Casi el 30% de los microplásticos provienen de una fuente enormemente ignorada

Medio ambiente

Por: Henry Obanya

Cada año, miles de millones de vehículos en todo el mundo arrojan aproximadamente 6 millones de toneladas de fragmentos de neumáticos. Estos diminutos copos de plástico, generados por el desgaste de la conducción normal, terminan acumulándose en el suelo, en ríos y lagos, e incluso en nuestros alimentos. Recientemente, investigadores de la China meridional encontraron sustancias químicas derivadas de neumáticos en la mayoría de las muestras de orina humana.

Estas partículas de neumáticos son un contribuyente significativo, pero a menudo pasado por alto, a la contaminación por microplásticos. Representan el 28% de los microplásticos que ingresan al medio ambiente a nivel mundial.

A pesar de la escala del problema, las partículas de neumáticos han pasado desapercibidas. A menudo se las agrupa con otros microplásticos, pero rara vez se las trata como una categoría de contaminación distinta, pero sus características únicas exigen un enfoque diferente.

Necesitamos urgentemente clasificar las partículas de neumáticos como una categoría de contaminación única. En nuestro reciente estudio internacional, mis colegas y yo descubrimos que este enfoque impulsaría una investigación más enfocada que podría informar políticas diseñadas específicamente para mitigar la contaminación por neumáticos. Y podría ayudar a la gente común a comprender mejor la escala del problema y lo que pueden hacer al respecto.

En este momento, los delegados se están reuniendo en Corea del Sur para negociar el primer tratado mundial sobre contaminación por plásticos. Si bien este acuerdo histórico está destinado a abordar muchos aspectos de la contaminación por plásticos, las partículas de neumáticos apenas están en la agenda.

Dada su importante contribución a los microplásticos, reconocer la contaminación de los neumáticos como un problema único podría ayudar a desbloquear soluciones específicas y generar conciencia pública. Esto es lo que necesitamos para abordar esta creciente amenaza ambiental.

Contaminación por partículas de aire bajo el microscopio. Como referencia, 50 μm (micrómetros) es un poco menos que el ancho de un cabello humano típico. Knight et al, Environmental Science and Pollution Research, 2020.

Cientos de aditivos químicos
Las partículas de los neumáticos tienden a estar hechas de una mezcla compleja de cauchos sintéticos y naturales, junto con cientos de aditivos químicos. Esto significa que las consecuencias de la contaminación de los neumáticos pueden ser inesperadas y de gran alcance.

Por ejemplo, el óxido de zinc representa alrededor del 0,7% del peso de un neumático. Si bien es esencial para que los neumáticos sean más duraderos, el óxido de zinc es altamente tóxico para los peces y otras formas de vida acuática y altera los ecosistemas incluso en cantidades mínimas.

Otro aditivo dañino es una sustancia química conocida como 6PPD, que protege los neumáticos del agrietamiento. Cuando se expone al aire y al agua, se transforma en 6PPD-quinona, un compuesto vinculado a la muerte masiva de peces en los EE. UU.

El salmón coho parece verse particularmente afectado por los productos químicos que se encuentran en los neumáticos de los automóviles. BLM Oregon / flickr.

Vehículos pesados, más contaminación
Sabemos que los vehículos más pesados, incluidos los automóviles eléctricos (que tienen baterías muy pesadas), desgastan sus neumáticos más rápido y generan más partículas microplásticas. Los expertos de la industria automotriz Nick Molden y Felix Leach dicen que, como el peso es tan crucial para el impacto ambiental de un vehículo, los fabricantes deberían ser objeto de impuestos basados ​​en el peso según el principio de “quien contamina paga”. Esto podría alentar diseños de vehículos más livianos y, al mismo tiempo, motivar a los consumidores a tomar decisiones más ecológicas.

Hay muchas preguntas que aún debemos investigar. Por ejemplo, todavía no sabemos hasta dónde se dispersan estas partículas de los neumáticos ni exactamente dónde se acumulan.

Para evaluar su impacto ecológico completo, necesitamos información más detallada sobre qué aditivos para neumáticos son más tóxicos, cómo se comportan en el medio ambiente y qué especies corren mayor riesgo (algunas especies de salmón son más sensibles a la 6PPD-quinona que otras, por ejemplo). A largo plazo, los métodos estandarizados serán cruciales para medir las partículas de los neumáticos y crear regulaciones efectivas.

Necesitamos una acción global
Los marcos regulatorios, como la próxima norma de emisiones Euro 7 de la UE (que se centra en las emisiones de los vehículos), proporcionan un punto de partida para controlar las emisiones de los neumáticos. Pero se necesitan medidas adicionales.

Las innovaciones en el diseño de neumáticos, como las alternativas ecológicas al óxido de zinc y otros materiales como el 6PPD, podrían reducir significativamente el daño ambiental. El establecimiento de un panel global de expertos científicos y políticos, similar a los que ya existen para la ciencia del clima (conocido como el IPCC) o la biodiversidad (IPBES), podría coordinar aún más las investigaciones y los esfuerzos regulatorios.

Es crucial que clasifiquemos las partículas de los neumáticos como una categoría de contaminación distinta. En comparación con los microplásticos convencionales, las partículas de los neumáticos se comportan de manera diferente en el medio ambiente, se descomponen en compuestos químicos únicos y presentan desafíos toxicológicos distintos.

Con más de 2 mil millones de neumáticos producidos cada año para adaptarse a automóviles cada vez más pesados ​​y numerosos, el problema está destinado a intensificarse. El costo ambiental solo aumentará a menos que reconozcamos y abordemos el problema específico.

Medidas como los impuestos basados ​​en el peso y las innovaciones en materia de neumáticos ecológicos no sólo reducirían la contaminación por neumáticos, sino que también allanarían el camino hacia sistemas de transporte más sostenibles. La cuestión no es si podemos permitirnos actuar, sino si podemos permitirnos no hacerlo.

Este artículo es una traducción de otro publicado en The Conversation. Puedes leer el texto original haciendo clic aquí.

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