Las esponjas marinas no se mueven, o eso creían muchos científicos. Pero los investigadores informan hoy en Current Biology que en las profundidades del Mar Ártico las esponjas se arrastran y sacrifican partes de sus propios cuerpos para hacerlo.
Durante una expedición al Ártico, los científicos a bordo del rompehielos Polarstern inspeccionaron una cresta de una montaña submarina, utilizando una cámara remolcada por un bote y un vehículo acuático a control remoto. A profundidades de entre 1000 y 580 metros, más allá del alcance de la luz solar, los investigadores observaron una próspera comunidad de esponjas. También encontraron senderos serpenteantes de espículas, fragmentos del esqueleto de la esponja, conectados a muchas de las criaturas. Los investigadores descartaron la gravedad y las corrientes como posibles fuerzas de movimiento de esponjas porque muchos de los animales se dejaron caer en los extremos cuesta arriba de estos senderos y porque el sitio carecía de evidencia de flujos fuertes. En cambio, las esponjas se mueven solas, concluye el equipo.
Los científicos creen que las esponjas hunden sus espículas en el suelo y tiran de ellas para arrastrar sus cuerpos hacia adelante. A medida que los animales avanzan, las espículas incrustadas se desprenden de sus cuerpos y detrás se forma un rastro de fragmentos esqueléticos y trozos carnosos (puedes ver un rastro de espículas en zigzag en la imagen de arriba). Los experimentos de laboratorio habían demostrado que algunas esponjas eran capaces de este comportamiento, pero nadie había encontrado evidencia en la naturaleza.
En cuanto a por qué los animales se arrastran en primer lugar, los investigadores creen que es una forma de buscar comida en las profundidades polares, escasas en nutrientes. Otra posibilidad es que las esponjas se muevan para dispersar a su descendencia, o que construyan senderos de espículas para proporcionar a las larvas de esponjas superficies sobre las que asentarse.
Fuente: Science.