La artesanía del violín alcanzó su apogeo en el siglo XVIII durante lo que se conocería como el período Cremonese, o la edad de oro de la fabricación de violines. Durante este tiempo, las familias italianas como Amati, Stradivari y Guarneri tenían una gran demanda para entregar los mejores violines, destinados a tocar en las salas de conciertos más importantes de Europa. Hasta el día de hoy, estos instrumentos fabricados hace más de 300 años representan el estándar de oro para la fabricación de violines, siendo los violines Stradivarius los más famosos y codiciados. Su precio rondando los 10 millones de dólares es un indicador de cuánto los aprecian los músicos y el mundo del arte en general.
Pero, ¿qué hace que estos instrumentos suenen tan celestiales y por qué otros fabricantes de violines no han podido replicar el proceso de fabricación? En un nuevo estudio, investigadores en Italia buscaron pistas químicas en el acabado de estas obras maestras, que se cree que juegan un papel clave en su sonido estético. El análisis reveló una capa a base de proteínas previamente desconocida entre la madera y el barniz.
La química del sonido de la perfección
Los investigadores dirigidos por Lisa Vaccari y Marco Malagodi tuvieron la suerte de obtener acceso a dos violines Stradivarius, el San Lorenzo 1718 y el Toscano 1690. Observaron el interior de los preciosos instrumentos bajo la radiación de sincrotrón espectromicroscopía infrarroja transformada de Fourier, una técnica no invasiva que permitió los investigadores identificaron una capa intermedia entre el barniz y la madera adyacente sin siquiera tocar las muestras.
Sin embargo, aunque esta técnica les dijo a los científicos que había algo allí, no reveló ninguna información sobre de qué estaba hecho. Para responder a esta importante pregunta, los investigadores recurrieron a la microscopía de campo cercano de barrido de dispersión infrarroja (IR s-SNOM), que involucra microscopios altamente sensibles que toman muchas instantáneas de solo decenas de nanómetros de ancho y miden la luz infrarroja dispersada por el material. Dado que esta señal infrarroja depende de la composición química subyacente del material, el análisis podría revelar la naturaleza exacta de la capa intermedia: compuestos basados en proteínas distribuidos en parches de tamaño nanométrico.
Los hallazgos publicados en la revista Analytical Chemistry son un gran paso adelante en la búsqueda de los científicos para desmitificar el proceso de fabricación secreto de Antonio Stradivari. Sin embargo, no parece haber una sola característica que sea responsable del sonido característico de estas violaciones, sino que cada pieza de artesanía actúa en sinergia para producir un efecto que es mayor que la suma de sus partes.
En 2015, los ingenieros del MIT y los fabricantes de violines de la North Bennet Street School de Boston construyeron modelos digitales de cientos de violines de la era cremonesa y los usaron para hacer un modelo evolutivo, en el que el error artesanal representaba “mutaciones”. A través de muchas pruebas y errores, los maestros de Cremona explotaron los “accidente feliz” y descubrieron que una forma de “f” alargada para la apertura de la cámara de resonancia y un grosor específico de la parte posterior del violín producían el sonido general más agradable.
La geometría, sin embargo, es sólo una parte del rompecabezas. Científicos de la Universidad Nacional de Taiwán analizaron la química de la madera de varios violines Stradivarius y descubrieron que la madera de arce envejecida y tratada tenía propiedades muy diferentes a las que se utilizan para fabricar instrumentos modernos. E incluso antes, en 2006, los bioquímicos de la Universidad Texas A&M descubrieron los químicos dentro del barniz de los violines Stradivarius: sales de cobre, hierro y cromo. Se sabe que estos productos químicos son excelentes conservantes de la madera, pero también pueden alterar las propiedades acústicas del instrumento.
De los más de 1.200 instrumentos construidos por Stradivari durante sus 60 años de carrera, alrededor de 500 todavía están en circulación hoy. Esto los hace más parecidos a las antiguas pinturas italianas que son apreciadas por su valor histórico y cultural. El hecho de que todavía se toquen en salas de conciertos de todo el mundo después de todos estos años es alucinante, pero también hace que sea aún más convincente para los científicos replicar su artesanía original.
Fuente: ZME Science.