Tus células pueden escucharte. Y esto es importante para las células grasas

Biología

Cuando un sonido es lo suficientemente fuerte, no solo resuena en los oídos, sino que también parece vibrar a través de los huesos y el pecho. Ahora, los científicos han descubierto que esta sensación puede ser mucho más profunda de lo que pensábamos. Resulta que las células también podrían estar escuchando.

Esa es la conclusión de un nuevo y sorprendente estudio de la Universidad de Kioto. Investigadores descubrieron que simples ondas sonoras —nada más que vibraciones en el aire— pueden provocar la activación y desactivación de genes, alterar el comportamiento celular e incluso detener la transformación de células madre en grasa.

Tus células responden al sonido, incluso sin oídos

El sonido es una fuerza física, como la presión o el tacto. Solemos pensar que es algo que percibimos sólo con los oídos, pero es mucho más que eso. Las ondas sísmicas, por ejemplo, también son ondas acústicas; en cierto sentido, son ondas sonoras. Nuestros oídos están perfectamente adaptados para captar sonidos, pero no son la única parte de nuestro cuerpo que reacciona a ellos. Por lo tanto, era plausible que nuestras células también reaccionaran a estas ondas de alguna manera.

Para explorar esto, Kumeta y su equipo construyeron un sistema especial: un transductor de vibración que podía emitir ondas acústicas directamente en una placa de cultivo celular, como un subwoofer sumergido en agua. Reprodujeron tonos puros —440 Hz (una nota La grave), 14 kHz (una nota aguda) y ruido blanco— a una intensidad de 100 pascales, dentro del rango que los tejidos del cuerpo podrían realmente experimentar. Luego esperaron y no pasó mucho tiempo antes de que las células respondieran.

Primero, midieron lo que ocurrió después de solo dos horas. 42 genes ya habían cambiado su expresión. Después de 24 horas, la respuesta de las células fue aún mayor, con 145 genes modificados. Estos genes no eran aleatorios: muchos están involucrados en la detección de fuerzas mecánicas, la regulación de la inflamación, la remodelación de tejidos e incluso la muerte celular.

Pero este no fue el único efecto. Las células también cambiaron físicamente. Comenzaron a expandirse e iluminar sus adherencias focales. Las adherencias focales son estructuras especializadas que actúan como puntos de anclaje, conectando las células a la matriz extracelular, la red de proteínas y azúcares fuera de las células que proporciona soporte estructural y regula el comportamiento celular. Básicamente, las células actuaron como si estuvieran en un entorno más rígido.

La grasa y el sonido parecen tener una curiosa combinación

El giro más sorprendente se produjo cuando el equipo se centró en las células grasas, o mejor dicho, en las precélulas grasas. Estas son células que aún no han decidido si se convertirán en adipocitos (células grasas) completamente desarrollados.

Cuando el equipo añadió ondas acústicas durante el proceso, el sonido impidió que muchas células se convirtieran en grasas. Los tonos continuos de 440 Hz durante la fase de inducción de tres días redujeron la expresión de dos genes clave de la grasa (Cebpa y Pparg) en más del 70%. Esto sugiere que las ondas sonoras podrían utilizarse de alguna manera contra la grasa.

No hay garantía de que se produzca el mismo efecto en humanos ni de que esto pueda aplicarse en la práctica. Pero es intrigante.

La terapia acústica ya existe en formas marginales y especializadas, como el ultrasonido o los “baños de sonido” en la medicina alternativa. Sin embargo, este estudio ofrece una perspectiva mecanicista real sobre cómo se podría utilizar el sonido con mayor precisión y eficacia, aunque aún se necesita más investigación.

En un contexto más amplio, este estudio aporta una comprensión más matizada del vínculo entre el sonido y la biología. De la misma manera que la luz afecta los ritmos circadianos y los campos magnéticos guían las migraciones animales, quizá el sonido moldee el destino celular de maneras silenciosas y continuas que hasta ahora hemos pasado por alto.

Y las implicaciones abarcan desde la terapia celular hasta la bioingeniería, desde la biología del desarrollo hasta la neuroplasticidad. La relación entre el sonido y las células aún está en gran parte inexplorada y apenas estamos arañando la superficie.

El estudio fue publicado en Nature Communications Biology.

Fuente: ZME Science.

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