Japón está a punto de probar la minería en el fondo del mar

Medio ambiente

Japón se prepara para despertar un mundo dormido. El objetivo no es el petróleo ni el gas, sino el lodo. Lodo repleto de tierras raras que impulsan nuestro futuro digital y ecológico.

A partir de enero de 2026, Japón se convertirá en el primer país en extraer tierras raras de sedimentos abisales a una profundidad sin precedentes de 5.500 metros. Utilizando el Chikyu, un buque de perforación científica en aguas profundas, los investigadores se centrarán en una zona cercana a la isla de Minamitori (a 1900 kilómetros al sureste de Tokio) e intentarán recuperar unas 35 toneladas de lodo rico en tierras raras.

Cada tonelada podría producir unos dos kilogramos de elementos valiosos: neodimio para vehículos eléctricos, disprosio para turbinas eólicas, terbio y gadolinio para sensores y tecnología de visualización. Es un tesoro para la economía verde. Pero extraerlo del fondo del océano conlleva grandes riesgos.

Una nueva fiebre del oro

China domina actualmente la cadena de suministro de tierras raras, refinando casi el 90% de la producción mundial y extrayendo más del 60%. Dada la importancia de estas tierras raras y el aumento de las tensiones en medio de los desacuerdos comerciales, muchos gobiernos buscan alternativas. En junio, Japón se unió a Estados Unidos, India y Australia en una alianza destinada a asegurar el control de estos minerales y romper el monopolio chino.

El problema con las tierras raras es que suelen estar muy dispersas y rara vez se concentran lo suficiente como para que la minería sea viable. Pero uno de los lugares donde se pueden extraer elementos de tierras raras es en las profundidades oceánicas.

Esto ha desencadenado una situación inesperada, parecida a la de la fiebre del oro, y, como era de esperar, parece haber poca preocupación por el medio ambiente. Esta minería funciona bajando un sistema robótico especializado al fondo del océano, donde aspira o recoge sedimentos. Este lodo se bombea a la superficie mediante un sistema de tuberías ascendentes, separando los valiosos elementos de tierras raras de los residuos. Sin embargo, las profundidades marinas no están vacías, sino que rebosan de vida.

Corales, estrellas de mar, gusanos, tapetes microbianos y delicadas esponjas prosperan sobre y bajo el lecho marino, muchos de ellos recién descubiertos y únicos en su tipo. Estos ecosistemas evolucionan a lo largo de milenios. No se recuperan rápidamente, o nunca. De hecho, científicos han advertido que la fiebre del oro de la minería de aguas profundas en Japón podría tener graves consecuencias para el medio ambiente.

Los científicos hacen sonar la alarma

En mayo, un grupo de científicos marinos publicó una advertencia en Science. Instaron a Japón a detener sus planes hasta que se comprendan mejor los impactos ambientales. Más de 30 países, entre ellos Portugal, el Reino Unido y México, ya han solicitado prohibiciones o moratorias a la minería en aguas profundas hasta que se actualicen las regulaciones.

Un estudio a gran escala, financiado por la industria y publicado en julio por la agencia científica gubernamental australiana CSIRO, demostró el motivo. Tras una breve prueba de minería en la Zona Clarion-Clipperton (ZCC), un área en aguas internacionales entre Hawái y México, la población de criaturas que habitan en el fondo marino, como pepinos de mar y crustáceos, se desplomó. Los animales filtradores, que dependen de sedimentos intactos para sobrevivir, mostraron una recuperación mínima un año después.

Ni siquiera los depredadores de ápice se salvaron. Las simulaciones revelaron que los tiburones y los peces espada podían absorber metales tóxicos de columnas de desechos en suspensión, lo que planteaba preocupaciones no solo para la vida silvestre, sino también para el consumo humano de mariscos.

El plan actual de Japón se encuentra dentro de su propia zona económica exclusiva. Por lo tanto, la supervisión de la ISA (Autoridad Internacional de los Fondos Marinos) no le aplica. Pero sus acciones sientan un precedente. Si Tokio tiene éxito, podría abrir las puertas a otras naciones —y empresas— para que se lancen de cabeza al abismo.

The Metals Company, con sede en Canadá, ya está presionando para obtener una licencia para extraer nódulos polimetálicos en la ZCC para 2026. La empresa incluso ha indicado que podría proceder sin aprobación internacional, citando oscuras leyes estadounidenses de la década de 1980.

Un punto de inflexión para una situación compleja

Lo que complica esta situación es el doble dilema de la transición verde. Incluso si se prioriza el medio ambiente (lo cual es un gran interrogante), necesitamos tierras raras. Impulsan coches eléctricos, turbinas eólicas, paneles solares y baterías de última generación. Pero la carrera por asegurar esos recursos amenaza precisamente los ecosistemas que las soluciones climáticas deberían proteger.

Y, a diferencia de la minería terrestre, que está fuertemente regulada y supervisada (aunque de forma imperfecta), la minería de aguas profundas en aguas internacionales opera en un vacío legal. La ISA, un organismo afiliado a las Naciones Unidas, aún está ultimando las normas sobre cómo debe proceder dicha minería. Estas normas se han retrasado durante años.

Por encima de todo, el atractivo de las riquezas sin explotar en el fondo del océano se impone. Sin poblaciones indígenas que desplazar y con depósitos minerales aparentemente ilimitados, las profundidades marinas se presentan como la última frontera de recursos “limpios”. Pero esto dista mucho de ser una práctica “limpia”.

El ensayo de Japón de 2026 será observado de cerca, no solo por empresas mineras e ingenieros, sino también por oceanógrafos, especialistas en ética y activistas climáticos. Porque al extraer minerales del fondo del océano, no sólo estamos extrayendo lodo, sino que estamos borrando una página del medio ambiente terrestre. Y ni siquiera sabemos lo que estamos perdiendo.

Fuente: ZME Science.

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