Durante años, la razón exacta detrás del color amarillo de la orina siguió siendo un misterio, desconcertando tanto a los científicos como a los profesionales médicos. Sin embargo, un avance reciente finalmente ha arrojado luz sobre este rasgo biológico cotidiano. Un nuevo estudio encontró que una enzima, conocida como bilirrubina reductasa, es en última instancia responsable de darle a la orina su característico color amarillo.
“Es notable que un fenómeno biológico cotidiano haya permanecido sin explicación durante tanto tiempo, y nuestro equipo está emocionado de poder explicarlo”, dijo el autor principal Brantley Hall, profesor asistente en el Departamento de Biología Celular y Genética Molecular de la Universidad de Maryland.
El viaje del rojo al amarillo
Ahora sabemos que el tinte amarillo de la orina se origina a partir del reciclaje de células sanguíneas viejas por parte del cuerpo. Los glóbulos rojos suelen tener una vida útil de unos 120 días, tras los cuales se descomponen en el hígado. Este proceso produce bilirrubina, una sustancia de color naranja brillante. Luego, la bilirrubina viaja al intestino, donde las bacterias intestinales la transforman en un compuesto incoloro llamado urobilinógeno. La degradación del urobilinógeno conduce a la formación de urobilina, el pigmento amarillo que colorea la orina.
Estudios anteriores habían identificado la conversión de bilirrubina en urobilinógeno, pero no lograron identificar la enzima específica responsable. El reciente descubrimiento de la bilirrubina reductasa llena este vacío de conocimiento. Esta enzima es producida predominantemente por un grupo de bacterias intestinales conocidas como Firmicutes, que prevalecen en el microbioma intestinal humano.
Los autores creen que este descubrimiento podría afectar significativamente nuestra comprensión de diversas condiciones de salud. Por ejemplo, podría arrojar luz sobre el papel del microbioma intestinal en enfermedades como la ictericia y la enfermedad inflamatoria intestinal (EII). Los pacientes con ictericia tienen una alta acumulación de bilirrubina, mientras que se han observado niveles más bajos de urobilina en personas con EII.
Estos conocimientos se revelaron gracias a las modernas tecnologías de secuenciación genómica, que permitieron a los investigadores comparar los genomas de bacterias que pueden y no pueden convertir la bilirrubina en urobilinógeno. Al hacerlo, identificaron el gen responsable de producir la bilirrubina reductasa. Otras pruebas con el organismo modelo E. coli confirmaron el papel de la enzima en esta conversión.
Un extenso estudio de seguimiento que involucró los microbiomas intestinales de 1.801 adultos sanos reveló que casi todos los participantes tenían bacterias portadoras del gen de la bilirrubina reductasa. Sin embargo, su prevalencia fue notablemente menor en personas con EII y en bebés menores de tres meses, que son más susceptibles a la ictericia.
Si bien este descubrimiento es un importante avance, se necesitan más investigaciones para comprender cómo la ausencia de bilirrubina reductasa contribuye a algunas afecciones médicas. Además de la ictericia y la enfermedad inflamatoria intestinal, el microbioma intestinal se ha relacionado con diversas enfermedades y afecciones, desde alergias hasta artritis y psoriasis.
“Ahora que hemos identificado esta enzima, podemos comenzar a investigar cómo las bacterias en nuestro intestino afectan los niveles de bilirrubina circulante y las condiciones de salud relacionadas, como la ictericia”, dijo el coautor del estudio e investigador de los NIH, Xiaofang Jiang. “Este descubrimiento sienta las bases para comprender el eje intestino-hígado”.
Los hallazgos aparecieron en la revista Nature Microbiology.
Fuente: ZME Science.