La crisis Rusia-Ucrania ya es una catástrofe humana. Y también podría resultar desastrosa para la acción climática al ralentizar la transición energética global.
Tanto Rusia como Ucrania son proveedores clave de metales cruciales utilizados en la fabricación de tecnologías ecológicas como paneles solares, turbinas eólicas y baterías de vehículos eléctricos. El conflicto amenaza el suministro global de estos materiales.
Las preocupaciones sobre la seguridad energética también están estimulando las importaciones de combustibles fósiles y han provocado llamados en Australia para retrasar los esfuerzos de reducción de emisiones. Pero la guerra en Europa del Este no debe hacer que la acción climática mundial decaiga. Debemos asegurarnos de que la industria de las energías renovables esté en mejores condiciones para soportar tales impactos globales, lo que a la larga ayudará a la transición.
La amenaza de las sanciones
El mundo necesita un suministro seguro, estable y asequible de energía limpia para cumplir los objetivos de reducción de emisiones. Este suministro depende del acceso a los llamados “metales de transición energética” como el cobre, el níquel, el platino, el paladio, el aluminio y el litio.
El conflicto ruso-ucraniano ya ha llevado a las naciones a imponer sanciones comerciales sobre el petróleo y el gas, el carbón y otros productos básicos rusos, lo que afecta la seguridad energética mundial. Los metales de Rusia hasta ahora han escapado a este castigo. Pero tales sanciones no están fuera de discusión. En 2018, se impusieron sanciones al productor de aluminio ruso Rusal, lo que provocó que los precios mundiales se dispararan.
Rusia representa el 7% del níquel extraído del mundo, un metal escaso necesario para fabricar baterías de vehículos eléctricos. Según se informa, el conflicto actual hizo subir los precios del níquel un 250% en 48 horas la semana pasada.
Rusia también produce un tercio del paladio del mundo. El metal se utiliza en la industria del automóvil para controlar las emisiones de los vehículos. Los precios del paladio alcanzaron un máximo histórico tras la crisis de Ucrania, pero desde entonces se han desplomado.
Ucrania es el mayor proveedor mundial de un grupo de elementos químicos conocidos como “gases nobles”. Estos incluyen neón y criptón, y se utilizan para fabricar chips semiconductores. Estos últimos son un componente crítico de todos los sistemas electrónicos, incluidos los que se encuentran en automóviles, maquinaria de energías renovables y otras tecnologías.
La anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 provocó un aumento en los precios del neón. Según se informa, algunos fabricantes de chips se abastecieron de neón antes del actual conflicto entre Rusia y Ucrania, pero las perspectivas a largo plazo son inciertas.
Un impulso para los combustibles fósiles
Antes del conflicto entre Rusia y Ucrania, el progreso global hacia la reducción de nuestra dependencia de los combustibles fósiles ya era demasiado lento. En solo un ejemplo, recientemente se descubrió que el desarrollo de proyectos solares y eólicos está un 30% por debajo de lo que se necesita para alcanzar los objetivos climáticos mundiales en esta década. Un déficit en los materiales utilizados para producir tales tecnologías solo retrasará aún más al mundo.
Las preocupaciones sobre la seguridad energética también están impulsando las importaciones de carbón a medida que las naciones compiten para apuntalar los suministros de combustibles fósiles. En Europa, por ejemplo, los temores sobre las interrupciones en el suministro de gas ruso provocaron un aumento de las importaciones de carbón.
El gobierno alemán también está bajo presión para reconsiderar sus planes a corto plazo para salir del carbón y terminar con el uso de la energía nuclear. Y en Australia, el aumento de los precios del combustible ha provocado llamados de miembros pro-carbón de la federal
gobierno de Australia para pausar su plan de emisiones netas de carbono cero para 2050.
Efectos de la ondulación
A pesar de todas las malas noticias para la transición energética, las interrupciones provocadas por el conflicto de Europa del Este brindan importantes lecciones a largo plazo. Junto con la pandemia de COVID-19, la crisis ha puesto de relieve la necesidad de que los países fortalezcan su capacidad interna para desarrollar tecnologías limpias.
Estados Unidos, por ejemplo, está invirtiendo en exploración y fabricación de metales críticos. Y en Australia, la estrategia de fabricación del gobierno federal respalda las inversiones en el procesamiento de recursos críticos.
La crisis también ha proporcionado una llamada de atención para que los países reduzcan su dependencia de los combustibles fósiles rusos invirtiendo en energías renovables y gestionando mejor la demanda energética interna. Es probable que el aumento en los precios de los minerales críticos impulse nuevos proyectos de minería, fabricación y energía renovable fuera de Rusia. En Filipinas, por ejemplo, se esperan una docena de nuevas minas de níquel este año.
De hecho, este impulso puede diversificar los suministros globales. Pero también podría desencadenar una serie de daños ambientales y sociales. Por lo tanto, dondequiera que se lleven a cabo estos grandes proyectos, las comunidades y los entornos deben protegerse.
¿Hacia dónde desde aquí?
El conflicto Rusia-Ucrania arroja una nube de incertidumbre sobre el suministro mundial de recursos necesarios para la transición energética. Los inversores, los gobiernos y la industria deben asegurarse de que cualquier interrupción de los objetivos de transición del mundo sea de corta duración. Y debemos aprovechar esta oportunidad para hacer que el sector de las energías renovables sea más resistente a largo plazo. No podemos darnos el lujo de permitir que el conflicto entre Rusia y Ucrania descarrile nuestro enfoque en una crisis aún más amplia: el empeoramiento de la catástrofe climática de la Tierra.
Fuente: Tech Xplore.