Estudio revela que el 98% de las conversaciones no terminan cuando queremos

Psicología

Por: Alessandra Fasulo y Iris Nomikou

Todo el mundo está familiarizado con la sensación de estar atrapado en una conversación durante demasiado tiempo, ya sea sobre la cerca del jardín o junto al enfriador de agua de la oficina. En el otro extremo del espectro, también hemos experimentado conversaciones que parecen terminar prematuramente, dejándonos insatisfechos y tal vez incluso un poco heridos.

Ahora, un estudio de Harvard ha descubierto que esta decepción conversacional puede, de hecho, ser increíblemente común. Con la participación de 992 participantes que participaron en discusiones bidireccionales, el estudio encontró que menos del 2% de las conversaciones terminaban cuando ambos socios lo deseaban.

Esta figura era notablemente estable, independientemente de si la gente estaba hablando con un extraño o un amante.

Los autores del estudio creen que esta discrepancia es el resultado de un clásico ‘problema de coordinación’, que surge porque las personas tienden a ocultar sus verdaderos deseos, incluso cuando quieren que una conversación termine, en un esfuerzo por evitar ser groseros.

Pero nuestra experiencia en el análisis de conversaciones agregaría que terminar las conversaciones con elegancia es una habilidad social elaborada con muchos movimientos complejos: similar a una pirueta final en un baile, o el crescendo en una pieza musical.

Eso significa que muchas conversaciones se invierten en aras de la cortesía y la solidaridad social, y se llega a un compromiso que tal vez no convenga a ninguna de las partes, pero que de manera crucial y admirable evita las ofensas.

Habla fácil
Las conversaciones pueden parecer simples, pero en realidad son asuntos increíblemente hábiles. Implican nuestra navegación entre miles de señales, a menudo respondiendo instantánea y apropiadamente a las pistas más sutiles.

Hacemos todo esto automáticamente, a menudo sin recurrir al pensamiento consciente. Y, sin embargo, el estudio de Harvard sugiere que el 98% de nuestras conversaciones terminan de manera poco hábil: llegando a una conclusión insatisfactoria demasiado pronto o demasiado tarde.

En parte, esta brecha de comunicación se debe a que los hablantes ocultan sus deseos unos a otros: el problema de coordinación. Pero también es el resultado de las reglas que gobiernan la forma en que hablamos entre nosotros y la forma en que estas reglas nos obligan a acortar o extender nuestras conversaciones.

Incluso las conversaciones que fluyen libremente siguen un orden formal y un conjunto de reglas, de acuerdo con el análisis sistemático de la conversación. Aunque la mayoría de nosotros desconocemos estas reglas, tendemos a seguirlas automáticamente, basándonos en el aprendizaje adquirido muy temprano en la vida.

Diálogo bailando
Para comprender por qué las reglas que gobiernan nuestra charla provocan que nuestras conversaciones terminen demasiado temprano o demasiado tarde, es útil ver una conversación como una actividad cooperativa, un poco como un baile.

Así como los compañeros en el tango responden a pequeñas pistas y señales para dirigir sus movimientos, las conversaciones también involucran una larga serie de microajustes. Y así como el tango termina con una floritura, las conversaciones también tienden a terminar con una serie de movimientos que ayudan a los socios a alcanzar un punto final mutuamente acordado.

Cuando una persona habla, asimilan y se adaptan a las reacciones de su pareja. Las expresiones faciales, los cambios en la mirada, el lenguaje corporal e incluso la tos pueden alterar la trayectoria de la conversación de un hablante. Este comportamiento recíproco se aprende temprano: los bebés de solo unas pocas semanas son participantes activos en la toma de turnos, una de las reglas fundamentales de la conversación.

Estas reglas también contienen un conjunto de acciones sociales que preparan las conversaciones para llevarse a cabo en direcciones particulares. Preguntarle a alguien, “¿ya comiste?” es un ejemplo de una acción social, y se utiliza como preliminar para establecer una tangente acerca de invitar a alguien a almorzar.

Algunas acciones incluso requieren de preliminares a preliminares, como cuando la gente pregunta delicadamente: “¿Puedo hacerte una pregunta?” Solo con estos ejemplos, queda claro que gran parte de lo que decimos es una formalidad que, naturalmente, extiende la duración de nuestras conversaciones.

Fin del juego
Para finalizar una conversación, a menudo se utiliza una acción social para evitar cometer un paso en falso. Estas acciones sociales se denominan ‘rutinas de cierre’, durante las cuales los hablantes se confirman entre sí que realmente han terminado. Decir “de todos modos” o “está bien” en un cierto tono puede ayudar a precipitar una rutina de cierre.

Estas rutinas de cierre suelen seguir movimientos muy específicos. Primero requieren una declaración previa al cierre, que anuncie la intención de terminar la conversación. Esto debe ser aceptado por ambas partes para que comience la siguiente etapa, que a su vez podría llegar a una conclusión conversacional familiar y saludos finales.

El problema es que las rutinas de cierre tienden a desviar las conversaciones de su punto ideal de conclusión. Un participante puede comenzar una rutina de cierre demasiado pronto después de malinterpretar una señal, como cuando su pareja dice “de todos modos” sin tener la intención de comenzar una rutina de cierre. Por otro lado, una rutina de cierre iniciada correctamente aún puede tomar algunos minutos para terminar, lo que extiende las conversaciones más allá de lo que uno o más participantes pueden considerar su duración ideal.

La investigación de Harvard expone un aspecto fascinante de nuestro comportamiento conversacional, pero sus hallazgos no deberían llevarnos a considerar la mayoría de nuestras conversaciones como interminables arrastres o charlas brutalmente abreviadas.

En cambio, el hallazgo de que solo el 2% de nuestras conversaciones terminan cuando ambos participantes lo desean es, en cierto sentido, motivo de celebración. Significa que el 98% restante se está adaptando al ritmo de la danza conversacional: cooperando y respondiendo a las señales e indicaciones hasta que pueden separarse, todo sin pisarse demasiado los dedos de los pies.

Esta artículo es una traducción de otro publicado en The Conversation. Puedes leer el texto original haciendo clic aquí.

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