Hay más de 4.500 especies migratorias en la Tierra. Algunas de ellas recorren distancias tan largas que se podría pensar que sufren múltiples episodios de jet lag. Por ejemplo, el charrán ártico (Sterna paradisaea) posee el récord de la distancia de ida y vuelta más larga en el aire (70.900 km), el caribú recorre la distancia de ida y vuelta más larga en tierra (1.190 km) y la ballena gris oriental (Eschrichtius robustus) recorre la distancia más larga en el agua (hasta 22.500 km).
Sin embargo, te sorprendería saber que ninguno de estos animales migratorios sufre jet lag. Por otro lado, los humanos a menudo experimentan jet lag cuando vuelan entre diferentes zonas horarias.
“Los animales también son muy sensibles a la duración del día, pero es poco probable que sufran jet lag”, dijo Charalambos Kyriacou, profesor de Genética del Comportamiento en la Universidad de Leicester.
La migración lenta y gradual beneficia a los animales
Antes de profundizar en por qué los animales no sufren jet lag, es importante entender por qué los humanos sí lo sufren. Cuando una persona entra en una nueva zona horaria, puede experimentar fatiga diurna, alteración del sueño, problemas digestivos, cambios de humor, etc. durante unos días. Esto sucede porque su reloj biológico (también llamado ritmo circadiano o ciclo sueño-vigilia) no está sincronizado con su zona horaria habitual.
La causa principal del jet lag es el cambio repentino en el ciclo de luz-oscuridad, que afecta la producción de melatonina del cuerpo, una hormona que regula el ciclo sueño-vigilia. La producción de melatonina es sensible a la luz. Por ejemplo, durante el día, la luz de tu entorno inhibe la producción de melatonina, lo que te mantiene despierto. Por la noche, la oscuridad estimula la producción de melatonina, lo que promueve el sueño.
Lo interesante es que la mayoría de los animales, incluidas las aves migratorias, los peces y los mamíferos, también tienen melatonina. Sin embargo, la diferencia es que el cambio de zona horaria o de condiciones de luz para la mayoría de los animales es gradual, mientras que para los humanos es repentino.
Los humanos viajan en avión, lo que les permite viajar de un rincón del mundo a otro en un par de horas. Sus cuerpos no tienen tiempo suficiente para adaptarse al cambio repentino en la configuración de la luz. Su ciclo de sueño-vigilia aún no se ha dado cuenta del cambio en el ciclo día-noche.
Para las aves y otros animales migratorios, el movimiento de una zona horaria a otra es lento y a menudo lleva semanas o meses. Esto les da a sus cuerpos mucho tiempo para ajustar su producción de melatonina según el fotoperiodo cambiante (duración de la luz del día en 24 horas).
La evolución también salva a los animales migratorios del jet lag
La diferencia en la forma en que los humanos y los animales migran no es la única razón por la que estos últimos no sienten jet lag. Hay algunos otros factores en juego y la evolución es uno de ellos.
Con el tiempo, los animales migratorios desarrollaron varias adaptaciones conductuales y fisiológicas que funcionan como estrategias de migración efectivas. Por ejemplo, el salmón sufre cambios en el tamaño y la función de sus riñones cuando migra de ambientes de agua salada a ambientes de agua dulce. Algunas aves, como la golondrina común, reducen el tamaño de sus órganos digestivos para reducir el peso y aumentar el tamaño de sus músculos de vuelo antes de la migración.
Además, como los animales migratorios conocen el fotoperiodo, lo utilizan como señal para la migración. Muestran inquietud migratoria, un comportamiento que se caracteriza por una mayor actividad y agitación en un animal cuando llega el momento de migrar.
En las aves migratorias, este comportamiento a menudo incluye movimientos repetidos, como batir las alas, saltar o volar distancias cortas. Por lo general, ocurre antes de que comience la migración real, lo que ayuda a preparar al animal para su viaje de larga distancia.
“Las aves utilizan claramente el fotoperiodo como una señal de ‘inquietud migratoria’ en épocas apropiadas del año. Muchos animales (incluido el salmón), en particular las aves o incluso los insectos, pueden utilizar la información del campo magnético para ayudar a la migración”, dijo Kyriacou.
Estas adaptaciones han permitido a los animales migratorios prepararse mental y físicamente para la migración con antelación, lo que permite que sus ritmos circadianos se ajusten suavemente a los cambios relacionados con la zona horaria sin experimentar jet lag. Sin embargo, es importante señalar que ha habido algunos casos en los que los animales mantenidos en cautiverio mostraron signos de jet lag cuando fueron trasladados a un nuevo hábitat.
Los humanos, por otro lado, no estamos hechos para viajes de larga distancia. A diferencia de los animales migratorios, no estamos respaldados por la evolución y no tenemos adaptaciones fisiológicas especiales para la migración y, por lo tanto, estamos destinados a sufrir jet lag.
Fuente: ZME Science.