Científicos creen haber encontrado nuestra “brújula neuronal” que impide que nos perdamos

Biología

Para mantener nuestros cuerpos correctamente orientados, nuestros cerebros realizan impresionantes hazañas de cálculo que rastrean nuestro tambaleante saco de carne a través de un mapa mental de nuestro entorno. Si bien muchas investigaciones se han centrado en el mapeo, pocas han logrado determinar cómo nuestro cableado neurológico monitorea nuestra dirección dentro de él.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Birmingham en el Reino Unido y la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich en Alemania ha identificado una actividad cerebral característica que describe una especie de “brújula neuronal” con la esperanza de comprender cómo nos orientamos en el mundo. Incluso el más mínimo error en términos de hacia dónde apunta nuestro cuerpo y hacia dónde miramos puede causar problemas, ya sea al cruzar una puerta o conducir un automóvil, y el estudio también puede servir de base para la investigación de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.

“Sabemos que animales como pájaros, ratas y murciélagos tienen circuitos neuronales que los mantienen encaminados, pero sabemos sorprendentemente poco sobre cómo el cerebro humano maneja esto en el mundo real”, dice el neurocientífico Benjamin Griffiths, de la Universidad de Birmingham.

En dos experimentos separados, Griffiths y sus colegas instaron a 52 voluntarios sanos a orientar sus cabezas y ojos de diferentes maneras mientras monitoreaban las señales cerebrales a través de gorros de electroencefalograma (EEG) conectados al cuero cabelludo y registraban sus movimientos con seguimiento de movimiento. Se realizaron más pruebas en 10 voluntarios que ya tenían electrodos dentro del cráneo para enfermedades como la epilepsia. Esto le dio al equipo una visión aún más cercana de las regiones del cerebro que se iluminaban con actividad cuando se movían la cabeza y los ojos. Al descartar las influencias en la activación neuronal del movimiento muscular y la información sensorial, los investigadores identificaron regiones en el lóbulo temporal medial (implicado en la memoria), la corteza parietal (implicada en la vinculación de la información entrante) y el parahipocampo (implicado en el reconocimiento de lugares) como contribuyentes importantes a nuestra brújula neuronal.

Los investigadores compararon las señales cerebrales con los movimientos de la cabeza. Griffiths et al., Nature Human Behaviour, 2024.

“Varias regiones distintas están sintonizadas con los cambios en el ángulo de la cabeza, incluido el lóbulo parietal y el parahipocampo”, explican los investigadores en su artículo. “Identificamos una firma sintonizada con el ángulo de rumbo actual que se distingue de la información sensorial y la actividad muscular”.

Las señales en estas regiones se enviaron justo antes de los movimientos de la cabeza, lo que sugiere que desempeñan un papel crucial para hacernos mirar como debemos estar y garantizar que no perdamos de vista dónde estamos en un entorno.

“Aislar estas señales nos permite centrarnos realmente en cómo el cerebro procesa la información de navegación y cómo estas señales funcionan junto con otras señales, como los puntos de referencia visuales”, dice Griffiths.

Con una mejor comprensión de cómo el cerebro dirige nuestro cuerpo, podríamos ayudar a evitar que esta parte particular del circuito neuronal se descomponga. El equipo de estudio también sugiere que la investigación sobre tecnología de navegación también podría beneficiarse.

Los nuevos hallazgos también son interesantes en el contexto de nuestra creciente dependencia del uso de la tecnología para orientarnos. Podría ser que nuestra brújula neuronal haya sido descubierta incluso cuando nuestra dependencia de ella se reduce.

“Nuestro enfoque ha abierto nuevas vías para explorar estas características, con implicaciones para la investigación de enfermedades neurodegenerativas e incluso para mejorar las tecnologías de navegación en robótica e inteligencia artificial”, dice Griffiths.

La investigación ha sido publicada Nature Human Behaviour.

Fuente: Science Alert.

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