Investigadores afirman que los humanos están en medio de un cambio evolutivo nunca antes visto

Biología

La evolución humana se ha descrito a menudo como un proceso de adaptación, donde la selección natural y los cambios genéticos impulsan a las especies hacia rasgos más adecuados para la supervivencia en sus entornos. Sin embargo, esta visión arraigada podría pasar por alto un factor clave en la evolución humana: la cultura.

Una nueva teoría está revolucionando la creencia popular, sugiriendo que nuestra evolución no se define únicamente por nuestros genes. En cambio, está cada vez más determinada por la cultura que creamos, compartimos y adaptamos. Investigadores de la Universidad de Maine, Timothy Waring y Zachary Wood, argumentan que la humanidad está experimentando un cambio evolutivo sin precedentes, impulsado no por la genética, sino por la cultura. Este cambio, afirman, podría marcar el comienzo de un capítulo completamente nuevo en la historia de la humanidad.

El cambio cultural por encima del cambio genético

En su nuevo artículo publicado en BioScience, Waring y Wood presentan una hipótesis convincente: es posible que los seres humanos ya no evolucionen principalmente por medios genéticos, sino más bien por herencia cultural. Su investigación sugiere que los sistemas culturales —como las técnicas agrícolas, los sistemas legales y las prácticas médicas— están evolucionando mucho más rápido de lo que los rasgos biológicos podrían esperar. De hecho, argumentan que la evolución cultural está superando a la genética en muchos sentidos, adelantando lo que antes se habría resuelto mediante cambios genéticos.

“La cultura impulsa la evolución a un ritmo que los genes simplemente no pueden igualar”, afirma Wood, recalcando el argumento de que los avances tecnológicos y culturales pueden adaptarse a los desafíos ambientales en una fracción del tiempo que tardarían las mutaciones genéticas en hacerlo. Tomemos como ejemplo intervenciones médicas como las gafas o las cesáreas. Estas son soluciones culturales que ayudan a resolver problemas que la genética podría haber dejado sin resolver, permitiendo a los humanos adaptarse y sobrevivir de maneras que la biología por sí sola jamás podría haber previsto.

Una transición evolutiva acoplada en la herencia y la individualidad, causada por el papel de la cultura en la evolución humana a largo plazo, se caracteriza por una retroalimentación positiva entre el poder de los grupos culturalmente organizados y la capacidad adaptativa de la cultura en relación con la evolución genética. Crédito: Waring y Wood.

El paso de la evolución genética a la cultural puede no ser tan repentino ni drástico como accionar un interruptor. Es un proceso gradual que lleva miles de años en marcha. Desde el auge de la agricultura hasta el desarrollo de las instituciones modernas, la cultura ha sido un motor fundamental del progreso humano. Pero lo que Waring y Wood proponen es que esta tendencia se está acelerando, tanto que ahora está superando nuestras adaptaciones genéticas.

Las implicaciones sociales: un nuevo tipo de individualidad

La herencia cultural no es paralela ni análoga a la herencia genética. Mientras que el material genético se replica físicamente y se transmite directamente, la memoria cultural no se replica ni se transmite. En cambio, los rasgos culturales se transmiten mediante su influencia en el fenotipo observable (p. ej., el comportamiento) y los procesos activos de inferencia e imitación por parte del aprendiz. Además, los rasgos genéticos se heredan pasivamente por la descendencia, mientras que los aprendices culturales son agentes activos y, a menudo, estratégicos en la selección y adopción de rasgos culturales. Crédito: Waring y Wood.

Si bien el concepto de evolución cultural humana no es del todo nuevo, sí lo es la idea de que estamos presenciando una “transición evolutiva” que cambia la naturaleza misma de lo que significa ser humano. En su investigación, Waring y Wood sugieren que este cambio en el modo de evolución también podría marcar un cambio significativo en la individualidad humana. De forma similar a cómo los primeros organismos evolucionaron de la vida unicelular a organismos multicelulares complejos, los humanos podrían estar en transición de una especie individualista a una definida por la cooperación grupal, similar a especies eusociales como las hormigas y las abejas.

Esta transición cultural, argumentan, está creando esencialmente un nuevo tipo de “superorganismo”, donde los sistemas culturales que los humanos hemos construido (sanidad, educación e incluso sistemas políticos) están tan profundamente arraigados en la sociedad que funcionan como la principal fuerza adaptativa que impulsa la supervivencia humana. Por ejemplo, estructuras sociales como la sanidad universal o las innovaciones tecnológicas no solo están moldeando nuestro entorno, sino también nuestra biología al reducir las presiones de la selección genética.

“Nos volvemos más dependientes de la sociedad que creamos que de los rasgos genéticos que heredamos”, explica Waring.

Esta observación plantea una pregunta inquietante pero profunda: ¿qué significa para la autonomía individual que los mismos sistemas que garantizan la supervivencia y el éxito sean creados y mantenidos por grupos, en lugar de individuos?

El futuro de la evolución humana: ¿un superorganismo cultural?

Las implicaciones de este cambio cultural son de gran alcance. Si la supervivencia y el bienestar humanos dependen cada vez más de los sistemas culturales que nos rodean, ¿qué ocurrirá con la evolución genética individual? ¿Veremos un futuro en el que la humanidad evolucione no como un conjunto de individuos genéticamente distintos, sino como un superorganismo cooperativo y culturalmente moldeado?

La idea es que, así como las hormigas o las abejas funcionan como superorganismos, los humanos podríamos algún día operar de forma similar, y que la supervivencia y la reproducción dependan de la salud de los sistemas culturales que definen nuestras sociedades. Waring y Wood señalan cuidadosamente que este cambio aún se encuentra en sus primeras etapas, y se necesita mucha más investigación para determinar hasta dónde podría llegar esta transición.

“Podríamos estar entrando en un futuro en el que la evolución cultural sea tan avanzada que empiece a controlar no sólo el entorno en el que vivimos, sino también la forma en que nos reproducimos y evolucionamos”, afirma Waring.

De hecho, algunas de las tecnologías más modernas ya insinúan esta posibilidad. La ingeniería genética y las tecnologías de reproducción asistida, que actualmente requieren infraestructuras culturales sofisticadas para funcionar, son ejemplos de cómo la cultura ya está empezando a influir en los resultados genéticos. A largo plazo, esto podría conducir a un escenario en el que nuestros descendientes evolucionen menos mediante mutaciones biológicas y más mediante innovaciones culturales (es decir, tecnológicas).

Nadie sabe qué viene después

El cambio de la evolución genética a la cultural ofrece numerosas oportunidades para futuras investigaciones, y Waring y Wood han trazado un camino claro para medir esta transición. Planean desarrollar modelos matemáticos e iniciar la recopilación de datos a largo plazo para seguir el ritmo de este cambio cultural y comprender mejor sus efectos en las sociedades humanas. Sin embargo, advierten que dicha transición no es inherentemente progresista ni moralmente superior.

“No sugerimos que las sociedades más ricas con mejor tecnología sean ‘mejores’ que otras”, afirma Wood. “La cultura evoluciona tanto en direcciones positivas como negativas, y es importante no dar por sentado que esta transición siempre resultará en una sociedad más justa o equitativa”.

De hecho, el papel de la evolución cultural plantea cuestiones éticas difíciles, especialmente cuando se consideran las disparidades globales en materia de atención sanitaria, educación y tecnología. El desafío para la humanidad, entonces, es garantizar que, a medida que la cultura tome cada vez más las riendas de nuestra evolución, lo hagamos de una manera que fomente la cooperación, la equidad y la sostenibilidad.

“Nuestro futuro, como especie, puede depender menos de los genes que heredamos y más de los sistemas culturales que creamos y a los que nos adaptamos”, afirma Waring.

Al mirar hacia el futuro, la pregunta ya no puede ser qué nuevas adaptaciones genéticas desarrollará la humanidad, sino qué innovaciones culturales seguirán dando forma a nuestra supervivencia, nuestro éxito y, tal vez, incluso a nuestra evolución.

Fuente: ZME Science.

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