Las mujeres no vivían más que los hombres en la Inglaterra medieval

Humanidades

Durante siglos, las mujeres han sobrevivido consistentemente a los hombres, una tendencia que se mantiene en varias culturas. Pero en las calles estrechas e implacables de la Inglaterra medieval, esta ventaja biológica desapareció. Un nuevo estudio revela que durante este período, los hombres y las mujeres tenían una esperanza de vida casi idéntica, una anomalía en la historia humana.

Los hallazgos desafían suposiciones sostenidas durante mucho tiempo y ofrecen una visión de una sociedad marcada por la enfermedad, el hambre y las marcadas desigualdades. La esperanza de vida rondaba los escasos 32 años, y algunas personas llegaban a los 40 o 50 años. Pocas vivían hasta una edad avanzada. Sin embargo, incluso en una era tan brutal, uno podría haber esperado que las mujeres sobrevivieran más que los hombres. Entonces, ¿por qué no lo hicieron?

Una historia oculta desenterrada
El estudio, dirigido por Samantha Yaussy y su equipo, aprovecha la bioarqueología para explorar las disparidades de salud en el Londres medieval. Utilizando huesos de cementerios locales, los investigadores examinaron biomarcadores como la hipoplasia lineal del esmalte (LEH), la osteoartritis (OA) y la formación de hueso nuevo en el periostio (PNBF). Estos marcadores, grabados en los esqueletos por las dificultades de la vida, ofrecen pistas sobre el estrés físico que soportaron estas personas mientras aún estaban vivas. Los huesos contaban una historia sombría de vidas marcadas por las dificultades, según Yaussy, antropóloga de la Universidad James Madison.

“Las lesiones en el esqueleto habrían registrado eventos de salud estresantes”, dijo a Discover Magazine. Estos marcadores a menudo surgieron durante la infancia debido a plagas, hambrunas o enfermedades graves pasadas. Los surcos grabados en los dientes, por ejemplo, indicaban períodos en los que el cuerpo detenía la producción de esmalte debido a la desnutrición o la enfermedad.

Otras pistas esqueléticas revelaban traumas por encuentros violentos, infecciones o accidentes. Estos signos físicos, explica Yaussy, servían como un “registro permanente” de la fragilidad de una persona en la vida. El equipo juntó estos indicadores para inferir no solo cómo vivía la gente, sino también su probabilidad de supervivencia en un mundo carente de medicina moderna.

El papel del patriarcado en la mortalidad medieval
El estudio desafía los supuestos modernos sobre el género y la salud en las poblaciones históricas. A diferencia de la “paradoja de la morbilidad-mortalidad entre hombres y mujeres” de la actualidad, donde las mujeres tienden a vivir más tiempo a pesar de una mayor morbilidad, el Londres medieval no mostró diferencias significativas entre los sexos en términos de fragilidad o resiliencia. Esto podría reflejar estructuras sociales en las que los hombres se beneficiaban de una “protección cultural preferencial”, lo que significa que los hombres podrían haberse beneficiado de privilegios sociales en áreas como la nutrición, las condiciones laborales o el acceso a los recursos.

“Es cultural”, dice Sharon DeWitte, antropóloga biológica de la Universidad de Colorado en Boulder y coautora del estudio. “Esto determina quién recibe ciertos alimentos y cómo se distribuyen los recursos entre los niños en puntos cruciales de su desarrollo”.

En una sociedad patriarcal que priorizaba a los herederos varones, las mujeres a menudo se encontraban en desventaja. Esta disparidad se extendía más allá de la nutrición. Las mujeres tenían más probabilidades de cuidar a los enfermos, exponiéndolos a enfermedades contagiosas. También tenían menos probabilidades de recibir incluso la atención médica rudimentaria disponible en ese momento.

“Estas son inferencias razonables para hacer en base a lo que sabemos sobre esa estructura social”, agrega DeWitte.

El rompecabezas esquelético: lo que los huesos pueden decirnos y lo que no
Siglos después de su muerte, los esqueletos de los londinenses medievales contienen pistas sobre sus vidas, pero no cuentan historias sencillas. De hecho, interpretar estos huesos requiere navegar por lo que los investigadores llaman la paradoja osteológica, un término que captura las desconcertantes contradicciones del estudio de la salud antigua a través de restos esqueléticos.

A primera vista, los esqueletos con signos visibles de estrés, como lesiones o huesos deformados, podrían parecer pertenecer a los individuos más enfermos. Pero a menudo, ocurre lo contrario. Estos marcadores suelen tardar tiempo en formarse, lo que significa que los individuos que los llevan sobrevivieron lo suficiente para soportar y recuperarse de graves dificultades. En cambio, quienes murieron rápidamente, por enfermedades agudas o condiciones duras, pueden dejar esqueletos que parecen engañosamente “sanos”.

Esta paradoja se puso claramente de manifiesto en este estudio sobre los cementerios medievales de Londres. Los hallazgos de los investigadores dieron la vuelta a las suposiciones convencionales:

Los esqueletos con PNBF curado, que refleja la recuperación de un trauma pasado, a menudo pertenecían a individuos que vivieron más tiempo, mostrando resiliencia frente a la adversidad. Por otro lado, marcadores como longitudes femorales cortas o PNBF activo (evidencia de estrés continuo en el momento de la muerte) estaban fuertemente vinculados a vidas más cortas.

Para dar sentido a estas contradicciones, el equipo utilizó un modelo estadístico avanzado para desentrañar los roles duales de la fragilidad y la resiliencia. La fragilidad, marcada por condiciones como retraso en el crecimiento óseo, indicaba vulnerabilidad y mayor riesgo de mortalidad. La resiliencia, reflejada en lesiones curadas, se consideraba un signo de fortaleza necesaria para superar los desafíos de la vida.

En general, las revelaciones del estudio arrojan luz sobre cómo las normas culturales pueden influir profundamente en la esperanza de vida. Si bien hoy en día las mujeres suelen vivir seis años más que los hombres en Estados Unidos, el período medieval ofrece un duro recordatorio de cómo las desigualdades sociales pueden borrar incluso las ventajas biológicas.

Los hallazgos se publicaron en la revista Science Advances.

Fuente: ZME Science.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *