El asteroide 2018 LA se estrelló contra la Tierra en el desierto de Kalahari el 2 de junio de 2018, y ahora los científicos han podido rastrearlo 22 millones de años hasta el lugar de donde se originó. Esta es la primera vez que se traza el viaje completo de un meteorito a la Tierra de esta manera, y es solo la segunda vez que hemos tenido la oportunidad de observar un asteroide en el espacio antes de que ingrese a la atmósfera y se convierta en un meteorito. Basado en esas primeras observaciones, el análisis de los fragmentos de meteoritos recuperados y varios otros factores, un nuevo estudio señala el origen de 2018 LA como Vesta, el segundo asteroide más grande del Sistema Solar y el único que a veces se puede ver desde la Tierra con el ojo desnudo.
“El análisis del meteorito indica que estaba profundamente enterrado bajo la superficie de Vesta antes de ser expulsado hace tantos años”, dice el astrónomo Hadrien Devillepoix, de la Universidad de Curtin en Perth.
“Este logro es complementario a las sondas de retorno de muestras como Hayabusa2. Esta investigación nos permite trazar progresivamente la composición del cinturón de asteroides, y podemos tener una mejor idea del tipo de material del que están hechos los asteroides que amenazan la Tierra”.
La clave para el análisis fueron las imágenes de 2018 LA en el espacio que fueron recogidas por el telescopio ANU SkyMapper en Australia. Estas imágenes se agregaron junto con datos de otros telescopios y secuencias de CCTV locales que mostraban los últimos momentos antes del impacto en Botswana, para averiguar de dónde provenía el meteorito. Los fragmentos descubiertos en el campo ofrecieron más pistas: se utilizaron técnicas que incluyen espectroscopía y microtomografía para determinar que las rocas coincidían con las del meteorito Sariçiçek de 2015, que también provino de Vesta.
“Hace miles de millones de años, dos impactos gigantes en Vesta crearon una familia de asteroides más grandes y peligrosos. Los meteoritos recién recuperados nos dieron una pista sobre cuándo podrían haber ocurrido esos impactos”, explica uno del equipo, el astrónomo del Instituto SETI Peter Jenniskens.
Tanto los objetos de 2015 como los de 2018 son meteoritos de Howardita Eucrita Diogenita (HED), llamados así por sus composiciones químicas y minerales. Trazar estos meteoritos hasta sus orígenes en el espacio, mediante el uso de análisis químicos y modelos informáticos, también nos dice más sobre esos orígenes: la cuenca de Veneneia en Vesta, donde estos asteroides se desprendieron por primera vez.
“Los materiales más antiguos conocidos que se encuentran tanto en Vesta como en el meteorito son granos de circón que datan de hace más de 4.500 millones de años, durante la fase inicial del Sistema Solar”, dice el astrónomo Christopher Onken, de la Universidad Nacional de Australia (ANU).
Cuando el asteroide de Los Ángeles de 2018 golpeó la atmósfera de la Tierra, viajaba a unos 60.000 kilómetros por hora, según muestran los datos. Habría tenido un diámetro de 1,5 metros y un peso de unos 5.700 kilogramos. El meteoro se habría roto a unos 27 kilómetros sobre el suelo, establecieron los investigadores, creando un resplandor 20.000 veces más brillante que la Luna llena cuando entró en la atmósfera de la Tierra. Finalmente, se recuperaron un total de 23 fragmentos de meteoritos cuando los investigadores triangularon la ubicación de la caída y pasaron días recorriendo el suelo en la Reserva de Caza del Kalahari Central, mantenida a salvo de leopardos y leones por el personal de los parques nacionales.
“El meteorito se llama ‘Motopi Pan’ por un pozo de agua local”, dijo el geocientífico Mohutsiwa Gabadirwe del Instituto de Geociencias de Botswana. “Este meteorito es un tesoro nacional de Botswana”.
Fuente: Science Alert.