Si no te preocupa la resistencia a los antibióticos, probablemente no sepas lo suficiente sobre ella. Antes de los antibióticos, muchas infecciones que ahora consideramos fácilmente tratables eran potencialmente mortales. Dar a luz era una apuesta arriesgada. Ahora, nuestro uso imprudente de antibióticos podría estar potenciando los patógenos y haciéndolos inmunes a los tratamientos.
Pero, al parecer, no se trata solo de antibióticos. En un descubrimiento sorprendente que podría redefinir nuestra comprensión de la resistencia a los antimicrobianos, un equipo de investigadores australianos ha descubierto que dos de los analgésicos de venta libre más comunes del mundo (ibuprofeno y paracetamol) pueden acelerar drásticamente la evolución de la resistencia a los antibióticos en Escherichia coli, una bacteria común responsable de numerosas infecciones humanas.
El estudio, publicado en npj Antimicrobials and Resistance, destaca una vía previamente ignorada para la creación de superbacterias. Sugiere que el problema no son solo los antibióticos que usamos, sino todo el cóctel de medicamentos que circula en nuestro organismo.
Los antibióticos y nosotros
La resistencia a los antimicrobianos es una de las amenazas más graves para la salud pública mundial. Durante décadas, hemos vivido una época dorada de la medicina, utilizando potentes antibióticos para mantener a raya a los patógenos. Pero las bacterias están contraatacando. Están evolucionando, intercambiando genes y desarrollando defensas a una velocidad superior a la que podemos inventar nuevos fármacos para combatirlas. La crisis ya no es una amenaza lejana; ya está aquí.
Solo en 2019, se estima que 4,95 millones de muertes se asociaron con la resistencia a los antimicrobianos. Sin antibióticos eficaces, procedimientos fundamentales de la medicina moderna —desde cirugías rutinarias y cesáreas hasta quimioterapia y trasplantes de órganos— se volverían mortalmente peligrosos.
El principal culpable de esta historia ha sido el uso excesivo e indebido de los propios antibióticos, tanto en medicina como en agricultura. Cada vez que usamos un antibiótico, aplicamos una poderosa presión selectiva, eliminando las bacterias susceptibles y dejando solo a las más fuertes y resistentes para que sobrevivan y se multipliquen. Esto es especialmente cierto si no seguimos la prescripción. Pero ¿y si otros medicamentos, aparentemente inofensivos, actuaran como cómplices?
Para investigar esto, el equipo analizó el intestino humano. Nuestro intestino es una metrópolis vibrante de billones de microbios, un ecosistema complejo donde bacterias, virus y hongos viven, compiten y evolucionan. También es la principal planta de procesamiento de todo lo que ingerimos, incluidos los medicamentos. Cuando una persona toma múltiples medicamentos (un fenómeno conocido como polifarmacia, cada vez más común, especialmente entre las personas mayores), su intestino se convierte en una sopa química. Los investigadores australianos querían saber qué sucede cuando se deja que las bacterias comunes se dispersen en esa sopa.
Tomaron dos cepas de E. coli, una cepa de laboratorio estándar y una cepa clínica aislada de un residente de un centro de atención para ancianos, y las expusieron al antibiótico ciprofloxacino. El ciprofloxacino es un antibiótico común, frecuentemente usado para tratar infecciones del tracto urinario. Estas infecciones son rampantes en los centros residenciales de atención para ancianos. Paralelamente, agregaron uno de los nueve medicamentos diferentes no antibióticos que también se usan comúnmente en estas instalaciones. Estos incluían analgésicos como ibuprofeno, diclofenaco y acetaminofén, el diurético furosemida y el medicamento para el colesterol atorvastatina. Usaron concentraciones de estos medicamentos específicamente calculadas para imitar lo que se encontraría en el intestino humano después de que una persona toma una dosis estándar.
Los resultados fueron sorprendentes. Al exponerse solo al antibiótico, las bacterias, como era de esperar, comenzaron a desarrollar resistencia. Pero al añadir ibuprofeno o acetaminofén, la frecuencia de mutación (la velocidad a la que aparecían superbacterias resistentes) se disparó. En la cepa de laboratorio de E. coli, el ibuprofeno multiplicó por casi 15 el número de mutantes resistentes en comparación con el antibiótico solo. El acetaminofén lo multiplicó por casi 6. El efecto fue igual de significativo en la cepa clínica aislada del intestino humano. Los analgésicos estaban acelerando el desarrollo de resistencia de las bacterias.
Estamos criando a nuestra próxima generación de asesinos
Los investigadores no se detuvieron ahí. Utilizaron la secuenciación del genoma completo para analizar el ADN bacteriano e identificar las mutaciones exactas que las habían transformado. Descubrieron una sofisticada estrategia doble que las bacterias utilizaban para defenderse del ataque de los antibióticos.
La primera línea de defensa consistió en mutar el objetivo principal del antibiótico. La ciprofloxacina actúa atacando y desactivando una enzima bacteriana crucial llamada gyrA, que ayuda a controlar el enrollamiento y desenrollamiento del ADN. Se trata de una llave específica (el antibiótico) diseñada para encajar en una cerradura específica (la enzima), bloqueando el mecanismo y matando a la bacteria. La secuenciación reveló que muchos de los mutantes altamente resistentes habían desarrollado mutaciones directamente en el gen gyrA. Pero eso es sólo la mitad de la historia.
El segundo mecanismo, y quizás el más insidioso, involucraba los propios sistemas de defensa de las bacterias: las bombas de eflujo. Las bacterias están recubiertas de diminutas bombas moleculares que actúan como porras microscópicas, identificando y expulsando activamente sustancias tóxicas, como antibióticos, del interior de la célula. La bomba de eflujo primaria en E. coli se megaactivó en mutantes, bombeando constantemente el antibiótico y manteniéndolo por debajo del umbral letal. Esto permitió a las bacterias sobrevivir y prosperar en un entorno que de otro modo sería mortal.
Estas bombas hiperactivas no son exigentes. Se sabe que expulsan una amplia variedad de compuestos, no solo ciprofloxacino. De hecho, cuando los investigadores probaron sus nuevas mutantes contra otras clases de antibióticos, descubrieron que habían desarrollado resistencia cruzada. Sorprendentemente, las mutantes más hiperresistentes a menudo presentaban ambos tipos de mutaciones.
Si bien este estudio tiene sus propias limitaciones, es una importante llamada de atención. Demuestra que hemos subestimado lamentablemente la complejidad de la resistencia a los antibióticos y cómo otros factores pueden influir. No se trata de decirle a la gente que deje de tomar analgésicos. Se trata de reconocer que nuestros cuerpos son ecosistemas complejos y que cada pastilla que ingerimos contribuye al entorno químico que configura la evolución de los microbios que habitan en nuestro interior. Este nuevo conocimiento exige un enfoque más holístico y cauteloso a la hora de prescribir medicamentos, instándonos a considerar no sólo el efecto de un solo fármaco, sino el efecto poderoso y potencialmente peligroso de todo el botiquín.
Fuente: ZME Science.