Un estudio reciente de veteranos estadounidenses encontró que el 10% de los diagnosticados con demencia en realidad tenían una afección hepática llamada encefalopatía hepática (EH), una afección tratable. El hígado puede resultar dañado por varias cosas, incluido el alcohol, los depósitos de grasa y los virus de la hepatitis. Cuando el daño continúa durante varios años, el hígado queda cicatrizado (lo que se conoce como cirrosis) y, en cierto momento, ya no puede realizar una de sus tareas críticas: desintoxicar la sangre. Las toxinas (principalmente amoníaco) pueden acumularse y llegar al cerebro, interfiriendo con su función. Esta es la EH.
La EH puede ser muy leve y difícil de diagnosticar. Los síntomas pueden ser tan sutiles como cambios en el patrón de sueño o irritabilidad. A medida que la condición empeora, surgen síntomas como olvidos, desorientación o confusión. En su forma más grave, puede provocar coma y muerte.
Una vez diagnosticado, se puede tratar, inicialmente con laxantes que ayudan a eliminar el amoníaco y otras toxinas que se acumulan en el intestino. A esto le sigue un tratamiento con un antibiótico (rifaximina) que mata algunas de las bacterias dañinas productoras de amoníaco en el intestino. Si es muy grave, la EH puede incluso ser un motivo para someterse a un trasplante de hígado.
Condición silenciosa
La EH es más fácil de detectar y tratar si sabemos que la persona tiene cirrosis. El problema es que la cirrosis es una condición silenciosa hasta que llega a etapas muy avanzadas cuando el hígado comienza a fallar. La EH es mucho más difícil de diagnosticar en la población general. Los síntomas de cambio de humor, comportamiento, confusión y olvido también se observan en personas con demencia.
La demencia es una afección causada por un daño prolongado a la función cerebral. Esto comúnmente es causado por un suministro reducido de sangre al cerebro debido al daño a los vasos sanguíneos pequeños debido a la diabetes o la presión arterial alta (demencia vascular).
Otras formas de demencia incluyen la enfermedad de Alzheimer, donde los depósitos dañan el cerebro provocando síntomas típicos de olvido y confusión. El nuevo estudio estadounidense examinó los registros médicos de ex soldados tratados por la Administración de Salud de los Veteranos durante diez años con un diagnóstico de demencia realizado en al menos dos ocasiones distintas.
El equipo analizó datos clínicos, incluidos resultados de sangre de este grupo, y los utilizó para calcular una puntuación FIB-4 (una puntuación basada en los resultados de sangre del hígado y la edad), que puede usarse para predecir el daño hepático. En el análisis se incluyeron más de 175.000 personas. De ellos, el 10% (18.390 personas) tenía una puntuación FIB-4 superior a 3,25 (un límite aceptado para el diagnóstico de cicatrización hepática).
Los investigadores encontraron que una puntuación alta de FIB-4 era más común en personas con hepatitis viral y consumidores empedernidos de alcohol, factores de riesgo de enfermedad hepática. Una puntuación alta era menos probable en personas que tenían diabetes, presión arterial alta o enfermedad renal, todos ellos factores de riesgo de demencia. Esto sugiere que las personas con una puntuación alta de FIB-4 en realidad pueden tener una enfermedad hepática y la EH causa sus síntomas en lugar de demencia.
Los investigadores confirmaron estos hallazgos al observar a un grupo separado de personas que fueron evaluadas para detectar demencia en su hospital y encontraron resultados similares, con un 9% con una puntuación alta de FIB-4 y posible cirrosis. Este estudio sugiere que alrededor del 10% de las personas diagnosticadas con demencia pueden tener una enfermedad hepática silenciosa subyacente en la que la EH causa o contribuye a los síntomas, un diagnóstico importante ya que la EH es tratable.
Nueva e importante avenida
Es el primer estudio de este tipo que analiza datos de salud recopilados de forma rutinaria de esta manera. Sin embargo, debemos tratar estos resultados con cierta cautela. En primer lugar, los datos provienen de veteranos militares (97% hombres y 80% de etnia blanca) y, por lo tanto, no son representativos de la población en general.
En segundo lugar, se utilizó FIB-4 como marcador de cirrosis. Es una puntuación útil que se calcula fácilmente, pero la precisión depende de la causa de la enfermedad hepática y es menor en las personas mayores. Finalmente, tener una puntuación alta en FIB-4 no significa necesariamente que la persona tenga EH.
Este estudio abre una nueva e importante vía de investigación. Crea conciencia sobre la necesidad de detectar enfermedades hepáticas en personas con síntomas generales de demencia. Es probable que esto sea un problema creciente a medida que aumentan las tasas de demencia y cirrosis. Pero todavía necesitamos mejores datos para comprender completamente la cantidad de personas con EH a las que se les diagnostica incorrectamente demencia y cuál es la mejor manera de identificarlas y tratarlas.
Fuente: The Conversation.