresca costa británica, con patatas fritas en la mano. De repente, como por arte de magia, una gaviota se abalanza como una ladrona alada, mirando tus patatas fritas como si nunca hubiera visto comida.
Pero no te preocupes. Una nueva investigación de la Universidad de Exeter sugiere que podrías tener un arma secreta. Resulta que gritarle a la gaviota podría hacerla huir, sin necesidad de perseguirla ni lanzarle un zapato. Todo está en el tono.
Si eso no funciona, prepárate para enfrentarte a gaviotas atrevidas. Según un estudio de 2019 publicado por los mismos investigadores de Exeter, las gaviotas tardaban, de media, 21 segundos más en lanzarse a por las patatas fritas cuando había un humano observándolas.
La evolución de la gaviota callejera
Las gaviotas son, ante todo, oportunistas. Como omnívoras, su dieta abarca desde peces e insectos hasta algún que otro huevo, o, si se sienten especialmente aventureras, incluso algún pájaro más pequeño. Pero en las últimas décadas, muchas han cambiado la serenidad de los acantilados por el bullicio de pueblos, ciudades y zonas turísticas, convirtiéndose en carroñeras urbanas con un don para encontrar comida gratis.
¿Para qué pescar cuando puedes robarle un panini a un turista desprevenido?
El auge de la gaviota oportunista es, en realidad, una historia de dos entornos cambiantes: el suyo y el nuestro. A medida que el desarrollo urbanístico invade los lugares de anidación costeros, las gaviotas han encontrado nuevos refugios en las zonas urbanas. Los tejados y las chimeneas son excelentes sustitutos de los acantilados, ofreciéndoles seguridad frente a los depredadores y, lo que es más importante, un acceso constante a la comida. Entre contenedores de basura rebosantes, envases de comida para llevar y terrazas de restaurantes, una ciudad es, básicamente, un festín para una gaviota. Y luego, por supuesto, estamos nosotros.

Los humanos les hemos facilitado demasiado el trabajo. Dejamos la comida sin vigilancia. A menudo, incluso les damos de comer por diversión (en serio, no lo hagas).
Pero las gaviotas no solo son audaces, sino también astutas. Han aprendido que somos presa fácil. Un ataque en picado bien calculado suele resultar en un bocado inesperado, y la clave para un robo exitoso es simple: la fortuna favorece a los audaces.
Un estudio de 2023 de la Universidad de Exeter muestra que las gaviotas son más propensas a robar comida que acaba de ser manipulada por un humano, lo que sugiere que han aprendido a asociar nuestro contacto con la comida. Pero a pesar de su astucia, un estudio de 2024 (claro, otra vez de la Universidad de Exeter… ¿qué les habrán hecho las gaviotas, cabe preguntarse?) revela que incluso las gaviotas más experimentadas siguen prefiriendo el marisco, lo que demuestra que no se han convencido del todo de la dieta urbana; al menos, todavía no.
Cómo mantener alejadas a las molestas gaviotas de tus patatas fritas

Durante años, la gente ha intentado diversos métodos para ahuyentar a las gaviotas en la playa: desde agitar los brazos hasta espantarlas. El equipo de Exeter se preguntó si habría una solución más sencilla ¿Y si se pudiera ahuyentar a las gaviotas simplemente con la forma en que hablamos?

El experimento fue sencillo. Los investigadores colocaron un recipiente hermético de plástico lleno de patatas fritas en el suelo de nueve pueblos costeros de Cornualles. Cuando una gaviota se acercaba, reproducían grabaciones de tres sonidos diferentes: un hombre gritando “¡No, aléjense, esa es mi comida!”; el mismo hombre diciendo las mismas palabras con voz tranquila; y el canto de un petirrojo europeo, un sonido neutro e inofensivo para las aves. Los resultados fueron claros: gritar a las gaviotas las hacía más propensas a abandonar la zona.
Casi la mitad de las gaviotas expuestas a la voz estridente huyeron en menos de un minuto, mientras que solo el 15% de las expuestas a una voz neutra hicieron lo mismo. El canto de los petirrojos tuvo poco efecto, ya que el 70% de las gaviotas se quedaron picoteando la comida. Los hallazgos, publicados en la revista Biology Letters, sugieren que las gaviotas pueden discernir la diferencia entre las propiedades acústicas de las voces humanas, especialmente en lo que respecta al nivel de amenaza percibido de un grito frente a un tono tranquilo.
Una sorprendente sensibilidad al tono
Lo que hace aún más interesantes estos hallazgos es que demuestran que las gaviotas urbanas prestan atención a los tonos vocales humanos de maneras que antes se creían limitadas a animales domesticados como perros o caballos.
“Parece que las gaviotas prestan atención a la forma en que hablamos, algo que no creemos que se haya visto antes en ninguna especie salvaje, sólo en aquellas especies domesticadas que han sido criadas en torno a los humanos durante generaciones”, dijo el Dr. Boogert.
Las gaviotas, al igual que muchos otros animales, pueden ser particularmente sensibles a las voces masculinas. Estudios previos han demostrado que ciertas especies de aves, como las grajillas, tienden a desconfiar más de las voces de los hombres, posiblemente debido a su asociación con mayores amenazas.
Los autores del estudio utilizaron voces masculinas deliberadamente, ya que la mayoría de los casos denunciados de delitos contra la fauna silvestre, incluido el daño a las gaviotas, se atribuyen a hombres. El objetivo, como subraya el Dr. Boogert, era encontrar una solución que no implicara dañar a las aves. “Lo que no queremos es que la gente las lastime. Son una especie que requiere especial atención en materia de conservación”.
Mucha gente considera a estas aves una plaga, y los conflictos por la comida son frecuentes. Pero, como demuestra el estudio, la violencia no es la solución.
Aun así, puede que se esté exagerando la imagen de las gaviotas ladronas de comida. “La mayoría de las gaviotas no son lo suficientemente osadas como para robar comida a una persona; creo que se las ha demonizado demasiado”, señala el Dr. Boogert.
La próxima vez que una gaviota intente robarte las patatas fritas, prueba con un simple “¡No!” gritado con convicción. Si nada funciona, sujeta bien el bocadillo y enfréntate a esa maldita gaviota con la mirada.
Fuente: ZME Science.
