Por: Denise Moerel, Manuel Varlet y Tijl Grootswagers
Existe una estrategia óptima para ganar varias rondas de piedra, papel o tijera: ser lo más aleatorio e impredecible posible. No prestes atención a lo que sucedió en la ronda anterior.
Sin embargo, del dicho al hecho hay mucho trecho. Para averiguar cómo el cerebro toma decisiones en un entorno competitivo, pedimos a las personas que jugaran 15.000 partidas de piedra, papel o tijera mientras se registraba su actividad cerebral.
Nuestros resultados, publicados ahora en Social Cognitive and Affective Neuroscience, revelaron que aquellos que se veían influenciados por rondas anteriores realmente tendían a perder con más frecuencia. También demostramos que a las personas les cuesta ser verdaderamente aleatorias, y podemos discernir diversos sesgos y comportamientos a partir de su actividad cerebral cuando toman decisiones durante una competición.

Lo que podemos aprender de un juego sencillo
El campo de la neurociencia social se ha centrado principalmente en el estudio del cerebro de individuos. Sin embargo, para comprender cómo nuestros cerebros toman decisiones cuando interactuamos entre nosotros, necesitamos utilizar un método llamado hiperescaneo. Con este método, los investigadores pueden registrar la actividad cerebral de dos o más personas mientras interactúan entre sí, lo que proporciona una medida más realista del comportamiento social.
Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones han utilizado este método para estudiar la cooperación. Al cooperar con otra persona, es útil actuar de la forma más predecible posible para facilitar la anticipación de las acciones e intenciones mutuas. Sin embargo, nos interesaba la toma de decisiones durante la competición, donde la imprevisibilidad puede dar una ventaja competitiva, como al jugar a piedra, papel o tijera.
¿Cómo toman decisiones nuestros cerebros, y llevan un registro de las acciones previas tanto nuestras como de la otra persona?
Para investigar esto, registramos simultáneamente la actividad cerebral de parejas de jugadores mientras participaban en 480 rondas de piedra, papel o tijera en una computadora. De las 15.000 rondas totales de todas las parejas participantes, descubrimos que los jugadores no eran buenos para ser impredecibles al decidir qué opción jugar a continuación.
Aunque la mejor estrategia es la aleatoriedad, la mayoría de los participantes mostró una clara preferencia, jugando en exceso a una de las opciones. Más de la mitad se decantó por “piedra”, seguida de “papel”, mientras que “tijera” fue la menos popular.
Además, las personas tendían a evitar repetir elecciones: optaban por una opción diferente en su siguiente ronda con más frecuencia de la que cabría esperar por azar.
Decisiones en tiempo real
Podríamos predecir la decisión de un jugador sobre si elegir “piedra”, “papel” o “tijera” a partir de sus datos cerebrales incluso antes de que respondiera. Esto significa que podríamos monitorizar la toma de decisiones en el cerebro, a medida que se desarrolla en tiempo real.
No sólo encontramos información en el cerebro sobre la decisión inminente, sino también sobre lo ocurrido en la partida anterior. El cerebro contenía información tanto de la respuesta previa del jugador como de la de su oponente durante esta fase de toma de decisiones.
Esto demuestra que, al tomar decisiones, utilizamos la información sobre lo que sucedió antes para determinar qué hacer a continuación: “la última vez pusieron rock, ¿cuál es mi siguiente paso?”.
No podemos evitar intentar predecir qué sucederá después mirando hacia atrás. Es importante destacar que, al intentar ser impredecible, no conviene basarse en resultados anteriores. Sólo quienes perdieron tenían información sobre la partida anterior; quienes ganaron no. Esto significa que depender demasiado de los resultados pasados perjudica seriamente la estrategia.
¿Por qué es esto importante?
¿Quién no ha deseado saber cuál será la próxima jugada de su oponente? Desde juegos sencillos hasta la política internacional, una buena estrategia puede marcar la diferencia.
Nuestra investigación pone de relieve que nuestros cerebros no son ordenadores: no podemos evitar intentar predecir qué sucederá a continuación, y nos basamos en los resultados pasados para influir en nuestras decisiones futuras, incluso cuando eso podría ser contraproducente.
Por supuesto, piedra, papel o tijera es uno de los juegos más sencillos que podríamos usar; fue un buen punto de partida para esta investigación. Los siguientes pasos consistirían en trasladar nuestro trabajo a entornos competitivos donde resulta más estratégico llevar un registro de las decisiones anteriores.
Nuestro cerebro tiende a ser impredecible. Esto es positivo en la mayoría de los contextos sociales y puede ayudarnos a cooperar. Sin embargo, en la competencia, puede perjudicarnos. Una buena conclusión que se puede extraer de esto es que las personas que dejan de sobreanalizar el pasado pueden tener una mayor probabilidad de éxito en el futuro.
Este artículo es una traducción de otro publicado en The Conversation. Puedes leer el texto original haciendo clic aquí.
