Una mujer en Texas murió a causa de una rara infección cerebral después de enjuagarse la nariz con agua almacenada en el tanque de un vehículo recreativo. Las pruebas de laboratorio realizadas al líquido cefalorraquídeo de la mujer de 71 años confirmaron que estaba infectada con Naegleria fowleri, un diminuto protozoo que nada libremente, también conocido como “la ameba devoradora de cerebros”, que causa la enfermedad altamente letal llamada meningoencefalitis amebiana primaria (PAM).
Este microbio letal se encuentra en cuerpos de agua dulce cálidos como estanques, lagos e incluso piscinas descuidadas. La mayoría de las infecciones ocurren al nadar o practicar deportes acuáticos en estos lugares.
“La paciente no había tenido exposición recreativa al agua dulce. Sin embargo, según se informa, había realizado irrigación nasal en varias ocasiones utilizando agua no hervida del grifo de agua potable de la casa rodante durante los cuatro días previos al inicio de la enfermedad”, detalla un informe de caso de los CDC.
“A pesar del tratamiento médico por una presunta infección por PAM, el paciente desarrolló convulsiones y posteriormente falleció ocho días después del inicio de los síntomas”.
Las autoridades no pudieron detectar la ameba en las muestras del tanque del RV ni en el suministro de agua del campamento, lo que puede deberse a que tomaron muestras 23 días después de que ocurrió la posible exposición. Sin embargo, las pruebas indicaron que el agua contenía niveles inadecuados de desinfectante para evitar la formación de biopelículas microbianas que protegen a patógenos como N. fowleri. El agua estaba más turbia de lo recomendado para el agua potable, otra señal de que los niveles de desinfectante podrían haber sido inadecuados.
Esta es la razón por la que realmente no deberías arrojar agua del grifo (o del tanque de la casa rodante) por la nariz para irrigación nasal: los CDC recomiendan que sólo se use agua destilada o esterilizada.
Porque si bien a N. fowleri le gustan las cosas tibias, en realidad prefiere los líquidos más calientes: los que se mueven dentro de nuestros cuerpos, por ejemplo.
Cuando entra en el cuerpo humano, N. fowleri pasa un umbral de temperatura –alrededor de 25°C– que transforma al insecto de su estado flagelado en un trofozoíto insaciable, una forma en la que el microbio se alimenta y reproduce activamente. Cualquier otra vía de entrada al cuerpo, y N. fowleri será escoltada con cortesía por nuestro sistema inmunitario o incinerada por los ácidos estomacales. Pero a través de la nariz, tiene una ruta alarmantemente directa al cerebro. Este patógeno voraz mastica la membrana que usamos para oler, el epitelio olfativo, y sigue las fibras nerviosas que llevan las señales olfativas hasta nuestro cerebro, mordisqueando astrocitos y neuronas en el camino hasta que llega a su objetivo cerebral.
La mayoría de las personas infectadas con N. fowleri mueren entre 1 y 18 días después de la aparición de los síntomas. Los signos de alerta incluyen dolor de cabeza, fiebre, náuseas y vómitos, que pueden progresar a rigidez de nuca, confusión, pérdida del equilibrio y alucinaciones.
Aunque esta enfermedad es muy rara, el pronóstico es desalentador: de los 164 casos reportados en Estados Unidos entre 1962 y 2023, solo 4 personas han sobrevivido.
“Este caso refuerza el potencial de graves riesgos para la salud asociados con el uso inadecuado de los dispositivos de irrigación nasal, así como la importancia de mantener la calidad del agua de los vehículos recreativos y garantizar que los sistemas de agua municipales cumplan con los estándares regulatorios”, afirma el informe.
El informe completo de los CDC está disponible aquí.
Fuente: Science Alert.