Ozzy Osbourne no debería haber sobrevivido. Lo dijo él. Lo dijeron los científicos. Cualquiera que lo viera ante un micrófono con un murciélago en una mano y una botella de coñac en la otra lo decía. Y, sin embargo, durante más de cinco décadas, Osbourne desafió todas las expectativas. Bebió, fumó, se inyectó, esnifó, se desplomó, tropezó y, aun así, milagrosamente, sobrevivió.
En 2025, a los 76 años, el mundo finalmente se despidió del Príncipe de las Tinieblas. Pero en el enorme legado que dejó, más allá de la música, la conmoción y la cultura, también hay algo de ciencia. En particular, en sus genes.
Ozzy obtiene su genoma secuenciado
Ozzy Osbourne saltó a la fama a principios de los 70 como vocalista principal de Black Sabbath, banda ampliamente reconocida por ser pionera del heavy metal. Se convirtió en un ícono cultural y se mantuvo así durante toda su vida. Ozzy es conocido por su voz cautivadora, su caótica presencia escénica y sus disparatadas travesuras, incluyendo arrancarle la cabeza a un murciélago de un mordisco durante una actuación en vivo. Se convirtió en el símbolo por excelencia del exceso del rock and roll. Su carrera en solitario y su fama en los realities lo consolidaron como una de las figuras más reconocibles y duraderas de la historia de la música.
Pero en 2010, Ozzy se unió a un grupo de élite, aunque improbable: la primera estrella de rock en tener su genoma completo secuenciado. Se adentró en el inexplorado mundo de la genómica de las celebridades. Su razonamiento fue puro metal:
“Tenía curiosidad”, explicó. “Con la cantidad de alcohol que he consumido a lo largo de los años —sin mencionar la cocaína, la morfina, los somníferos, el jarabe para la tos, el LSD, el Rohypnol… de todo—, no hay ninguna razón médica plausible para que siga vivo. Quizás mi ADN pueda explicarlo”.
En 2010, las empresas Cofactor Genomics y Knome, Inc. analizaron el genoma de Osbourne utilizando una plataforma de vanguardia en aquel entonces. Tardaron tres semanas y costó decenas de miles de dólares. Hoy en día, se podría hacer de la noche a la mañana por unos pocos cientos de dólares. Pero en aquel entonces, era una tecnología de vanguardia y nadie había analizado un genoma como este antes.
Su misión declarada era comprender cómo el cuerpo de Ozzy había resistido lo que debería haber sido un estilo de vida fatal. Analizaron genes relacionados con el metabolismo, la adicción y la neurobiología. Y lo que encontraron fue confuso, inconcluso y profundamente intrigante.
Un gen para el alcohol (y la adicción)
No encontraron una prueba irrefutable. Pero sí mucha información interesante. Entre la neblina de rarezas genéticas, una destacaba como un foco en un escenario oscuro: una variante de una sola letra en la región reguladora de un gen llamado ADH4 (alcohol deshidrogenasa 4).
La familia de genes ADH codifica las enzimas alcohol deshidrogenasas, responsables de la descomposición metabólica primaria del alcohol en el hígado y el estómago. Osbourne parecía presentar una mutación única cerca de este gen que le permitía producir la proteína ADH4 con mayor eficiencia, lo que le permitía metabolizar el alcohol significativamente más rápido que una persona promedio.
Esto proporcionó una posible explicación biológica para su famosa alta tolerancia, que supuestamente incluía consumir varias botellas de coñac en una sola noche. Pero también aumenta considerablemente la probabilidad de adicción. Las personas con alta tolerancia al alcohol (y otras sustancias adictivas) son más propensas a desarrollar adicción; desean más y no sienten tanto los efectos secundarios. Según los investigadores que analizaron los hallazgos, esta variación multiplicó por seis la probabilidad de adicción en Osbourne en comparación con la persona promedio.
Se dice que Osbourne desestimó el hallazgo de cocaína, bromeando diciendo que cualquiera que hubiera consumido tanto como él se habría vuelto adicto independientemente de sus genes. La variante ADH4 no fue la única sorpresa en el ADN de Ozzy.
Portaba dos versiones raras del CLTCL1, un gen que afecta la forma en que las células absorben y reciclan material, un proceso crucial para las neuronas. La variante producía una versión “totalmente diferente” de la proteína, según el informe genético. Este gen ayuda a las neuronas a comunicarse. Y en Ozzy, el sistema parecía inusualmente reconfigurado.
Otro hallazgo se relacionó con la COMT, un gen que ayuda a regular la dopamina, el neurotransmisor cerebral que produce bienestar. Osbourne presentaba una inusual combinación de “guerrero/preocupado”: una mezcla de variantes de alta y baja actividad. Esto podría explicar parte de su comportamiento volátil, su intensa presencia escénica o su capacidad para alternar entre el caos y el control.
El análisis del genoma de Osbourne reveló un pequeño segmento de ADN identificado como neandertal. En 2010, muchos escritores aprovecharon esta oportunidad, pero los científicos sabían perfectamente que era previsible y nada sorprendente. La mayoría de los humanos modernos de ascendencia no africana heredaron entre un 1% y un 4% de los neandertales mediante antiguos cruces. Aun así, fue fascinante verlo.
Una parte de tu legado está escrita en tu ADN. El resto, lo escribes tú mismo
El genoma de Osbourne no es una piedra de Rosetta que permita interpretar las cosas directamente. No descifra su adicción ni su genio musical. No explica por qué sobrevivió a situaciones que deberían haberlo matado. Los genomas solo pueden revelar cierta información sobre una persona (sea o no Príncipe de las Tinieblas). De hecho, la ciencia suele evitar casos atípicos como Ozzy.
Era, en todos los sentidos, extremo: en la vida, en sus decisiones y en sus genes. Pero a veces, son precisamente estos casos extremos los que pueden revelar nuevos conocimientos. En 2010, se habló de secuenciar más genomas de estrellas de rock y personas con estilos de vida extremos, pero la idea no prosperó. La secuenciación se volvió más económica y común, pero Ozzy siguió siendo un caso de estudio singular en la intersección de la biología y la biografía.
Ozzy Osbourne murió como vivió, bajo sus propios términos. Dos semanas antes de morir, ofreció un último concierto en Birmingham, sentado en un trono, flanqueado por sus compañeros originales de Black Sabbath. Fueron diez horas de celebración, caos y estruendo. Su última publicación en Instagram decía “De vuelta al principio. El último concierto” sin ofrecer ninguna explicación. Al fin y al cabo, no la necesitaba; su legado habla por sí solo.
Los genes de Ozzy Osbourne eran un poco inusuales. Pero no explican la música, la locura ni el mito. Gran parte de lo que lo convirtió en Ozzy no se podía secuenciar, categorizar ni modelar. Era estridente, impredecible y, sin duda, humano. Sus memorias, Last Rites, se publicarán este octubre.
“La gente me dice: ‘Si pudiera volver a hacerlo todo, sabiendo lo que sé ahora, ¿cambiaría algo?’. Y yo les digo: ‘Ni hablar’. Si hubiera estado sobrio y limpio, no sería Ozzy. Si hubiera hecho cosas normales y sensatas, no sería Ozzy”.
“Mira, si termina mañana, no me puedo quejar. He viajado por todo el mundo. He visto muchas cosas. Me ha ido bien… y me ha ido mal”.
Fuente: ZME Science.