Los urbanistas no son médicos. No necesitan considerar cómo crece y se propaga el cáncer para realizar su trabajo. Pero tal vez deberían hacerlo.
Un nuevo estudio sugiere que las grandes ciudades, como Londres y Sídney, crecen de manera extrañamente similar a los tumores malignos. Los investigadores sostienen que los mismos factores clave que gobiernan el crecimiento del cáncer también parecen gobernar la propagación de los espacios urbanos. El equipo dirigido por la científica del clima urbano Isabella Capel-Timms del University College London (UCL) dice que comprender esa similitud podría ayudarnos a construir mejores ciudades para el futuro.
Durante los últimos 180 años, los modelos matemáticos muestran que la capital británica ha aumentado rápidamente de tamaño hasta convertirse en la metrópolis en expansión que conocemos hoy. La ciudad original de Londres que existió durante la Edad Media se conoce como la ‘milla cuadrada’. Todo el Londres moderno tiene ahora más de 600 veces el tamaño de ese “núcleo” histórico.
Para alcanzar proporciones tan enormes, la capital creció como un cáncer entre 1831 y 2011. Los modelos matemáticos muestran que antes de la llegada de la red ferroviaria de la ciudad, la población de Londres estaba agrupada en un área pequeña y central. Los viajes de larga distancia hasta las zonas periféricas eran caros y difíciles. Sin embargo, el uso de trenes permitió un cambio hacia la vida suburbana, permitiendo a los residentes vivir cada vez más lejos del centro.
Esto también parece ser una tendencia en otras ciudades del mundo: a la gente le gusta vivir en áreas de menor densidad si hay transporte disponible a un área central. Tal dinámica, sostiene el equipo internacional de investigadores, es comparable a cómo los vasos sanguíneos en los tumores cancerosos brotan y se dividen, forjando nuevos “caminos” hacia el tejido emergente.
Este proceso, llamado angiogénesis, permite que el cáncer crezca más de unos pocos milímetros. Los vasos sanguíneos suministran oxígeno y nutrientes a las células más de lo que podría hacerlo la difusión. El mismo principio parece ser válido para muchas ciudades importantes del mundo, como Londres, Washington DC, París y Sídney, y para diferentes sistemas de transporte público distintos del tren.
Cuando los científicos de la UCL se asociaron con investigadores de la Universidad de Sídney, descubrieron que la ciudad portuaria australiana creció de manera similar a Londres. Utilizando datos de 1851 a 2011, el sistema ferroviario de Sydney y su población urbana evolucionaron uno al lado del otro en modelos.
Al igual que Londres, los dos factores más importantes que parecían regir el crecimiento de la ciudad australiana eran la masa de su población y su interconexión. Estos son los mismos factores que gobiernan el crecimiento del tejido canceroso.
Hoy en día, el mundo está experimentando una “urbanización y digitalización aceleradas”, explican los autores del estudio, donde las ciudades “generalmente son tratadas como grandes máquinas o sistemas logísticos que pueden ser controlados mediante intervenciones de arriba hacia abajo”.
Pero en realidad, argumentan, las ciudades “se comportan como sistemas adaptativos complejos que evolucionan, hasta cierto punto, como organismos vivos”.
Esta no es una analogía nueva (arquitectos y científicos ya han hecho la comparación antes), pero el nuevo estudio proporciona comparaciones cuantitativas entre el crecimiento urbano y biológico que podrían resultar útiles. El equipo espera que los urbanistas busquen soluciones futuras en el campo de la biología.
“Por ejemplo”, sugieren, “las políticas destinadas a regular el desarrollo de las redes de carreteras, metro y ferrocarriles pueden limitar los futuros patrones de crecimiento urbano de manera similar a como las estrategias destinadas a controlar la vascularización y las interacciones entre células pueden mitigar el crecimiento del cáncer”.
El estudio fue publicado en el Journal of the Royal Society Interface.
Fuente: Science Alert.