¿Los humanos dormimos menos hoy en día? Muchos de nosotros podríamos responder rápidamente con un rotundo “sí”. Pero incluso si es cierto para ti, ¿lo es para la mayoría? Es más polémico de lo que crees.
Sí, encontrarás muchas encuestas que muestran una clara disminución del sueño desde mediados del siglo XX hasta la década de 2000 (cuando la gente comenzó a usar muchos dispositivos digitales). Por ejemplo, Gallup descubrió que en 1942, el 59% de los estadounidenses dormía ocho horas o más por noche (y solo el 3% dormía menos de 5 horas), pero en 1990 solo el 27% dormía más de 8 horas, mientras que el 14% dormía menos de 5 horas.
Pero estos son informes propios. Una revisión de 2015 de 168 estudios de 1960 a 2013 no encontró una disminución significativa en la duración del sueño de los adultos medida objetivamente durante ese período de más de 50 años. De hecho, dormimos mucho más (en promedio) de lo que pensamos.
Más sueño del que creías
Lo que es más intrigante es que, incluso si suponemos que la gente de hoy duerme menos que hace unas décadas, en general parece que quienes crecimos en una sociedad industrial dormimos mucho más que nuestros antepasados. Un estudio de 2015, por ejemplo, midió los patrones de sueño reales (en contraposición a los autoinformes) de los cazadores-recolectores en Tanzania, Namibia y Bolivia. Encontró que los miembros de las tribus dormían entre cinco horas y 40 minutos y siete horas y seis minutos en promedio por noche.
Ahora, una revisión reciente de 54 estudios del sueño a nivel de población llegó a una conclusión sorprendente. Sugiere que las personas en las sociedades industriales probablemente duermen más en comparación con sus ancestros antiguos y también experimentan una profunda alteración en su ciclo de sueño. En concreto, hemos alterado los ritmos circadianos, los relojes internos que gobiernan todo, desde la liberación de hormonas hasta el metabolismo.
En otras palabras, estamos viendo una compensación. Las sociedades industriales han creado entornos que permiten un sueño más prolongado y eficiente. Pero al mismo tiempo, han debilitado nuestra conexión con los ciclos naturales de luz y oscuridad que han dado forma a la biología humana durante milenios.
La paradoja del sueño: más largo, pero menos natural
El estudio, dirigido por David Ryan Samson y Leela McKinnon, ambos antropólogos de la Universidad de Toronto, analizó datos del sueño de 54 poblaciones de todo el mundo, desde cazadores-recolectores en Tanzania hasta habitantes urbanos en los Estados Unidos. Utilizando tecnologías de seguimiento avanzadas como la actigrafía (un método que mide el movimiento para inferir patrones de sueño), los investigadores compararon la duración del sueño, la eficiencia y la función circadiana en estos diversos grupos.
Los resultados pueden sorprenderle. Las personas en las sociedades industriales dormían un promedio de 7,1 horas por noche, en comparación con solo 6,4 horas en las sociedades no industriales. La eficiencia del sueño (el porcentaje de tiempo que se pasa durmiendo en la cama) también fue mayor en las poblaciones industriales, con un 87,9% frente al 73,9% en los grupos no industriales.
Pero cuando se trata de la función circadiana, las tornas se invirtieron. Las sociedades no industriales, con su exposición a la luz natural y las fluctuaciones de temperatura, mostraron ritmos circadianos más fuertes. Sus cuerpos estaban más sincronizados con el ciclo de 24 horas del día y la noche. En contraste, las sociedades industriales, con su iluminación artificial y entornos con clima controlado, exhibieron una función circadiana más débil.
Nuestros cuerpos evolucionaron en entornos donde la luz y la temperatura eran las señales principales para el sueño y la vigilia. Ahora, hemos creado entornos que anulan esas señales, y nuestros ritmos circadianos pueden estar pagando el precio.
“Todos con los que hablo en Canadá y los EE. UU. hablan de lo terrible que es su sueño”, dijo McKinnon a New Scientist. “Los números no lo muestran”.
El costo oculto del sueño moderno
Las implicaciones de esta alteración circadiana son profundas. La investigación ha vinculado los ritmos circadianos debilitados con una serie de problemas de salud, incluida la depresión, la obesidad e incluso un mayor riesgo de demencia. La desalineación circadiana no solo afecta el sueño, afecta a todos los sistemas del cuerpo.
Sin embargo, la principal conclusión de este estudio es que la narrativa popular de que la vida moderna está causando una crisis mundial del sueño puede ser errónea. Si bien es cierto que muchas personas informan que se sienten privadas de sueño, los datos sugieren que, en promedio, las sociedades industriales duermen más que sus contrapartes no industriales. El verdadero problema, según los investigadores, puede ser la calidad de ese sueño y el desajuste de nuestros relojes internos.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Los investigadores sugieren que mejorar la “cronohigiene” (la práctica de alinear las rutinas diarias con los ritmos circadianos naturales) podría ayudar. Esto podría implicar pasar más tiempo al aire libre, reducir la exposición a la luz artificial por la noche y mantener horarios de sueño constantes.
Nadie está diciendo que las sociedades industriales deban abandonar la electricidad o las comodidades modernas. Pero sí necesitamos encontrar formas de reconectarnos con los ritmos naturales que nuestros cuerpos están diseñados para seguir. Es un cambio de mentalidad de dormir más a dormir el tipo correcto.
Fuente: ZME Science.