El sarcófago de Chernóbil ya no es seguro después de ataque con drones

Medio ambiente

La estructura terrestre móvil más grande jamás construida por la mano del ser humano se encuentra en un rincón pantanoso y abandonado del norte de Ucrania. Es un arco ignominioso, lo suficientemente alto como para albergar la Estatua de la Libertad y lo suficientemente ancho como para cubrir el Coliseo. Lo llamamos el Nuevo Confinamiento Seguro (NSC) y fue diseñado para durar un siglo, cumpliendo una única y crucial función: mantener dentro a los fantasmas de 1986. No ha durado ni una década.

La semana pasada, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) confirmó lo que los expertos nucleares temían desde febrero. El escudo protector ya no es hermético. Un ataque con drones, del que Kiev culpa a Moscú, perforó el revestimiento de este edificio de 1.500 millones de euros y rompió el precinto. La “capacidad de confinamiento” ha desaparecido.

Una historia problemática

Cuando el reactor de Chernóbil explotó en 1986, los soviéticos intentaron desesperadamente ocultar la verdad. Al mismo tiempo, vertieron hormigón sobre las ruinas humeantes. Lo llamaron el “Sarcófago”. Fue una obra heroica, pero sucia y temporal. Para la década del 2000, esa tumba de hormigón se estaba desmoronando. El agua de lluvia se filtraba, convirtiendo el polvo de combustible radiactivo en una suspensión que podía corroer el acero y potencialmente desencadenar nuevas reacciones en cadena.

La respuesta mundial fue el NSC. Más de 45 países aportaron fondos para su construcción. Finalizado en 2019, se construyó sobre rieles y se deslizó sobre el antiguo reactor para sellar herméticamente el emplazamiento.

El confinamiento durante la construcción. Imagen vía Wiki Commons.

El NSC mantiene una presión de aire negativa. Garantiza que el aire fluya hacia la estructura, no hacia afuera, impidiendo que el polvo radiactivo escape a la atmósfera. También controla la humedad para evitar que las antiguas estructuras soviéticas del interior se oxiden y colapsen.

Cuando Rusia invadió Ucrania en 2022, la Asociación Internacional de Energía Atómica advirtió sobre los daños a las instalaciones nucleares. Sin embargo, cuando un dron impactó en febrero de 2025, abrió una brecha en la estructura y comprometió el sistema de presión negativa.

Según el Director General del OIEA, Rafael Grossi, las vigas portantes resisten. El arco no se derrumbará mañana. Pero la función principal de seguridad se ha perdido.

¿Qué se puede hacer?

El plan anterior era metódico y lento: usar grúas robóticas dentro del arco sellado para desmantelar el antiguo refugio y retirar el combustible nuclear fundido, un proceso que se prevé que dure décadas. Ese plan depende de un entorno estable. Sin embargo, la guerra es la antítesis de la estabilidad.

El ataque de febrero no fue un incidente aislado. Fue la culminación de tres años de situaciones límite. Cuando las fuerzas rusas cruzaron la frontera por primera vez en febrero de 2022, condujeron blindados pesados ​​a través del altamente radiactivo “Bosque Rojo”, levantando polvo tóxico. Ocuparon la planta, tomaron al personal como rehenes y cortaron los datos de monitoreo que llegan a Viena. Ahora tenemos daño cinético físico en el propio recipiente de contención.

La evaluación del OIEA fue contundente. Si bien se han realizado reparaciones temporales limitadas en el techo, la instalación necesita una restauración integral. Pero ¿cómo se realizan reparaciones industriales importantes en un sitio radiactivo en medio de una zona de guerra activa? El organismo mencionó planes para 2026 o “una vez que termine la guerra”.

¿Qué tan grande es el problema?

Actualmente, los sensores de radiación en la Zona de Exclusión registran niveles normales. No hay ninguna nube brillante que se desplace hacia Kiev o Varsovia. Pero en seguridad nuclear, “seguro” es un término relativo. No nos preocupa una explosión repentina como la de 1986. Nos preocupa la degradación lenta y progresiva de los sistemas de seguridad.

El ataque con drones no solo dañó el techo. Dañó los sistemas de monitoreo automatizado que nos informan sobre lo que sucede en la penumbra de la sala del reactor. El OIEA ahora solicita una actualización del “sistema integrado de monitoreo automático”, una forma cortés de decir que estamos parcialmente ciegos a las condiciones dentro del refugio.

Esta degradación se ve agravada por los constantes ataques a la red eléctrica de Ucrania. Las instalaciones nucleares, incluso las inactivas, necesitan electricidad. Necesitan circular el aire, operar sensores y gestionar los residuos. El OIEA está inspeccionando actualmente las subestaciones eléctricas en toda Ucrania, ya que un corte de suministro eléctrico en Chernóbil podría desactivar los sistemas de seguridad restantes, dejando el refugio dañado sin vigilancia.

Fuente: ZME Science.

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