Si alguien te ha llamado alguna vez “las rodillas de la abeja”, ¡tómalo como un cumplido! La frase [en el contexto anglosajón] se remonta a la década de 1920 y describe a una “persona o cosa muy admirada”, según el diccionario Merriam-Webster.
Pero, ¿alguna vez te has detenido a imaginar una abeja con rodillas? ¿Las abejas, y otros insectos, para el caso, incluso tienen rodillas?
Primero, consideremos la rodilla que conocemos mejor: la nuestra. La rodilla humana es una estructura complicada. Incluye tres huesos: el fémur (hueso del muslo), la tibia (hueso de la espinilla) y la patela (rótula). Pero no son solo los huesos. Una variedad de cartílagos, ligamentos y tendones, con la ayuda de lubricantes, funcionan en sincronía para ayudarte a enderezar y doblar la pierna a la altura de la rodilla. Muchos otros animales, como aves, mamíferos y algunos reptiles, también tienen rodillas con rótula.
Las abejas y sus compañeros insectos, por otro lado, no tienen huesos en el sentido en que los tienen otros animales. A diferencia de los vertebrados, que tienen esqueletos duros que sostienen su exterior blando, las abejas y otros insectos son todo lo contrario: el esqueleto de una abeja, o exoesqueleto, está en el exterior. El exoesqueleto, hecho de un material resistente llamado quitina, protege sus partes internas más blandas.
Pero al igual que las patas de los humanos y otros animales con patas, las patas de las abejas están formadas por distintos segmentos. Según Ramesh Sagili, investigador de abejas de la Universidad Estatal de Oregón, las patas de las abejas se dividen en cinco partes; comenzando más cerca del cuerpo, son la coxa, el trocánter, el fémur, la tibia y el tarso.
Entre el fémur y la tibia, ¿hay una rodilla como la nuestra? La respuesta es no, según Sagili.
“Habrá una articulación de quitina [entre] cada uno de estos segmentos”, dijo Sagili a Live Science. “Las abejas tienen seis segmentos en la pata y todos están unidos”.
En lugar de un revoltijo de tendones, ligamentos y rótula, las abejas tienen una simple articulación esférica entre los segmentos de sus patas, dijo Sagili. Esas articulaciones ayudan a las abejas a mover las patas, acicalarse, desalojar el polen o bailar para mostrar a sus compañeros de colmena dónde encontrar flores llenas de néctar.
A principios del siglo XX, antes de que se convirtiera en un cumplido, la gente usaba la frase “las rodillas de la abeja” para describir algo que no existe, y tenían razón. Entonces, aunque las abejas no tienen las mismas rodillas que nosotros, todavía tienen una articulación entre la tibia y el fémur que les permite cierta flexibilidad.
Fuente: Live Science.